– Por supuesto que sí. -Román se rió entre dientes y luego miró a su alrededor, como si buscara a alguien. -¿Dónde está Sloane?
La sonrisa de Madeline se desvaneció. -No… no se encuentra bien.
– Bueno, espero que se recupere pronto. -Román la cogió de la mano. -Madeline, ya te dije que Chase es el director del Yorkshire Falls Gazette -explicó centrándose en asuntos más serios. -Es el pueblo natal de Jacqueline y le dije que podría convencerte para que le concedieras una entrevista. Como no has dado muchas hasta el momento, esperaba que favorecieras a mi hermano con una exclusiva.
– No tengo ningún problema en seguir las pautas que me marques -intervino Chase dirigiéndose a ella. -Sólo busco algo extra. Seguro que sabes que el público está interesado en vosotros. Tu familia es tan modélica que el mundo se beneficiaría de conocer la historia desde dentro. Y también tendrías la oportunidad de presentar la faceta privada de tu marido desde tu punto de vista.
Madeline entornó los ojos y miró fijamente a Chase. Si esperaba que parpadeara o se sintiera incómodo, iba lista, pero comprendió que tenía necesidad de escudriñarlo. El afán protector de Madeline Carlisle era de todos conocido, y hacía lo posible para preservar la intimidad de la vida familiar a pesar de vivir de cara al público. Independientemente de lo que dictara la corrección política, no estaba dispuesta a conceder una entrevista a cualquiera.
– ¿Eres tan honrado como tu hermano y tu cuñada? -preguntó Madeline.
– Más todavía -contestó Román por él desplegando una amplia sonrisa. -No sólo me crió para que fuera el caballero respetable en el que me he convertido, sino que él se guió por los mismos principios. -Le dio una palmada a Chase en la espalda. -Chase debería llevar el título de Honorable.
Bromas aparte, Román estaba en lo cierto. A Chase se lo conocía por ser el honesto Chandler, el obediente hermano mayor. El honorable. Exceptuando la noche anterior, pensó Chase con ironía. Al llevarse a la bella Faith a la habitación de hotel y luego a la cama se había desviado un tanto de sus rectos principios morales.
Pero ella no era como las demás, ni tampoco lo era la forma en que habían conectado. Ni siquiera en aquellos momentos era capaz de quitarse aquellos hermosos ojos verdes de la cabeza, ni los gemidos que había emitido cuando él había penetrado en las profundidades de su cuerpo. Para ser un rollo de una noche, le había dejado una impresión profunda.
Madeline tomó a Chase del codo.
– Quiero hablar contigo y con Román a solas. Lejos de miradas indiscretas. -Ladeó su elegante cabeza hacia la gente y los periodistas que pululaban por allí, muchos de los cuales esperaban que se separara de los dos hermanos y estuviera otra vez a su disposición.
Al cabo de unos minutos, estaban en la suite de los Carlisle, con la puerta cerrada con llave.
Chase esperó a que Madeline se acomodara en el sofá para sentarse él. Le gustaba analizar a las personas, tomarles la medida y es lo que pensaba hacer con Madeline Carlisle en aquellos momentos.
Pero Román, su nervioso hermano pequeño, era incapaz de estarse quieto y no paraba de ir de un lado a otro de la habitación, toqueteando cosillas sueltas y dejándolas luego en su sitio.
– ¿Qué ocurre? -preguntó por fin.
Madeline entrelazó las manos sobre su regazo. Al parecer, le gustaba hacer las cosas pausadamente, lo mismo que a Chase. -Esta mañana he llamado a Charlotte.
– ¿A la tienda? -preguntó Román desde el otro lado de la habitación.
Madeline asintió.
– Quería saber si alguno de vosotros regresaría al pueblo en breve. A Yorkshire Falls.
Chase no conocía a la mujer, pero la pregunta le pareció rara incluso a él. Román y Charlotte dividían su tiempo entre el pueblo y la capital, donde se encontraba la redacción del periódico para el que trabajaba Román. Charlotte tenía una tienda de lencería, el Desván de Charlotte, en ambas localidades. Pero ¿por qué le interesaba saber eso a Madeline Carlisle?
