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– Entonces 2,5 billones es mucho.

– Claro que lo es -confirmó el geólogo-. Esta estimación suma 1,6 billones de reservas probadas, la mitad de ellas en Oriente Medio, con novecientos mil millones de barriles de petróleo aún sin descubrir.

– Con todo ese petróleo aún sin utilizar, ¿cuándo se llegará al pico?

Filipe frunció el ceño, haciendo las cuentas mentalmente.

– Veamos: el mundo consume actualmente más de ochenta millones de barriles por día, ¿no? -Dibujó los números en el aire, como si así los pudiese visualizar-. Si el consumo sigue creciendo a un índice del dos por ciento al año, los 2,5 billones de barriles deberán alcanzar el pico en…, en…, déjame ver…, alrededor de 2030.

– ¿En 2030?

– Año más, año menos.

– Entonces, ¿cuál es el problema?

Su amigo forzó una sonrisa.

– Estos números son falsos.

– ¿Falsos? Pero ¿no has dicho que eran la estimación de una de las agencias petroleras más respetadas del mundo?

– Sí, pero eso no impide que sean falsos.

– ¿Cómo puedes decir eso?

– Por dos motivos. Primero, porque son los estadounidenses quienes hacen esa afirmación. Como ya te he explicado alguna vez, los intereses del petróleo dominan el poder político en Estados Unidos y todo lo que dice una agencia estadounidense debe ser visto a la luz de esa realidad. Por ejemplo, el US Geological Survey, que ahora calcula que aún hay abundante petróleo en el planeta, es el mismo US Geological Survey que, en la década de los noventa, presentó una estimación pesimista de las reservas petrolíferas existentes en el Ártico. ¿Sabes lo que ocurrió después?

– Hmm …

– Los intereses del petróleo reaccionaron y la agencia tuvo que borrar la estimación pesimista y sustituirla por una más optimista. -Le guiñó un ojo-. ¿Entiendes ahora?

Tomás meneó la cabeza, incrédulo.

– No creo que sea tan así.

– Puedes creerlo -le aseguró su amigo-. Hay incluso una anécdota que circula en los ambientes del mundo del petróleo sobre el modo en que las agencias estadounidenses recluían a su personal. ¿Quieres oírla?

– Cuéntamela.

– El US Geological Survey necesitaba contratar a un empleado y, un día, decidió entrevistar a tres candidatos: un geólogo, un geofísico y un analista de reservas petrolíferas. Les preguntó a los tres: ¿cuánto es dos más dos? El geólogo respondió: cuatro. El geofísico respondió: veintidós. Cuando le tocó el turno al analista de reservas petrolíferas, el hombre llamó al entrevistador a una sala contigua, cerró la puerta y las ventanas, desconectó los teléfonos, y después, en voz muy baja, le susurró: ¿cuánto quiere usted que sea? Lo contrataron.

Los dos hombres se rieron.

– Muy bien -dijo Tomás, de buen humor-. Ya he entendido que no se puede confiar en las agencias estadounidenses. ¿Y cuál es la otra razón para que desconfíes cuando dices que los números no son verdaderos?

– El segundo motivo por el cual la estimación de los 2,5 billones de barriles es falsa se vincula con el propio análisis de ese número. Fíjate: el cálculo de la existencia de 2,5 billones de barriles de petróleo en el planeta parte de la suma de reservas probadas y de recursos sin descubrir, ¿no? Las reservas probadas son, según el US Geological Survey, de 1,6 billones de barriles. El problema es que, cuando hablamos de reservas probadas, estamos hablando de datos que proporcionan los países productores, información que, en el caso de la OPEP, tiene una fiabilidad muy dudosa, como ya te he explicado. Por ejemplo, a finales de la década de los ochenta, seis de los mayores productores de la OPEP añadieron de repente más de trescientos mil millones de barriles a sus reservas colectivas. Pero sólo se aumenta la cantidad de petróleo en reserva en dos situaciones específicas: cuando se hacen nuevos descubrimientos o cuando nuevas metodologías de evaluación de reservas revelan que existe, en un determinado campo, más petróleo del que se pensaba. El problema es que, en ese periodo, ninguno de esos seis países de la OPEP anunció nuevos descubrimientos importantes de petróleo, ni las tecnologías de evaluación de reservas sufrieron ninguna evolución significativa.

