– Robert preguntó si Samson tenía pruebas y Frank dijo que no le hacían falta. Que Michael había confirmado su afirmación.
Madeline suspiró.
– ¿Qué más?
Sloane cerró los ojos e intentó recordar. Frank había dicho que Samson suponía una amenaza para la campaña de Michael, pero que su padre se negaba a actuar en beneficio propio y hacer algo con Samson. Y Frank no quería que Michael se enterara de lo que habían planeado.
Porque era obvio que pensaban eliminar la amenaza.
Sloane se incorporó en el asiento mientras el corazón le palpitaba con fuerza en el pecho. ¿Frank quería eliminar a Samson para evitar que hiciera pública su paternidad?, se preguntó Sloane. ¿Se refería Frank a eso al decir que Samson suponía una amenaza para la campaña? No quería que el público supiera que el senador Michael Carlisle había mentido a su hija durante casi treinta años, porque entonces pensarían que el senador era capaz de mentirles a ellos. Era la única explicación.
– ¿Qué pasa? -preguntó Madeline, que obviamente había advertido la desazón de Sloane.
– Nada. Es que… necesito un poco de tiempo para pensar. -Volvió a coger el vaso e intentó conservar la calma.
Frank había hablado de Samson como si planease hacer algo perjudicial al hombre que resultaba ser su padre biológico, lo cual representaba para ella un polvorín emocional y un peligro inminente. Y a Sloane no le cabía la menor duda de que Frank no amenazaba porque sí, sobre todo si el trabajo de su vida estaba en juego; y él consideraba que la apuesta de Michael Carlisle por la vicepresidencia y, en última instancia, la presidencia, era su misión.
También era la misión de la familia Carlisle. Todos ellos habían trabajado duro para que llegara ese momento. A pesar de la gran mentira que le había contado, Sloane no pensaba permitir que nada ni nadie impidiese a su padre hacer realidad sus sueños.
Pero por otro lado, alguien tenía que advertir a Samson de que corría peligro, y la única persona que podía hacerlo era Sloane. Hizo girar el vaso entre las manos mientras la fría condensación le humedecía la piel. No le quedaba más remedio que encontrar a su padre biológico. Reconocer su relación. Se estremecía con sólo pensarlo, pero también se sentía nerviosa e intrigada.
¿Qué haría cuando lo conociera?, se preguntó Sloane. Tenderle la mano y presentarse, para empezar. Preguntarle qué quería de su padre, para continuar. Descubrir qué upo de amenaza suponía para él. Y, era de esperar que fuera ella quien resolviera el posible problema entre él y los hombres de su padre.
Pero en aquellos momentos no podía revelar la amenaza de Frank porque entonces Madeline nunca le permitiría ir a ver al hombre. No sin que el Servicio Secreto la siguiera, lo cual alertaría a Frank y echaría por tierra su principal objetivo.
Se sentó bien erguida para aliviar los retortijones de estómago, los nervios que amenazaban con dominarla.
Miró a su madrastra, que la observaba en silencio.
– Quiero conocerlo. -Sloane no se atrevía a llamarle «su padre». Apenas era capaz de articular palabra, y mucho menos de llevar a cabo su plan. Poco a poco iría armándose de valor.
– ¿Quieres conocer a Samson? -preguntó Madeline, sorprendida por la reacción de Sloane.
Sloane asintió.
Su madrastra inclinó la cabeza y se tomó su tiempo para responder.
– De acuerdo.
– ¿Cómo? -Sloane había imaginado que tendría que pelear por ello.
– Siempre he sabido, aunque tu padre lo negara, que este momento llegaría. Y tu madre, que Dios la tenga en su gloria, dejó una carta para ti. Era imposible que supiera que no viviría para verte crecer, pero era pragmática, y lo dejó todo listo por si acaso. -Madeline se levantó y se acercó a Sloane. -Está en casa. En la caja fuerte. En cuanto volvamos…
– Estoy impaciente. Quiero conocerlo ya.
– ¿Ya? -preguntó Madeline sorprendida. -¿No quieres tomarte algún tiempo para asimilar la noticia? ¿Hablar primero con tu padre?
