Rick se acercó a ella, pero Chase se interpuso entre Sloane y su hermano.
– Ya ha tenido suficiente, Rick. Déjala descansar esta noche. Mañana la llevaré a la comisaría para que firme la declaración oficial.
Chase actuaba como barrera protectora ante el policía y ella agradecía su caballerosidad. Pero por aturdida que estuviera, era perfectamente capaz de lidiar con Rick y responder a cualquier pregunta que el cuerpo de policía de Yorkshire Falls quisiera hacerle. Al fin y al cabo, era la hija del senador Michael Carlisle o, por lo menos, él la había criado. Y sus «padres» le habían enseñado la lección de que, cuanto más comunicativa y menos evasiva, más satisfecho se quedaría su entrevistador.
– Si el agente tiene más preguntas, estoy más que dispuesta a responderlas -declaró, mirando por el costado de Chase para ver a Rick.
Este le dedicó una mirada de agradecimiento y ella se fijó realmente en él por primera vez. Aunque tanto Rick como Chase eran hombres apuestos, las semejanzas acababan ahí. Rick, de pelo castaño y ojos color avellana, atraería la atención de cualquier mujer. Pero Chase, con su expresión intensa, unos ojos increíblemente azules y el pelo negro azabache… era quien le parecía más sexy.
– ¿Y bien? -preguntó Chase a su hermano cruzando los brazos sobre el pecho.
Para su sorpresa, Rick negó con la cabeza.
– Creo que por ahora es suficiente. -Se guardó la libreta en el bolsillo y se hizo a un lado para poder verla bien. -Sólo quiero aclarar una cosa si no te importa.
Sloane se aovilló, con las piernas dobladas, haciendo caso omiso de la protesta de sus doloridos músculos. En esos momentos un baño caliente le habría ido de perlas.
– Dices que has venido a Yorkshire Falls para visitar el pueblo natal de tu madre -dijo Rick.
– Así es. -Se mordió el labio inferior porque odiaba haber tenido que soltarle una trola al agente, pero sabía que no le quedaba más remedio. -Quería visitar a algunos de sus viejos amigos y los sitios que frecuentaba.
– ¿Y Samson era un viejo amigo?
Ahí Sloane se anduvo con cuidado.
– Mi madrastra me dijo que había sido una persona importante en la vida de Jacqueline. Me pareció que valía la pena ir a verlo. -Alzó la vista e intentó adoptar una expresión sincera. Como a lo largo de su vida se había saltado más de un par de veces el toque de queda, había logrado perfeccionar la expresión.
– Y por eso fue a casa de Samson -concluyó Chase. -Caso cerrado, Rick. Ya te puedes marchar. -Le dio a su hermano una palmada en la espalda como excusa evidente para irlo conduciendo hacia la puerta.
Rick ladeó la cabeza hacia ella.
– Ya hablaremos mañana, Sloane.
– ¿Eso es una forma educada de decir «no salgas del pueblo»? -preguntó ella con ironía.
– Sí, señora. -Le dedicó una sonrisa infantil, y Sloane se preguntó cuántos corazones habría roto antes de casarse. Se había fijado en la alianza que llevaba en la mano izquierda, señal inequívoca de que alguna afortunada había cazado al guapo policía.
Lo cual la hizo pensar en Chase. ¿Estaba saliendo con alguien antes de su interludio? ¿Alguien a quien seguía viendo? Se sorprendió al darse cuenta de lo mucho que le molestaba la idea.
Cuando Chase acompañó a su hermano a la puerta, Rick no pareció ofenderse. Según lo que Sloane había podido ver, entre aquellos dos hombres existía un cariño genuino que se notaba en todo lo que hacían o decían. Un vínculo familiar. Ella lo comprendía a la perfección porque compartía el mismo tipo de relación con sus padres y hermanas. No tenía ni idea de cómo la recibiría su único pariente de Yorkshire Falls, y se estremeció al pensarlo.
«¿Cuánto tardaré en descubrirlo?», se preguntó Sloane. Había fracasado en su misión de encontrar a Samson y, al haberles mentido a Rick y a Chase sobre el motivo de su presencia en el pueblo, probablemente su búsqueda resultara más difícil. Quizá aquellos hombres pudieran ayudarla a localizar a Samson. Neutralizar la amenaza que suponían los hombres de Michael.
