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– Sí. Eso y la coincidencia de que los asaltos hayan ocurrido el mismo día de la muerte de los otros miembros del grupo.

– Casanova, la Policía no nos libraba de lo que nos esperaba. ¿Tú piensas que la PSP, Scotland Yard o la Interpol suponen algún impedimento para quien dispone de los vastos recursos que proporcionan los beneficios del negocio del petróleo?

– Pero ¿cuál es la alternativa, entonces?

– Desaparecer del mapa.

Tomás se quedó con los ojos fijos en su interlocutor.

– Que fue lo que vosotros hicisteis -observó entendiendo por fin la cuestión-. Pero nada de eso prueba que hayan sido los del negocio del petróleo quienes mataron a tus amigos.

– Entonces, ¿quiénes han sido?

– No lo sé. Tal vez fueron los tipos del petróleo, no digo que no. Pero no tienes pruebas.

– Los mensajes son una prueba.

– ¿Qué mensajes?

– ¿No fuiste tú quien dijo que se encontraron al lado de los cuerpos de Howard y de Blanco unos mensajes con un triple seis?

– Sí. ¿Eso qué prueba?

– Eso prueba que los asesinatos se debían a las actividades de nuestro grupo.

– ¿Por qué dices eso?

Filipe se golpeó las sienes con el dedo.

– Casanova, piensa un poco. Nuestro grupo se llamaba «Los Cuatro Caballeros del Apocalipsis». Los mensajes mostraban el triple seis. ¿No llegas a ver la relación entre las dos cosas?

Tomás asintió.

– El Apocalipsis de Juan -observó.

– Exacto -confirmó su amigo-. Son dos referencias simbólicas extraídas del último texto de la Biblia. Al dejar esos mensajes al lado de las víctimas, los asesinos estaban implícitamente relacionando las muertes de Howard y de Blanco con las actividades del grupo, dejando claro que estaban al tanto de todo.

– Tienes razón -reconoció Tomás, balanceando afirmativamente la cabeza-. Eso tiene sentido.

– Y esa relación queda reforzada por el verdadero sentido del triple seis.

– Ahora ya no entiendo. ¿Qué quieres decir con eso?

– Escucha, Casanova. Tú, que eres un experto en lenguas antiguas, dime: ¿qué es el triple seis?

– Es el número de la Bestia.

– Ese es el sentido simbólico, tal como se menciona en el Apocalipsis. Pero lo que yo quiero saber es otra cosa. Si cogemos ese número y lo desciframos, ¿qué da el triple seis?

– Usando la guematría, el 666 se transpone al Nero Kaisar, o César Nerón.

– ¿Y quién era Nerón?

Tomás se quedó cohibido con la pregunta, tan obvia le parecía la respuesta.

– Bien, era el emperador de Roma que persiguió a los cristianos.

– Sí, pero ¿qué acontecimiento lo hizo célebre, a él y a su lira?

– ¿El incendio de Roma?

Filipe golpeó la mesa con la palma de la mano.

– Eso es -exclamó-. ¿Qué significa, que Nerón es fuego? -Alzó las cejas-. ¿Y con quién comparó Séneca a Nerón?

– ¿Con el Sol?

– ¡Bien! -confirmó Filipe-. Séneca comparó a Nerón con el Sol cuando escribió: «El propio Sol es Nerón y toda Roma».

– Conozco ese poema.

– A ver si ahora llegas al jackpot: ¿qué astro tiene un nombre que, traspuesto en números mediante la guematría, presenta un triple seis como valor?

– Teitan -se rindió Tomás.

– ¡Es cierto otra vez! -apuntó en la dirección de la claridad del crepúsculo, cuyos últimos rayos se extinguían más allá de la ventana del bar-. Teitan o Titán. Uno de los nombres del Sol.

– Pero ¿qué significa eso?

– ¿No es obvio? -preguntó Filipe-. Nerón es fuego y Nerón es el Sol. ¿Qué generan el fuego y el Sol?

– ¿Calor?

