– Nada. Es que me gusta cómo suena tu nombre.
Ella sonrió y deseó que la llamara por su nombre verdadero; deseó que su voz ronca pronunciara «Sloane» cuando la penetrara. Envalentonada por lo que estaba sintiendo, le rozó con las uñas el pecho y la piel cubierta por el vello.
– Espero que esto te guste a ti.
Antes de que Chase tuviera tiempo de responder, los interrumpieron unos golpes en la puerta.
– Ya voy yo. -Se encaminó hacia allí con la seguridad que le caracterizaba, sin pensar que llevaba la camisa por fuera y el pelo revuelto. Abrió lo justo, y Sloane se dio cuenta de que lo hacía para preservar su intimidad.
Agradeció su caballerosidad, teniendo en cuenta que aquello no era para él más que un rollo de una noche.
– Yo lo entraré -le oyó decir. Entonces se volvió hacia ella empujando el carrito del servicio de habitaciones y cerró la puerta con el pie.
– ¿Qué es eso? -preguntó Sloane al ver las dos copas y la botella de champán en la cubitera.
– No me has parecido la clase de mujer que tiene aventuras de una sola noche muy a menudo. Así que quería que fuera… más especial. -Para sorpresa de ella, Chase se sonrojó.
Menudo apuro. El, que había intentado facilitarle a ella las cosas, ahora se sentía un tanto cortado por el detalle. Sloane dio un paso adelante, más segura.
– ¿Qué te hace pensar que normalmente no me comporto así? -preguntó con genuina curiosidad.
– Es una corazonada, y no suelen fallarme. Porque a pesar del vestido sexy, hablas con refinamiento, tienes una expresión un tanto vacilante y, a juzgar por la mirada, huyes de algún secreto oscuro y profundo. Quizá hayas tenido un día nefasto, puede que hayas perdido el trabajo, pero quieres olvidarlo. No te acuestas con desconocidos todos los días. Me apostaría lo que fuera -concluyó envalentonado.
– ¿Todo eso con sólo mirarme?
Chase sonrió.
– Soy periodista. Observar es mi especialidad. ¿Cuál es la tuya?
– Diseño de interiores -dijo sin pensarlo dos veces, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera la revelación que él acababa de hacer.
Un reportero del tipo que fuera podía desbaratar los planes políticos de su padre y, a pesar del dolor y la traición que sentía en su interior, le quería. Razón de más para no revelar su nombre verdadero a Chase.
Se acercó a él.
– Debes de ser muy bueno en tu trabajo porque tienes razón. No es algo que ocurra todos los días -reconoció. Un truco que había aprendido de sus padres era alimentar a los reporteros con la mayor cantidad de hechos verdaderos posible para que no recelaran todavía más.
– Me gusta tener razón.
Ella se echó a reír.
– Lo cual te convierte en un hombre típico. -Ahora mismo me conformo con ser tu hombre. ¿Una copa? -Señaló el champán con un gesto de la mano.
Su amabilidad seguía gustándole.
– Preferiría retomar lo que hemos dejado y reservar el champán para más tarde. -Más sinceridad, pensó Sloane. Ahora lo deseaba igual o más que antes.
La cogió de la mano, la condujo al sillón de la esquina y se sentó.
– Ven conmigo. -Tiró de la mano de ella para dejar claro lo que quería.
Sloane tomó aire y acomodó una rodilla a cada lado de los muslos de él mientras se sentaba en su regazo. La protuberancia de sus vaqueros resultaba evidente y palpitaba deliciosamente entre las piernas de ella, mientras Chase tenía las pupilas dilatadas de deseo contenido.
Sloane le rodeó el cuello con los brazos.
– Bésame, Chase. Hazme olvidar -musitó.
– ¿Olvidar qué?
No quería responder. Quería que la besara, así que se inclinó hacia adelante y le selló los labios con los suyos.
Pero cuando se desplazó en su regazo y su pelvis entró en contacto con la entrepierna de él, los besos pasaron a ser algo secundario ante el deseo abrumador. El se levantó cogiéndola en brazos, sin separar su boca de la de ella, y entró en el dormitorio. A Sloane el corazón le latía con fuerza, las oleadas de deseo la inundaban una y otra vez mientras la expectativa no hacía más que aumentar.
