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– Hmm.

– Y por la misma razón los japoneses bombardearon la flota estadounidense en Pearl Harbor.

– Vamos, no me va a decir que fue a causa del petróleo…

– Lo digo, lo digo.

– No había petróleo en Pearl Harbor.

– Pero lo había en las Indias Orientales holandesas, la actual Indonesia. Japón se encontraba exactamente en la misma situación de Alemania: no poseía petróleo dentro de sus fronteras y necesitaba ir a buscarlo a algún sitio. Los japoneses tenían una necesidad absoluta de apoderarse de los pozos de las Indias Orientales holandesas, pero temían la intervención de la escuadra estadounidense, dado que Estados Unidos había decretado un embargo petrolero a Japón. Por ello los japoneses atacaron y neutralizaron a la escuadra en Pearl Harbor.

– Ah, claro.

– ¿Y por qué razón lideraron los estadounidenses la operación para liberar Kuwait en 1991? ¿Cree que se habría efectuado esa operación si el país sólo produjese plátanos?

Tomás se rio.

– Claro que no.

– Más que cualquier otra, la Guerra del Golfo fue una guerra por el petróleo. Y lo mismo se puede decir de la invasión de Iraq en 2003. ¿Por qué piensa que fue motivada? ¿Por las armas de destrucción masiva que, por otra parte, no existían?

– Por el petróleo.

Qarim asestó una ruidosa palmada en la mesa.

– ¡Claro que fue por el petróleo! Además, el vicepresidente de los Estados Unidos, Dick Cheney, llegó a afirmarlo en público, hasta que alguien lo mandó callar. Lo cierto es que los estadounidenses querían rediseñar el mapa de Oriente Medio según sus intereses estratégicos. Todo lo demás eran palabras.

Tomás se revolvió en la silla e hizo una mueca.

– Pero, escúcheme: ¿los estadounidenses no son grandes productores de petróleo?

– Son el tercer productor mundial.

– Entonces, ¿cuál es el problema?

Qarim mantuvo una actitud retraída durante un instante, como si tuviese que hacer una importante revelación.

– El problema es que ese petróleo se está acabando.

– ¿Qué quiere decir con eso?

El árabe abrió las palmas de las manos hacia arriba.

– Ése es el tercer hecho que usted tiene que conocer sobre el petróleo: es finito. ¿Entiende? El petróleo es finito -repitió casi deletreando la frase.

Tomás alzó una ceja.

– Claro que es finito. Pero siempre he oído decir que aún va a durar mucho.

– Y va a durar, por la gracia de Dios.

– Entonces, ¿cuál es el problema?

– El problema es que el petróleo que va a durar mucho es el de la OPEP. -Acercó la cara a su interlocutor y esbozó una leve sonrisa-. En particular el de Arabia Saudí, inch'Allah!

– ¿Y el petróleo fuera de la OPEP?

– Se está acabando.

– No lo creo.

– Puede creerlo.

– Pero ellos van a descubrir más.

Qarim se rio.

– Se ve claramente que no está familiarizado con este asunto -dijo-. ¿Usted sabe qué es el petróleo?

– Bien… Es esa materia líquida viscosa que sale de la tierra.

– Sí, pero ¿qué es el petróleo?

– Elementos químicos, supongo.

– Todo en la vida son elementos químicos, estimado profesor. -Señaló a Tomás-. Hasta usted mismo. Lo que le estoy preguntando es si sabe qué es exactamente el petróleo.

El historiador se encogió de hombros.

– Sólo sé lo que todo el mundo sabe.

– O sea, casi nada -dijo el árabe-. Entonces preste atención. -Cogió la taza de café turco y la agitó, haciendo girar el líquido negro-. Tanto el petróleo como el carbón son restos de materia viva. El carbón deriva sobre todo de plantas muertas, mientras que el petróleo deriva de animales que murieron hace millones de años. La grasa de los animales está llena de hidrógeno que, aliándose al elemento más común de los seres vivos, el carbono, crea los hidrocarburos. El petróleo es, en realidad, una mezcla de hidrocarburos resultantes de la grasa de animales muertos. Esa grasa tiende a acumularse en depósitos bajo tierra, donde se transforma en petróleo cuando se encuentra durante cierto tiempo en una zona donde la temperatura varía entre los cien y los ciento treinta y cinco grados Celsius. En cuanto se forma, el petróleo tiende a brotar hacia arriba, como una mancha de tinta que surge de una esponja.

