– Los mercados aún no han llegado a sentir pánico por un motivo muy sencillo -dijo Filipe-. Se trata de la confianza existente acerca de las reservas disponibles en Oriente Medio. Los mercados creen que Oriente Medio aún posee reservas increíbles de petróleo, cantidades tan elevadas que pueden, en cualquier momento, cubrir una eventual ruptura en la producción de otros países. Existe en los mercados la convicción generalizada de que Arabia Saudí y Kuwait disponen de pozos que no se están usando y que pueden volverse operativos de un momento a otro. Eso se llama spare capacity o capacidad de reserva.
– ¿Estás diciendo que el mercado cree que nunca habrá reducción en el abastecimiento?
– Eso mismo -asintió el geólogo-. Debido a la capacidad de reserva de la OPEP. -Frunció el ceño-. El problema es que, si nos fijamos bien, esta capacidad de reserva es un arma de doble filo. A medida que cae la producción del petróleo no OPEP, los países de la OPEP aumentan su producción, e impiden que haya ruptura en el abastecimiento. En consecuencia, los precios se mantienen estables y así no sirven como sistema de aviso. Por otro lado, es bueno recordar que el precio de un producto sólo refleja la escasez o abundancia de ese producto si estamos operando en un mercado libre.
– ¿Y no lo estamos?
– En el caso del petróleo, no. La OPEP impide que el sistema funcione en libertad.
– ¿En qué sentido?
Filipe hizo una pausa, cavilando sobre la mejor forma de explicar el funcionamiento del negocio.
– Mira, imagina que el mercado del petróleo fuese libre y que todo el petróleo existente estuviese accesible a todos -propuso-. En una situación como ésta, lo normal sería que las compañías petroleras vendieran primero el petróleo más accesible, justamente por ser más barato de producir y por ser de mejor calidad frente a la competencia, ¿no?
– Claro.
– A medida que ese petróleo accesible se fuera agotando, las compañías se inclinarían por el petróleo más inaccesible, de producción más cara. En esas circunstancias, los precios irían subiendo gradualmente, según los crecientes costes de producción, y darían a los consumidores y a los Gobiernos un aviso a tiempo, útil para comenzar a consumir menos y buscar fuentes alternativas de energía.
– ¿Y por qué eso no funciona así?
– Justamente porque el mercado no es libre. Para que el mecanismo de los precios funcione, es fundamental que se tenga acceso libre al petróleo barato. El problema es que el petróleo barato está en manos de la OPEP, que ha envuelto todas sus operaciones en un manto de secreto y ha sometido su producción a cuotas.
– Cuando hablas de petróleo barato, ¿de qué estás hablando exactamente? ¿Qué tipo de petróleo es ése?
– El petróleo más barato del mundo es el iraquí, seguido por el saudí. Iraq y Arabia Saudí disponen de campos increíbles, en los que basta con hacer una perforación y… ¡puf!, el petróleo comienza a manar como de una fuente. En esos países es tan fácil acceder al petróleo que su extracción se vuelve muy barata, ¿entiendes?
– Pero ¿de qué valores estamos hablando?
– Para que te hagas una idea: Rusia gasta quince dólares para extraer un solo barril de petróleo. Para la misma cantidad de petróleo, Arabia Saudí necesita sólo un dólar y medio. O menos.
– ¡Caramba!
– Como la OPEP impone límites a su propia producción, lo que ocurre es que el mundo está recurriendo primero al petróleo caro. Las implicaciones son obvias. Acabándose el petróleo caro, entra en el mercado el petróleo barato, lo que significa que se ha invertido la lógica del mercado y los precios no sirven como sistema de alerta. El precio del petróleo se mantiene relativamente bajo debido a este fenómeno, ¿entiendes? La falta de libertad del mercado oculta así los graves problemas de producción y abastecimiento que se avecinan.
– Ahora lo entiendo.
Filipe siguió concentrado.
– Pero incluso este efecto comienza a amortiguarse. Un barril de petróleo costaba solamente diez dólares en 1998 y, apenas unos nueve años después, ese valor ascendió a los noventa dólares. El problema es que laspare capacity, que era de ocho millones de barriles por día en 1987, se ha reducido ahora casi a cero, debido a que la demanda ha aumentado más que la oferta. La prueba es que ha bastado una ligera caída de producción, después de los dos huracanes de 2005, el Katrina y el Rita, para provocar el caos en el precio del petróleo. Que los mercados reaccionaran así frente a una caída de producción tan pequeña, es una señal evidente de que ya no existespare capacity. -Fijó los ojos en el suelo, sombrío-. Cuando la producción entre efectivamente en quiebra, el mundo será pillado por sorpresa.
Se acercaron a Liverpool Street. El geólogo señaló el edificio de la esquina de enfrente. Era un edificio moderno, lleno de ventanas a uno y otro lado.
– ¿Es tu hotel? -preguntó Tomás.
Su amigo asintió.
– Quiero mostrarte una cosa -dijo, inmóvil en la acera-. ¿Sabes?, el gran problema no es saber si el petróleo se va a acabar, porque no hay forma de evitar que así suceda. El gran problema es saber si recibiremos a tiempo el aviso de que se ha acabado y si tendremos capacidad de prepararnos para esa situación.
– ¿Lo que me quieres mostrar está relacionado con ese problema?
– Sí.
Miraron alrededor y no captaron nada sospechoso. Cruzaron la calle, traspasaron la entrada del hotel, y lo primero que vio Tomás fueron las cinco estrellas indicadas en la puerta.
– Vaya, qué bien te tratas.
Habituado a los lujosos circuitos del mundo del petróleo, Filipe no respondió. Se dirigió a la recepción y pidió acceso a la caja fuerte. El recepcionista lo invitó a entrar en un compartimento privado, y ambos desaparecieron por una puerta lateral, claramente una zona de seguridad reforzada. Tomás se quedó deambulando frente a la recepción, apreciando el mármol crema pulido que relucía en el suelo y las hermosas alfombras en la sala de los sofás, pero no esperó mucho tiempo; poco después, su amigo y el recepcionista reaparecieron en el vestíbulo. Filipe llevaba en la mano una pequeña carpeta de cartulina azul bebé.
– Aquí está -dijo él mostrándole la carpeta con un movimiento sutil.
– ¿Qué es eso?
– Es el secreto.
– ¿Qué secreto?
– El secreto que le robé a la OPEP.
Capítulo 29
Se instalaron en el bar del hotel, junto a un cartel en el que se anunciaba para esa noche la compañía musical de una cantante estadounidense cuyo principal atributo era la «gracia angelical». El Avery's Bar estaba casi desierto; la mayoría de los clientes habían salido del hotel, y los que se habían quedado parecían preferir, a aquella hora, el restaurante contiguo. Satisfecho con el ambiente tranquilo a la media luz del bar, Filipe encargó un saté de gallina Balinese style, mientras que Tomás se inclinó por una ensalada de cordero y sésamo Thai style, que ambos completaron con un pedido de cerveza australiana.
– Esto es sólo algo ligero, antes de que salgamos -dijo Filipe-. Tenemos tiempo para conversar, pero no mucho.