– Entonces, ¿cómo han descubierto ellos que sus reservas eran mayores de lo que se pensaba?

– Buena pregunta -exclamó Filipe-. Esos países alegaron que sólo estaban corrigiendo un error del pasado. Pero sospecho que la verdad es otra. En 1985, la OPEP resolvió que cuanto mayores fueran las reservas de un país, más petróleo podría exportar ese país. O sea, tendría más beneficios. Acto seguido, todos se pusieron a aumentar administrativamente sus reservas.

Tomás se rio.

– Pero ¿ellos pueden hacer eso?

– No sólo pueden: lo hicieron. ¿Quién los controla? Los datos de la OPEP son secretos y no hay forma de cotejarlos. Si ellos dicen que tienen mil trillones de barriles de reserva, ¿quién puede afirmar lo contrario? No hay inspecciones independientes…

– Pero ¿estás realmente seguro de que ese aumento fue administrativo?

– Ah, Casanova, no seas ingenuo. Fíjate en el caso de Iraq, por ejemplo. Iraq fue uno de los seis países que, de un día para el otro, aumentó milagrosamente las reservas petrolíferas. Analizando este caso en detalle, comprobamos que, desde 1980, los iraquíes han cuadruplicado el valor de sus reservas. -Hizo una mueca-. Pero ¿cómo es posible eso si el país pasó todo ese tiempo en guerra o sujeto a embargos de petróleo?

Tomás consideró la objeción.

– Realmente…

– Por tanto, ya no hay mucho más que decir sobre la Habilidad de los datos relativos a las reservas probadas -concluyó Filipe-. Veamos ahora la aún más dudosa situación del petróleo sin descubrir. Como ya te he dicho, el petróleo es un producto raro y hay sólo doscientos sistemas en el mundo que permanecen inexplorados. Las estimaciones parten del principió de que casi todos esos sistemas tienen petróleo, pero eso no es necesariamente verdad. Lo cierto es que no sabemos qué hay allí, dado que, como la propia definición indica, esos sistemas permanecen inexplorados. -Alzó el dedo-. Hay algo, no obstante, que yo sé a ciencia cierta. Se hace cada vez más difícil encontrar nuevos campos de petróleo. Los mayores, porque eran más fáciles de descubrir, ya están localizados. Estamos ahora encontrando sólo los más pequeños, que escaparon a los escrutinios anteriores. Y desde 1961, las compañías petroleras descubren menos petróleo cada año que pasa. Desde 1995, el mundo gasta un mínimo de veinticuatro mil millones de barriles por año, pero sólo se están descubriendo nueve mil millones de barriles de petróleo nuevo por año. -Fijó la mirada en un punto indefinido de Pitt Street-. En realidad, el petróleo existente en el mundo fuera de la OPEP deberá rondar el billón de barriles.

– ¿Un billón? ¿Esa cantidad da un pico para cuándo?

– Para dentro de poco. Nosotros vamos a estar vivos y nos tocará verlo.

– Pero ¿cuándo será el pico?

Filipe suspiró.

– Entre 2010 y 2015.

– Ésa es también la estimación de Qarim.

– Puedo equivocarme en dos o tres años, pero ésta es la fecha de referencia para el pico del petróleo no OPEP.

Una multitud se aglomeraba en medio de Pitt Street, rodeando a dos malabaristas que hacían un arriesgado número con botellas. Se oían unos «aaah» y unos «oooh» sucesivos, a veces sonaban aplausos; eran los mirones que reaccionaban a las emociones del espectáculo callejero. Pero los dos amigos pasaron por ese sitio como si nada ocurriese, sin lanzar siquiera una mirada de reojo, totalmente absortos por el problema que los ocupaba en aquel instante.

– Hay algo que no llego a entender -observó Tomás.

– Dime qué es.

– Si la situación es tan crítica, ¿cómo es posible que aún no hayan reaccionado los mercados? Quiero decir: basta con que haya una tormenta más fuerte en el golfo de México y, upa, el precio del petróleo se dispara. Los mercados siempre se han revelado hipersensibles a las mínimas fluctuaciones en el abastecimiento, aun cuando esas fluctuaciones sean manifiestamente temporales, como es el caso de los perjuicios que causan las tormentas. Siendo así, ¿cómo es posible que aún no hayan reaccionado ante tan tremenda situación? -Meneó la cabeza-. No tiene sentido.