Pero para sincerarse con ellos necesitaba un nivel de confianza que todavía no había alcanzado. Ni con el agente de policía ni con el periodista. La profesión de Rick lo convertía en un elemento imprescindible y Chase era un enigma que podía hacer salir a la luz toda aquella historia.
Bostezó y sintió que estaba a punto de dejarse vencer por el agotamiento. Le parecía increíble todo lo que había pasado en las dos últimas horas, pero después de que Rick Chandler la obligara a revivir la explosión, estaba convencida de que no había sido una pesadilla.
La puerta se cerró y Chase entró de nuevo en el salón, mirándola fijamente.
– Estamos solos. Ahora cuéntame el verdadero motivo por el que buscas a Samson porque no me creo ese cuento chino que le has largado a mi hermano.
Sloane tragó saliva al tiempo que se agarraba con fuerza a la tapicería del sillón. No se había imaginado que él se daría cuenta del engaño.
– Ya te lo he contado. Dos veces, si no me equivoco.
Chase se acercó a ella enfadado, apoyó las manos en los brazos del sillón y se agachó de forma que sus caras quedaron separadas por apenas unos milímetros. Sloane ya sabía qué sabor tenían aquellos labios. Se le aceleró el corazón y, si él le prometía un beso, probablemente cediera a su exigencia de que le contara la verdad.
– No me creo tu excusa, cariño. La noche que pasamos juntos también me contaste otras cosas. Cosas íntimas, personales.
– ¿Como por ejemplo? -Porque en ese momento, a duras penas recordaba ni su nombre. Se humedeció los labios, satisfecha cuando los ojos de él siguieron su movimiento y las pupilas se le dilataron de deseo. Por lo menos no era la única que estaba al borde de la locura.
– Dijiste que tu vida se basaba en una mentira, pero que aun así se esperaba de ti que hicieras lo correcto. ¿Acaso Samson forma parte de esa mentira? -inquirió sin que su mirada seria pero, oh qué sexy, se apartara de ella.
Tenía más ganas de confesarse con él que de respirar. Quizá incluso más de las ganas que tenía de que la besase, y eso ya era mucho. Pero la parte del cerebro que todavía le funcionaba, por ínfima que fuera en esos momentos, se imponía.
– ¿De verdad esperas que responda a tus preguntas mientras la mayor parte de las mías siguen sin respuesta?
– Querida, soy un libro abierto. -Se levantó y extendió las manos delante de él en un gesto de entrega.
Pero Sloane no se lo tragó ni por un momento. El hombre seguía siendo tan enigmático como cuando lo había conocido en el bar. De todos modos, si pensaba darle respuestas, ella no iba a rechazarlas.
– ¿Sabías que iba a estar en el pueblo? Y si es así, ¿cómo? -Porque ella y su madrastra habían evitado a toda costa que dejara rastro.
– Voy a serte sincero. -Sus ojos azules destilaban cierta expresión de regocijo, pero se lo veía en general cauto.
Fuera cual fuese su secreto, se guardaba de revelarlo. «Bienvenido al club», pensó ella. -Me alegro.
– Conocí a tu madrastra en la rueda de prensa de tu padre. -¿Por eso estabas en Washington? ¿Para cubrir la noticia? Chase asintió.
No debería sorprenderle ni decepcionarle que quisiera cobertura informativa sobre su padre. Posiblemente también sobre su familia. Se imaginaba los titulares:
UN PERIODISTA DE UNA PEQUEÑA CIUDAD ADQUIERE FAMA NACIONAL REVELANDO LOS SECRETOS MÁS ÍNTIMOS DEL SENADOR CARLISLE.
«Gracias, pero no», pensó. No pensaba colaborar en el gran golpe profesional de Chase.
– Y entonces volviste al pueblo. -Estiró las piernas y notó el tirón de los músculos mientras se acomodaba para la siguiente batería de preguntas. -¿Sabías que yo estaba en el pueblo? -No se imaginaba a Madeline revelando información tan privada y potencialmente peligrosa a un desconocido, y mucho menos si éste era periodista.