El no le había proporcionado ninguna información relevante. De hecho, no había mencionado el apellido de Sloane al presentársela y Raina conocía a su hijo y sus modales demasiado bien como para considerarlo un descuido. Sloane podía perfectamente ser hija de Jacqueline. Pero ¿por qué estaba buscando a Samson? Raina no recordaba que se conocieran por aquel entonces.
Samson había sido un joven semisalvaje, con una vida familiar desdichada. Ahora era un lobo solitario que estaba más amargado cada año que pasaba. Si la hija de Jacqueline había ido a visitarlo, debía de existir alguna relación de la que Raina no estaba al corriente.
Y la joven se merecía que la advirtieran sobre el tipo de hombre con que se iba a encontrar.
En cuanto Chase se hubo librado de su madre, dirigió una mirada voraz hacia Sloane.
– Conque no te intereso, ¿eh? -Recorrió el suelo de madera noble.
Sloane se humedeció los labios resecos.
– Tenía el presentimiento de que te fijarías en esa frase. -Precisamente por eso la había soltado. Más que nada para convencerse de que aquel hombre agotado, desaliñado y todavía tiznado no le parecía sumamente atractivo. Aunque había sido en vano.
– Repítelo, pero esta vez mirándome a los ojos. -Se le acercó.
Ella retrocedió de forma instintiva, no porque lo temiera sino porque se temía a sí misma, y estaba convencida de que traicionaría sus instintos y sentido común en favor del deseo y las cálidas emociones que él le provocaba. Se paró cuando tocó la pared del fondo.
– Dilo. -El apoyó un brazo por encima de ella, al igual que en el ascensor, aquella primera noche. -Di que no te intereso. -¿Y luego? -preguntó ella para ganar tiempo. -Luego veremos si te creo.
Sloane tragó saliva. Tenía que salir de allí y encontrar a Samson. Supuso que tendría que empezar por el Crazy Eights. Pero antes tendría que dar esquinazo a Chase, porque estaba convencida de que no la dejaría ir allí sola. Lo cual significaba que tendría que rechazarlo de forma convincente, cuando cada centímetro de su piel le estaba diciendo a gritos cuánto lo deseaba.
Se apoyó en la pared para sostenerse en pie mientras contemplaba los ojos azules y sexys de Chase.
– No me interesas.
Para su sorpresa, él esbozó una sonrisa irónica.
– ¿Ah no?
– No. -Tema las palmas de las manos cada vez más húmedas, y sólo una enorme fuerza de voluntad le impedía que se las secara en la camiseta de él. Cualquier excusa para tocarlo servía; así podría agarrar el suave algodón y atraerlo hacia ella, hasta que el calor de sus cuerpos quemara la ropa que llevaban. Dejó escapar un suave gemido y las pupilas se le dilataron de deseo.
– No te intereso. -Chase empezó a acariciarle la sensible piel del cuello con el pulgar y se detuvo al notar su pulso acelerado. -¿Por eso has soltado ese gemido? ¿El mismo gemido que cuando me corrí en tu interior?
Sloane tomó aire, sobresaltada. Incluso sus palabras tenían un efecto erótico y casi hipnótico en ella. Un efecto que en esos momentos debía ignorar.
– ¿Qué pretendes? -preguntó, con la esperanza de romper el hechizo que él le había lanzado.
Chase se inclinó hacia adelante y le rozó los labios ligeramente con los suyos, un contacto suave que le hizo sentir punzadas de deseo en todo el cuerpo. Justo cuando esperaba que Chase profundizara más el beso, él levantó la cabeza y la miró.
– Acabaremos esto después de que me duche. -Esbozó una mueca conocida con la boca y ella se dio cuenta de que acababa de decirle lo que pretendía sin articular palabra. Ella lo deseaba, y negarlo era ridículo.
Su retirada hacia el dormitorio le dio el respiro que necesitaba. Le hacía falta espacio y tiempo para pensar.
Ella y Chase habían empezado la casa por el tejado. Primero se habían acostado, y ella ya sabía que aquel hombre tenía unas manos mágicas capaces de excitarla en un instante. Bastaba una mirada de él para que el cuerpo se le encendiera. Cielos, en ese mismo momento estaba muerta de deseo.