– Entonces, ése fue el mensaje que dejaron los asesinos cuando soltaron esos papelitos al lado de las víctimas. El triple seis es un mensaje que concibieron los criminales para asociar los homicidios con el grupo de Los Cuatro Caballeros del Apocalipsis y para asociar los homicidios con el trabajo del grupo: el combate contra el calentamiento del planeta. ¿Cómo se hace ese combate? Creando las condiciones para acabar con los combustibles fósiles. Y de ese modo, ¿qué industria se pone en entredicho?

– La industria del petróleo.

– Exacto. -Cogió el vaso y observó el vino balanceándose en el interior-. La industria del apocalipsis. -Se mordió el labio-. Por ello, cuando tomamos conocimiento de los asesinatos y de los asaltos de nuestras casas, y cuando supimos que habían dejado el triple seis al lado de los cuerpos de nuestros amigos, lames y yo entendimos instantáneamente lo que pasaba y que sólo teníamos una cosa que hacer. -Bebió el vino tinto de un trago, como si quisiese que el alcohol borrase el instante en que habían tomado la decisión-. Desaparecer de la faz de la Tierra.

Tomás se quedó un largo rato callado, casi perplejo, inmerso en sus pensamientos, evaluando lo que se había dicho y considerando explicaciones alternativas.

– Lo entiendo todo -observó, al cabo de unos segundos-. Pero ¿llegarían esos tipos al extremo de…, de matar sólo por detener una investigación científica? Eso no tiene mucho sentido…

Filipe suspiró.

– Por el contrario, tiene absolutamente sentido.

– Pero ¿cómo?

– Escucha, Casanova. Ya te he dicho que conozco la industria del petróleo como nadie y, por ello, cree en lo que te digo: los intereses para mantener el mundo dependiente de los combustibles fósiles son vastos y poderosos. Casi todos los agentes de la economía mundial desean el mantenimiento del statu quo y consideran que cualquier cambio fundamental pone en entredicho sus intereses. Lo que es la pura verdad.

– Eso es muy vago.

– No lo es, no. Todo ello tiene nombres y rostros.

– Entonces dime cuáles.

– Mira, vamos a comenzar por los países en desarrollo en África, en Asia y en América Latina. Todas sus opciones de crecimiento económico pasan, como ya te he dicho, por el aumento del consumo de energía lo más barata posible, energía que tiende a ser muy contaminante y que se produce a partir de los componentes que más calientan la atmósfera. Estos países encaran las políticas de reducción de la emisión de dióxido de carbono como un ataque directo a su esfuerzo para escapar de la pobreza. Y como ellos dependen de energía barata, que es la más contaminante, para alcanzar el crecimiento económico, es evidente que se han convertido en opositores naturales a los esfuerzos para poner fin a la dependencia mundial en relación con los combustibles fósiles.

– Ah, sí-exclamó Tomás, acordándose de lo que su amigo le había contado media hora antes en la playa-. Por eso Kioto fracasó, ¿no?

– Ésa fue una de las razones, sí -asintió Filipe-. Pero el segundo grupo de sospechosos también tuvo mucho que ver con ese fracaso.

– ¿Quiénes?

– Los productores de combustibles fósiles.

– ¿Las petroleras?

– Sí, pero no sólo ellas. Los países de la OPEP y la industria del carbón forman con la industria petrolera un implacable triángulo de resistencia al cambio. A la cabeza de este grupo están las seis principales petroleras del globo: la Aramco saudí, la compañía iraní de petróleo, la PEMEX mexicana, la PdYSA venezolana y los dos gigantes occidentales, ExxonMobil y Shell. Cualquier sugerencia de que los combustibles fósiles nos están llevando a la catástrofe constituye una amenaza real contra el negocio de este grupo. En consecuencia, sus miembros reaccionan de modo implacable a esa amenaza, utilizando gigantescos recursos financieros, políticos y diplomáticos para silenciar tales sugerencias.

Tomás arrancó un trozo de carne del pincho, lo puso sobre el pan y lo mordió.

– ¿Qué hicieron ellos en concreto? -preguntó mientras masticaba.