La colocó en la cama, donde ambos se arrodillaron. Se movían al unísono, ella desabotonándole la camisa y echándola a un lado, admirando a continuación su pecho musculoso, y él llevando la mano hacia su espalda y tirando del lazo que sujetaba el top, que cayó dejando al descubierto los pechos desnudos de ella. Sloane debería haberse sentido incómoda, pero él la devoró con una mirada voraz y un gemido de agradecimiento le brotó de la garganta, por lo que no quedó la menor duda de que le gustaba lo que veía. Acto seguido, Chase ahuecó las manos sobre sus pechos, mientras los pezones le presionaban las palmas con fuerza.
Sloane se sintió invadida por una calidez extrema y exhaló un suspiro. Kl buscó la cinturilla de la falda mientras ella le desabotonaba los vaqueros; entre los dos fueron despojándose de la ropa y de sus inhibiciones.
De repente, se encontró apoyada en las almohadas, con Chase a horcajadas encima, y con ambas muñecas sujetas con una mano de él por encima de la cabeza de ella. Si bien la tenía inmovilizada en una posición erótica, la retenía con suavidad, de forma que pudiera desasirse si así lo deseaba, pero no era el caso.
La postura la excitaba sobremanera y le gustaba la forma en que él la miraba, como si fuera capaz de leerle el pensamiento y ofrecerle el trato íntimo que deseaba.
– Quiero entrar en ti. -Su largo miembro frotándole el estómago no dejaba lugar a dudas.
– Adelante -dijo ella, y levantó las cejas instintivamente mientras notaba la humedad que tenía entre los muslos y la oleada de excitación crecía en su interior.
– No hasta que te proteja.
Eso la pilló desprevenida.
– ¿Debo protegerme de algo? -preguntó a la ligera. Estaba tan decidida a ahuyentar la dolorosa verdad que se daba cuenta de que no se había parado a pensar. -Tomo la píldora, pero…
– Bueno, cariño, con la vida que he llevado no tienes de qué preocuparte, pero la seguridad es lo primero, y los hijos, ni pintados. -Salió de la cama y se dirigió al baño.
A Sloane se le aflojó el nudo que se le había formado en el estómago. No sabía por qué, no tenía motivos para confiar, pero le creía. Y de nuevo apreciaba su caballerosidad en una aventura de una noche. Al fin y al cabo, no muchos hombres se preocupaban de lo que dejaban atrás. Chase sí. Ese hombre tenía algo distinto. Algo solícito y especial, pensó.
El volvió rápidamente y a Sloane no le quedó más remedio que admirar su cuerpazo, las espaldas anchas, la cintura estrecha y otras partes del mismo que exigían atención. Se centró en el momento presente y apartó otros pensamientos. ¿Cómo iba a ser de otro modo con un hombre tan estupendo al lado?
Nunca antes había sentido una lujuria tan instantánea y abrumadora. Y tampoco ningún hombre la había mirado como si no fuera a saciarse de ella jamás. Chase sí.
El sostuvo un momento el envoltorio en la mano, de espaldas a ella, para volverse en seguida y dedicarle aquella sonrisa sexy e intensa que la dejaba sin aliento.
– Ya hemos esperado lo suficiente, ¿no crees?
Sloane se echó a reír, aunque el cuerpo le ardía consumido por la espera.
– Más que suficiente -convino ella.
La besó con un gemido. Tenía la boca caliente y avariciosa, mientras le separaba las piernas para penetrarla. La consumación y la realización estaban muy próximas, pero en vez de entrar en ella, bajó las manos.
Sus largos dedos entraron en su interior y la excitaron todavía más con sus caricias expertas. Ella gimió, arqueó las caderas e intentó llevarlo más y más adentro, obligándose a contraer los músculos, pero no bastaba. Quería algo más.
El debió de notarlo, porque retiró el dedo y por fin la penetró con un solo movimiento prolongado y suave, que en seguida la llevó al borde del orgasmo.
Tan duro, tan rápido y tan bien. Sloane cerró los ojos cuando él se retiró y le hizo notar todas sus rugosidades antes de penetrarla de nuevo. El ritmo, se fue acelerando y, sin dilación, alcanzaron una sincronización perfecta, casi como si lo hubieran hecho otras veces.