– Pero hay animales por todas partes. Si el petróleo viene de la grasa de los animales, entonces tendrá que ser abundante.

– No necesariamente. Hay que encontrar un equilibrio difícil. La grasa no se transforma en petróleo sin más ni más. Hacen falta condiciones de temperatura adecuadas durante un determinado periodo para que se pueda transformar en petróleo. Si el sitio donde se encuentra no es suficientemente profundo, la grasa no alcanzará la temperatura necesaria y, en consecuencia, no se transformará en petróleo. Si el sitio es demasiado profundo, la temperatura será excesivamente alta y el petróleo se transformará en gas o se destruirá. ¿Me comprende? Las condiciones adecuadas son muy específicas y delicadas. Además, en cuanto se forma, el petróleo desaparece, dado que llega inmediatamente a la superficie. Para que lo encontremos bajo tierra, es preciso también localizar una zona donde el petróleo se haya acumulado y no haya logrado subir porque se lo ha impedido un bloque impermeable. Es como si ese bloque fuese un tapón, ¿se da cuenta? El petróleo intenta subir, pero el tapón le impide la salida. El problema es que son muy raros los sitios donde estas condiciones se dan de manera simultánea, y nosotros ya los conocemos casi todos.

– ¿Realmente los conocemos?

– No lo ponga en duda. Para que haya petróleo es necesario que exista una fuente donde la grasa animal se acumula durante determinado tiempo a una determinada temperatura, de tal modo que pueda transformarse en petróleo. Hace falta también una roca porosa que permita que el petróleo suba y una piedra impermeable arriba que sirva de tapón, y que lo obligue a acumularse. Este tipo de suelo está identificado y, gracias a las modernas tecnologías de satélite, ya ha sido posible localizar todos los sitios donde se puede encontrar.

– Entonces…

– Existen en el mundo sólo seiscientos sistemas con las condiciones adecuadas para producir petróleo o gas. Cuatrocientos ya han sido o están siendo explotados; los restantes doscientos están situados en zonas de aguas profundas o en el Ártico. -Alzó el dedo-. Y tenga en cuenta que en ninguno de los doscientos que faltan por explotar hay garantías de que exista petróleo.

– Pero tal vez se pueden encontrar allí grandes cantidades, quién sabe.

Qarim meneó la cabeza.

– Es poco probable. Los doscientos sistemas que faltan son de difícil acceso y, con toda probabilidad, resultará que son pequeños. Los grandes sistemas son más fáciles de encontrar que los pequeños, razón por la cual fueron los primeros en ser descubiertos. A medida que la explotación va progresando, va disminuyendo la dimensión de los campos. Esto es algo que le puede explicar cualquier geólogo.

– ¿Y cuál es la situación de los cuatrocientos sistemas ya explotados?

– En lo que respecta a la OPEP, todo está bien. Tenemos petróleo para dar y tomar, inch Allah! Pero fuera de la OPEP existe un gran problema. -Casi entonó las palabras-. Un problema grande, muy grande.

– ¿Cómo de grande?

– Oiga: después del descubrimiento de Spindletop se comprobó que Texas estaba llena de petróleo. Después se encontraron grandes yacimientos en otras partes de Estados Unidos, como Oklahoma, y hasta en Venezuela, en México y en Rusia. Las potencias europeas se concentraron en Oriente Medio, con los británicos de la BP en Irán y los holandeses de la Shell en Iraq, seguidas por las compañías estadounidenses, que crearon la Aramco en Arabia Saudí. Pero en 1951 Irán nacionalizó la compañía británica que operaba en su territorio, ejemplo que siguieron los demás países de la región, los cuales se reunieron en 1961 para establecer la OPEP -sonrió-: la organización para la que tengo el honor de trabajar.