– Por desgracia, pasaremos aquí toda la semana que viene -dijo Román. -A no ser que surja algo inesperado, a mí me queda aún mucho trabajo.
– Eso es lo que me dijo Charlotte. ¿Y tú? -Dirigió la mirada a Chase y, en esta ocasión, ella fue quien lo analizó, presa de una curiosidad evidente. -¿Tú también te quedarás aquí? -inquirió.
– Yo mañana me vuelvo. -Chase sintió que lo estaban manipulando, pero no tenía ni idea de para qué. Se pellizcó el puente de la nariz mientras pensaba, pero no se le ocurrió nada. -¿Puedo hacer algo por ti? -preguntó, esperando que despejara sus interrogantes.
La mujer introdujo la mano en el bolso y extrajo un encarte de fotos que no mostró.
– Necesito que alguien cuide de mi hija.
– ¿De Sloane? -preguntó Román antes de que Chase tuviera tiempo de reaccionar.
Madeline no paraba de deslizar el dedo por la primera foto.
– Cuando he dicho que no se encontraba bien, no he mentido. Ha recibido… unas noticias personales que la han trastornado, y necesita pasar sola algún tiempo. -Alzó la vista para mirar otra vez a Chase y se mordió el labio inferior. -Esto tiene que ser confidencial.
– Por supuesto. -Deseó poder ver la foto, pero ella seguía sin enseñarla.
Madeline suspiró aliviada.
– Como confío enormemente en Charlotte y en Román y porque considero que tengo buen ojo para la gente, te confío esta información.
– No te arrepentirás -le aseguró Chase. Pero se preguntó si él tampoco se arrepentiría. Estiró el brazo por el respaldo del sofá y esperó a que Madeline siguiera hablando.
Ella le dedicó una sonrisa tensa.
– Espero que no. ¿Sabes?, Sloane ha ido en busca de sus orígenes. Ha ido al pueblo de su madre. A vuestro pueblo -le dijo a Chase.
– ¿Por qué? -soltó Román.
– Buena pregunta -corroboró Chase.
– La respuesta es fácil. Yorkshire Falls es un lugar muy tranquilo. Sloane ha decidido visitar el pueblo donde se crió su madre y, de paso, averiguar unas cuantas cosas sobre sí misma.
«Qué enigmático», pensó Chase. ¿O sea, que la hija del senador Carlisle había ido a buscar información a su pueblo cuando la vida de la familia se desarrollaba en Washington? No le parecía demasiado convincente.
– ¿Y cuál es mi misión?
– ¿Qué te parecería una contrapartida? -propuso Madeline. Chase se encogió de hombros. -Depende del intercambio.
– Me gusta tu estilo. -Se recogió el pelo detrás de una oreja. -El trato es que tú vuelvas al pueblo y busques a mi hija. A cambio, te concederé una entrevista exclusiva cuando todo esto haya pasado. No sé exactamente cuánto tiempo estará allí, pero tienes que asegurarte de que mientras esté no se meta en problemas y que no llame demasiado la atención. Lo último que necesita es que la prensa vaya siguiéndola por ahí.
Chase se inclinó hacia adelante en la silla y apoyó los brazos en las rodillas.
– ¿Qué papel tengo que desempeñar en todo esto?
– De cara a Sloane, no eres periodista sino un amigo. -La expresión de Madeline se tornó más cálida. -Y, cuando me entrevistes, obtendrás toda la información que quieras sobre nuestra familia. Hemos acordado que este asunto era confidencial, ¿recuerdas?
Por supuesto que lo recordaba. Lo único era que se sentía totalmente manipulado y acorralado, y que eso no le gustaba lo más mínimo. Pero Román estaba también ahí, y no veía ningún inconveniente en el trato de Madeline. Lo cual significaba que a Román no le parecía mala idea.
Chase se pasó una mano por la cara una vez más.
– ¿Y la protección? -Chase estaba acostumbrado a fijarse en todos los detalles y había observado la presencia de los agentes del Servicio Secreto en la sala en la que había hablado el senador. Seguro que a Sloane también la protegían.