Sin embargo a ella no le iban los rollos de una noche, y no se habría acostado con Chase de no haber estado tan afectada por la revelación sobre su origen. Además, la primera vez que le había mirado a los ojos, había sentido algo especial. Y tras haber hecho el amor, ahora se sentía vinculada sentimentalmente a él de un modo inexplicable.
Su única esperanza de mantener la distancia habría sido que él hubiera resultado ser una persona que no le gustase ni a la que respetara. Repasó mentalmente lo que había descubierto hasta el momento: intentaba hacerse el duro, pero era obvio que sentía debilidad por su madre; había intervenido para salvar a Sloane, había pensado en protegerla la única noche que habían pasado juntos. Con todas esas cosas a su favor, ¿cómo no iba a gustarle?
Pero era periodista, se recordó Sloane. Quería empezar una nueva vida y buscaba la noticia que lo lanzara a la fama. De eso se había dado cuenta ella sólita. Y si ese hecho no bastaba para inclinar la balanza en contra de confiar en él o de enamorarse más de lo que ya lo estaba, su futuro sí. En cuanto solucionara el lío en que estaba metida, Sloane quería casarse y tener hijos, así como continuar su carrera profesional de diseñadora, que había dejado relegada. Pero Chase Chandler había dicho claramente que en las relaciones siempre usaba protección y que no quería hijos.
Palabras que ni siquiera ella era capaz de olvidar.
Samson la esperaba en algún lugar. Con la lista de inconvenientes sobre Chase en mente, y aprovechando que él se estaba duchando, salió por la puerta.
Mientras aparcaba delante del Crazy Eights, un salón de billar y bar poco recomendable de los barrios bajos de Harrington, el pueblo contiguo a Yorkshire Falls, Chase se planteó las opciones que tenía, y una de ellas era estrangular a Sloane. Con las brillantes luces de neón y las motocicletas aparcadas delante, el local no atraía a clientes distinguidos y no era lugar para una señorita, y mucho menos para la hija del senador Carlisle.
Al salir de la ducha y no encontrar más que silencio, se dio cuenta de que había huido y se maldijo por haber tenido semejante descuido. Había insistido demasiado en «ellos» y ella se había rebelado. Tenía un objetivo claro con respecto a Samson, y Chase tenía el presentimiento de que se había ido a buscarlo. Como no sabía por dónde empezar, había llamado a Izzy y a Norman, las únicas personas que sabía que habían estado en contacto con Sloane aparte de él, su hermano Rick, su madre y Eric.
Norman le había hablado del local preferido de Samson, algo de lo que Chase no estaba enterado. En cuanto entró en aquel antro e inhaló el olor a cerveza rancia, vio la enorme cantidad de humo acumulada v pasó junto a hombres tatuados y sus chicas moteras, deseó haber seguido ignorándolo.
Entrecerró los ojos para ver a través de la cortina de humo y la acumulación de gente, incluso más densa, buscando la camiseta blanca de Sloane entre aquel mar de cazadoras de cuero negras, o un atisbo de su pelo rojizo. Al final la encontró al fondo, junto con los habituales del lugar. Sloane estaba jugando al billar con un par de viejos que parecían estar enseñándole el juego. Al lado de la pinta que tenían los moteros del bar, aquellos hombres parecían bastante inofensivos, y Chase decidió observar antes de interrumpir.
Permitir que se relacionara con aquellos tipos sin inmiscuirse iba en contra de todos sus instintos; se agarró a la fría barandilla cromada para asegurarse de que no se movía. Se dijo que estaba allí porque le había prometido a Madeline que cuidaría de Sloane, pero sabía que era mentira. Se sentía posesivo y protector, y no sólo por la promesa que le había hecho a la madrastra, o por esos eróticos gemidos que Sloane emitía cuando la tocaba.
Aquella mujer tenía algo que activaba sus instintos masculinos más primarios. La deseaba, quería protegerla y necesitaba conocer sus secretos. No necesariamente en ese orden ni porque estuviera metiéndose en líos.