– ¡No! -No estaba preparada para encararse con Michael aún. No hasta que hubiera conocido a su padre biológico. No hasta que le advirtiera del posible peligro. Y no hasta que la seguridad de la campaña de su padre estuviera garantizada. Tenía demasiadas cosas en la cabeza como para lidiar con las emociones que seguro brotarían a la superficie si se encaraba con él por haberle mentido. -¿Sabes si Samson sigue viviendo en Yorkshire Falls?
Frank seguro que lo sabía, pero Sloane no podía preguntárselo. Y Michael quizá lo supiera, pero entraban en juego las mismas consideraciones emocionales. En esos momentos se veía incapaz de enfrentarse a él.
– Es perfectamente posible que siga viviendo en Yorkshire Falls -respondió Madeline resignada. -Le explicaré la situación a tu padre. Mientras tanto, llévate mi coche -le dijo al tiempo que cogía el bolso.
– Alquilaré uno. -«Con un nombre falso», pensó aunque no se lo dijo. No quería que nadie supiera su paradero. Se llevó una mano al estómago, pero seguía sin poder aliviar los retortijones que sentía a causa de los nervios. -¿Y la rueda de prensa de papá?
Madeline se acercó a ella y le dio un beso en la frente.
– Si alguien pregunta, diré que estás enferma. Acostada en tu habitación. Tu padre también te cubrirá las espaldas. ¿Y tu negocio?
Sloane no había pensado en su negocio de interiorismo desde que huyera de ese mismo hotel la noche anterior.
– Ya había decidido tomarme un fin de semana largo para estar con vosotros. Supongo que mis clientes pueden esperar unos cuantos días más. -No pensaba que le fuera a costar mucho tiempo encontrar a su verdadero padre.
– De acuerdo, pero quiero que estés protegida.
– No. Nada de servicios secretos. Nada de detectives. Nadie. Necesito hacer esto sola. -Cruzó los brazos sobre el pecho. No pensaba ceder al respecto. Ni un ápice.
– Has puesto esa cara. -A Madeline volvieron a brillarle los ojos.
– ¿Qué cara?
– La que pomas de pequeña. «No pienso comerme el brócoli y no puedes obligarme.» Esa cara.
Sloane se rió. Los recuerdos que tenía, tanto de Michael como de Madeline, eran maravillosos. Lástima que se hubieran basado en una mentira capaz de cambiarle la vida.
– Si no recuerdo mal, no me lo comía.
Su madrastra suspiró.
– O sea que el Servicio Secreto tampoco. Pero ¿llamarás por lo menos? ¿A menudo? -Lo prometo.
Se abrazaron de nuevo y Sloane tomó el ascensor trasero para salir y así evitar a los periodistas que habían empezado a congregarse en la parte delantera. Haría la maleta y se pondría en camino.
Para conocer y advertir a Samson Humphrey.
En esos momentos, no sabía qué era más importante.
Tras la rueda de prensa, a la que la hija mayor del senador Carlisle no asistió, Chase siguió a Román para que éste le presentara a Madeline Carlisle, que estaba muy ocupada estrechando manos de los seguidores de su marido.
En cuanto vio a Román, una sonrisa genuina sustituyó a la que esbozaba para las masas y se excusó.
– Ha llegado un amigo de la familia y no puedo decepcionarle -dijo.
Román se echó a reír y se la llevó a un lado.
– ¿Quieres decir que ya has estrechado suficientes manos por hoy? Más vale que te vayas acostumbrando.
– Y que lo digas. -Su cordialidad resultaba inconfundible.
– ¿Quién es este muchachote tan guapo que te acompaña? -Se volvió hacia Chase y, sin esperar las presentaciones, dijo: -Soy Madeline Carlisle.
– Chase Chandler. -Dio un paso adelante y estrechó la mano de la mujer. -Felicidades.
– Gracias. -Madeline lo repasó con la mirada y con expresión aprobatoria dijo: -Qué suerte tiene vuestra madre. ¿El tercer hermano es igual de guapo?
– No, si nos preguntas a nosotros -respondió Román con ironía.
Chase se rió ante el sentido del humor de su hermano. -Tú también eres afortunada. He visto a tus hijas y son muy guapas -dijo refiriéndose a las gemelas. Madeline esbozó una amplia sonrisa. -Es un encanto, igual que tú, Román.