– Y cuya producción, según me ha dicho, se encuentra bien.
– Se encuentra muy bien, gracias a Dios. -Qarim miró hacia arriba y alabó una vez más la grandeza del Señor-. Allah u akbar! Loado sea el Señor por protegernos a nosotros que somos sus fieles seguidores, a quienes Él confía la verdadera palabra, tal como está registrada en el sagrado Corán.
– Se atusó la barba puntiaguda-. ¿Sabe cuánto petróleo hay en Oriente Medio?
– No, pero sospecho que me lo va a decir.
– Más de la mitad del petróleo que existe en el mundo, lo que quiere decir que las nacionalizaciones han dejado a las grandes compañías petroleras occidentales con menos de la mitad del petróleo existente, que recibe el nombre de petróleo no OPEP.
– ¿Petróleo no OPEP?
– Así es -golpeó nuevamente la mesa con el dedo-, y es ese petróleo el que se está acabando.
– Pero ¿cómo se está acabando?
– Se está acabando. -Qarim cogió el bloc de notas de Tomás y preparó la estilográfica-. ¿Conoce el concepto de pico?
– No.
El árabe dibujó una línea ascendente en una hoja limpia del bloc.
– Toda la producción de bienes finitos tiene un pico. La producción sube, sube, sube, hasta que alcanza la mitad y comienza a descender, como una montaña. -La estilográfica alcanzó un punto elevado en la hoja e inició la trayectoria descendiente-. Eso se llama un «pico». Cuando cruzamos el pico de producción… -alzó los ojos, sumido en una plegaria-, que Allah, el todopoderoso, tenga misericordia de nosotros.
– ¿Por qué?
– Porque eso significa que ya no podemos aumentar la producción. Por el contrario, empezamos a producir menos petróleo. -Se inclinó sobre la mesa, hacia delante-. ¿Se da cuenta del problema que eso implica? -Dibujó una nueva línea ascendente en el bloc de notas-. La demanda mundial está aumentando siempre. Hay cada vez más gente y más consumidores en el planeta. China, que antes se movía mediante la fuerza de los pedales de las bicicletas, está ahora apuntando a los automóviles. La India también. -Cruzó la línea ascendente de la demanda con una línea descendente de la oferta-. Y la producción de petróleo va bajando.
Tomás mantuvo los ojos fijos en las dos líneas cruzadas.
– Ya veo -murmuró-. Se van a disparar los precios de los combustibles.
– Van a entrar en los tres dígitos. Y, aun así, el petróleo no alcanzará para todos. Se acaba el petróleo barato y la economía mundial quedará al borde del precipicio.
– ¿Cuándo va a ocurrir eso?
– En el caso del petróleo no OPEP, el pico es inminente. En los Estados Unidos, ya ocurrió en 1970, y lo mismo ocurrió en los grandes yacimientos petrolíferos de Canadá y del mar del Norte. El mayor productor de Europa Occidental, Noruega, está a punto de entrar en el pico, lo que ocurrirá alrededor de 2010, y Rusia también se encuentra muy cerca de esa situación. Se calcula que el petróleo no OPEP alcanzará ya el pico en 2015, tal vez antes.
– ¡Dios mío!
– Y eso no es todo. Desde 1961, ha entrado en un proceso de declinación el descubrimiento de petróleo nuevo. A pesar del desarrollo de nuevas tecnologías de prospección, cada año que pasa se descubre menos petróleo. Desde 1995, el mundo consume, por lo menos, veinticuatro mil millones de barriles por año, pero apenas descubre nueve mil millones de barriles de petróleo nuevo por año.
Al oír esto, Tomás amusgó los ojos.
– Pero eso es un gran problema.
Qarim asintió con la cabeza.
– Muy grande. Cuando el petróleo empiece a faltar, la economía mundial irá cuesta abajo. ¿No se acuerda de lo que ocurrió las tres últimas veces en que la producción de petróleo sufrió rupturas abruptas? -Levantó tres dedos-. Fue durante el embargo árabe de 1974, la revolución iraní de 1979 y la guerra del Golfo de 1991. ¿Recuerda lo que le pasó entonces a la economía mundial?
– Entró en recesión.
– Exactamente. Y fíjese en que estamos hablando de efectos derivados de rupturas transitorias. -Hizo una pausa-. Transitorias. -Dejó que la palabra se asentase-. Imagine ahora los efectos derivados de una ruptura permanente, como la que ocurrirá después del pico de producción. -Una nueva pausa, sombría-. Será el fin de la civilización tal como la conocemos.
Tomás suspiró.
– Bien, eso quiere decir que tendremos que optar por una nueva forma de energía.
El árabe esbozó una expresión burlona.
– ¿Qué nueva forma de energía? ¿Volver al carbón?
– No, tendremos que conseguir otra fuente de energía.
– Pero eso es una ilusión. No hay, en este momento, otra fuente de energía capaz de sostener la actual economía mundial.
– Se descubre una nueva.
Qarim se rio, meneando la cabeza.
– Me temo que no será tan sencillo.
– ¿Por qué? Si hemos sido capaces de llegar a la Luna, seremos sin duda capaces de descubrir una nueva forma de energía.
– Tal vez, no digo que no. El problema es que aún no la hemos encontrado. El mejor candidato es, en este momento, el gas natural. Existe en abundancia y es poco contaminante.
– ¿Lo ve?
– El problema es que el gas es mucho más caro que el petróleo y su transporte desde la zona de producción es difícil. No tenga dudas de que la transposición de la economía hacia el gas natural, forzada por el fin del petróleo, tendrá efectos muy negativos en la economía mundial. Además, y a pesar de que el gas es relativamente abundante, seguimos hablando de una materia prima finita, como el petróleo.
– ¿No habrá otras alternativas?
– Está la energía nuclear. Pero sus problemas son conocidos, ¿no? Las centrales nucleares se han revelado increíblemente caras y plantean complicados problemas de seguridad, como se comprobó en Chernóbil. Y también está la cuestión de saber qué hacer con los residuos radioactivos, que contaminan todo lo que tocan y cuyo tiempo de vida puede prolongarse miles de años. Estas centrales son tan problemáticas que la mayoría de los países están incluso desactivándolas.
– Tiene que haber alguna otra solución.
– Tenemos también la energía solar y la energía eólica. Ambas son limpias, pero el problema es que siguen siendo poco eficientes y poco maleables. La célula fotovoltaica, por ejemplo, sólo transforma en electricidad una décima parte de la energía solar que recibe. Por otro lado, tanto el sol como el viento son intermitentes, no están siempre dándonos energía. En cuanto el viento se detiene, las turbinas eólicas dejan de producir energía, y lo mismo ocurre con la energía solar por la noche o cuando el cielo está nublado. Y está incluso la cuestión de que ambas son prohibitivamente caras. -Hizo un gesto enfático con la mano-. Estas dos fuentes energéticas tienen sin duda un papel que cumplir, no digo que no, pero no se debe pensar en asentar en ellas la economía mundial.
Tomás suspiró.
– Entiendo -dijo-. Entonces, ¿no tenemos salida?
– Sigue en pie la posibilidad de que descubramos un modo de alcanzar la fusión nuclear controlada, que nos traería una fuente inagotable de energía limpia.
– ¿Ah, sí?
– La dificultad es que serán necesarios unos cien años para desarrollarla.