Pero la respuesta de Madeline lo descartó.
– Se ha marchado sola. Por eso te necesita.
Chase gimió.
– No soy un guardaespaldas. Y disculpa si me entrometo, pero ¿Sloane no es una persona adulta? ¿Por qué necesita que alguien cuide de ella? -Cuanto más pensaba en ello, más le incomodaba la idea de entrar en contacto con la hija de aquella mujer. El era periodista, no una niñera.
– Ella considera que no necesita a nadie, pero yo no opino igual. Necesito saber que está bien y que tiene en quién confiar si le hace falta. -Madeline cogió a Chase de la mano y se la apretó con fuerza para corroborar sus palabras.
Pero él seguía sintiéndose manipulado.
– Obviamente hay muchas cosas que no me estás contando. -Es cierto. Pero si quieres la entrevista en exclusiva, no hagas demasiadas preguntas. Vuelve a casa, encuentra a Sloane y cuida de ella.
Chase frunció el cejo.
– Lo quiera ella o no.
– Exacto. Eres un hombre apuesto y encantador. Seguro que no te resultará difícil conquistarla. -Le dio una palmadita en la mejilla. -Aprovecha los genes de los Chandler.
Gracias a la seguridad con la que hablaba, Chase vio por primera vez a la mujer que estaba a la sombra del senador. Comprendió que era una compañera crucial en el ascenso al poder de su marido. No obstante, al igual que a su hermano, aquella mujer le agradaba y le infundía respeto. Era obvio que quería a sus hijas y que haría cualquier cosa por ellas… sentimiento con el que Chase se identificaba plenamente.
La lealtad familiar era una de las características del clan Chandler. El hecho de sintonizar con ella hacía que le resultara más difícil negarse a su petición.
Además, la entrevista en exclusiva era una gran tentación.
– ¿Cuando ella se marche de Yorkshire Falls te entrevistarás conmigo?
Madeline asintió.
– Y si ocurre algo mientras tanto… Si surge alguna información sobre la campaña de mi marido, serás el primero en enterarte. -Le tendió la mano para sellar el acuerdo.
Chase había pensado hablar con Madeline esa semana, pero era obvio que esa opción no entraba en los planes de ella. También había pensado que yendo a Washington D.C. averiguaría algo más sobre el senador Carlisle. Si la desaparición de Sloane era un indicio, Chase estaba cerca de algo gordo. Algo que quizá descubriera en su pueblo, en Yorkshire Falls, junto a la hija mayor del senador.
– ¿Trato hecho? -preguntó Madeline.
Chase colocó la mano encima de la de ella, convencido de que podría beneficiarse de algún modo de esa situación. -Trato hecho. Madeline suspiró aliviada.
– Por si no has visto ninguna foto de cerca -Madeline le tendió la foto que había estado guardando celosamente, -ésta es Sloane.
Al verla Chase se sintió conmocionado e incrédulo; delante tenía a la mujer con la que se había acostado la noche anterior.
CAPÍTULO 04
Torkshire Falls era lo contrario de la capital de la nación. Era un pequeño pueblo típico de Estados Unidos, pensó Sloane. Una comunidad rica con grandes casas y árboles igual de imponentes. Pero en cuanto recorrió la calle principal, se fijó en los pequeños comercios y en la gente que se paraba a hablar, y le gustó el ambiente acogedor y familiar. Cada vez que se cruzaba con un hombre mayor, se preguntaba si acababa de ver a Samson. Su padre.
Había salido de Washington hacía veinticuatro horas, pero le parecía una eternidad gracias al drástico cambio de decorado. Hecha un manojo de nervios, entró en una cafetería llamada Norman's, situada cerca del Desván de Charlotte, la tienda propiedad de la mujer que era amiga de su madrastra y a la que le quería presentar. Una mujer que hacía conjuntos sexys de ropa interior de ganchillo. Si Sloane no tuviera tanta prisa, echaría un vistazo a la tienda, pero se había impuesto la misión de encontrar a Samson, y pensaba cumplir su objetivo.
El interior de Norman's estaba decorado con motivos de aves. Pajareras, fotos y cuadros de pájaros, todo ello con un estilo ligero y fantasioso.
Se le acercó una mujer corpulenta de pelo cano, carta en mano.
– ¿Quieres una mesa?
– De hecho, estoy buscando a una persona. -Sloane sonrió. -Este me ha parecido un sitio lógico por dónde empezar.
– Querida, todo aquel que se precia de ser alguien en este pueblo, viene a Norman's tarde o temprano. ¿A quién buscas?
– A un caballero llamado Samson Humphrey -dijo Sloane, aunque seguía resultándole extraño pronunciar ese nombre.
Para su sorpresa, la mujer soltó una carcajada, se tapó la cara con la carta e intentó fingir que estaba tosiendo.
– ¿He dicho algo divertido? -preguntó Sloane, ofendida e incómoda.
– Oh, no. -La mujer le puso una mano en el hombro como si fueran viejas amigas. -No, querida. Perdóname, por favor. -Tosió de verdad y luego se secó los ojos. -Es que a Samson lo han llamado de muchas maneras, pero es la primera vez que alguien lo llama «caballero».
Sin saber muy bien cómo interpretar ese comentario, Sloane sintió que se le encogía el estómago.
– ¿Sabría decirme dónde puedo encontrarlo?
– Primero siéntate y tómate un refresco. Luego te hablaré de Samson. Nadie entra en Norman's y se marcha con el estómago vacío -explicó mientras acompañaba a Sloane a los taburetes de la barra. -Invito yo.
– ¿Y quién es «yo»?
La mujer pasó un trapo por la barra, delante de la chica.
– Oh, disculpa mis modales. Es que no estoy acostumbrada a que entre gente desconocida. Soy Izzy. Mi marido, Norman, es el dueño. Hace unas hamburguesas deliciosas. Pregunta a los chicos Chandler. Parece que no coman otra cosa.
Sloane se rió al oír las digresiones de la mujer. Tuvo la corazonada de que aquello no era más que el comienzo de los cotilleos y la amabilidad que encontraría si se quedaba en ese pueblo. Como se dio cuenta de que tendría que quedar bien con Izzy antes de sonsacarle información, Sloane decidió aceptar su invitación.
– Tomaré una Coca-Cola light, por favor. Izzy se colocó las manos en las generosas caderas y chasqueó la lengua.
– A una chica menuda como tú le irán bien unas cuantas calorías. Oye, Norman -le gritó a un hombre de pelo cano que estaba en la cocina, y al que se podía ver a través de la ventanilla de servir. -Tráele una Coca-Cola a esta señorita.
Suerte que el cliente siempre tiene la razón, pensó Sloane con ironía.
Hasta que no estuvo sentada con una Coca-Cola delante e Izzy a su lado, la mujer no mencionó el motivo de la visita de Sloane.
– ¿Y por qué quieres saber dónde está Samson?
A Sloane no le pasó por alto que todavía no le había dicho dónde vivía éste.
– Tenemos asuntos personales que tratar. -Le fue dando vueltas a la pajita del refresco sin mirar a Izzy a la cara, aunque observándola con el rabillo del ojo.
La mujer apoyó el mentón en la mano.
– Que yo recuerde, nadie ha tenido asuntos que tratar con Samson jamás. ¿Y tú, Norman?
– Creo que deberías dejar que la chica vaya a donde quiere ir. -Salió de la cocina y se acercó a la barra. -Lástima que no hayas llegado antes. Ha estado aquí hace un rato, gorroneando un sándwich de pollo.
Por el momento, Sloane no tenía una impresión muy positiva de Samson y nadie le había hablado claramente de él.
– ¿Vive cerca?
– Aquí todo está cerca -repuso Izzy. -Samson vive en el otro extremo del pueblo. Cuando llegues al final de esta calle, toma la Carretera Vieja número Diez y sigue recto hasta que veas una casa destartalada apartada de la carretera.
– No tiene pérdida -añadió Norman. -Y si no lo encuentras allí, ve a un local llamado Crazy Eights, en Harrington.
– ¿Crazy Eights? -preguntó Sloane para asegurarse de que lo había entendido bien.
– Es un salón de billar al que va Samson por la noche si tiene dinero -explicó Norman.