– Bien, pero esa perspectiva no es efectivamente posible, ¿no es verdad? -comento Tomás-. Al fin y al cabo, las reservas de Arabia Saudí son nuestra válvula de seguridad.
– Es lo que dice Arabia Saudí.
– ¿Y hay alguna razón para ponerlo en duda?
El geólogo torció la boca.
– Casanova, voy a decirte lo mismo una vez más. ¿Cómo sabemos que Arabia Saudí tiene tanto petróleo si los datos relativos a su producción son secretos de Estado y las raras informaciones que los saudíes divulgan siguen sin poder cotejarse?
– Pero ¿hay alguna razón para plantear dudas sobre la veracidad de esas raras informaciones?
Filipe se mantuvo un instante callado, como si estuviese reflexionando sobre la mejor manera de decir lo que tenía que decir.
– Casualmente la hay.
Tomás abrió la boca, entre sorprendido y alarmado.
– ¿Cómo?
Su amigo abrió la carpeta de cartulina azul bebé y sacó unos folletos impresos a color que le mostró a Tomás.
– ¿Sabes qué es esto?
El historiador examinó los folletos. Estaban impresos en un buen papel, con hermosas imágenes de pozos de petróleo y maquinaria sofisticada en funcionamiento en las arenas del desierto. El texto estaba escrito en inglés y lo encabezaba la imagen de la que parecía una estrella brillando en un cuadrado verde y azul, con una frase en árabe al lado y «Saudi Aramco» debajo.
– Es un folleto, ¿no?
– Sí, son folletos de la Aramco, la compañía petrolera de Arabia Saudí. Los conseguí en un despacho de relaciones públicas del Ministerio del Petróleo, en Riad.
Tomás volvió a observar los folletos.
– ¿Y qué tienen estos folletos de especial?
– ¿Has visto ya el texto?
El historiador leyó un poco.
– No veo nada anormal -dijo-. Habla de la alta tecnología que usa Arabia Saudí para explotar el petróleo, recurriendo a técnicas muy avanzadas y sofisticadas. -Alzó los ojos-. Si quieres que te diga, hasta me deja más tranquilo.
– Claro que te deja tranquilo. Cualquier lego que lea esto no puede dejar de sentirse impresionado por la inversión tecnológica que han hecho los saudíes para asegurar el abastecimiento energético del planeta.
– Entonces, ¿cuál es el problema?
– El problema, amigo, es justamente esta inversión tecnológica.
– ¿Qué tiene de especial esa inversión?
Filipe suspiró.
– ¿Te acuerdas de que te dije que el petróleo saudí es el segundo más barato del mundo?
– Un dólar y medio el barril, ¿no?
– O menos. ¿Por qué razón es tan barato?
– Bien, si no recuerdo mal lo que explicaste hace poco, tiene que ver con las características de la producción. En Arabia Saudí, basta con hacer una perforación y el petróleo mana como de una fuente.
El geólogo cogió el folleto que sostenía Tomás y señaló la fotografía de la cubierta, que exhibía maquinaria instalada en el desierto.
– Si es así, ¿por qué razón necesitan los saudíes recurrir a este tipo de tecnología tan sofisticada? -Arqueó las cejas-. ¿Eh?
– No lo entiendo.
– Casanova, el petróleo de Arabia Saudí siempre ha sido muy fácil de explorar. Basta, en efecto, con hacer un hoyo y comienza a saltar hacia fuera como champán. ¿Por qué razón, en este caso, a Aramco le ha dado por invertir fuertemente en alta tecnología para extraer el petróleo?
Tomás se encogió de hombros.
– Qué sé yo.
– Un lego no repara en este tipo de cosas, pero un geólogo sí, sobre todo si está familiarizado con las especificidades de la extracción de petróleo. -Golpeó el folleto con el dedo-. Sólo hay una explicación que aclare por qué los saudíes están invirtiendo en tecnología muy sofisticada para extraer petróleo del desierto.
– ¿Cuál?
– El petróleo ha dejado de manar como de una fuente.
Se hizo el silencio por un momento.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Lo que quiero decir es que estos folletos de propaganda revelan inadvertidamente algo muy inquietante: el petróleo de Arabia Saudí ya no está fluyendo con la facilidad de antes.
Tomás se quedó reflexionando sobre este argumento.
– Ahora lo entiendo.
– Cuando vi estos folletos por primera vez, en el Ministerio del Petróleo, en Riad, pronto se pusieron a sonar las sirenas de alarma en mi cabeza. Algo está pasando en Arabia Saudí y nadie se entera de nada. -Se acomodó en el sofá-. Fíjate, Casanova, en que todos los modelos internacionales de abastecimiento energético parten del presupuesto de que el petróleo saudí es tan abundante y barato que podrá responder a la demanda mundial hasta, por lo menos, el año 2030.
– ¿2030? ¿No eran cien años?
– Cien años es una fórmula para patanes. El horizonte de 2030 parece más realista y la verdad es que los saudíes alientan a los mercados para que crean en esa fecha. Al mismo tiempo, no obstante, siempre han estado impidiendo la comprobación independiente de sus reservas. Afirman poseer reservas probadas de doscientos sesenta mil millones de barriles, pero la contribución de cada campo petrolífero a esta meta se trata como un secreto militar. Fíjate en que nosotros ni siquiera nos enteramos de cuánto petróleo produce exactamente el reino y nos encontramos ahora en la delicada situación de tener que confiar nuestro destino global a un país que asegura tener valores extravagantes e indemostrables de producción petrolera. -Cogió el folleto de la mesa y lo movió de un lado a otro-. Y, en medio de todo esto, me encuentro con folletos que revelan indirectamente que el petróleo ya no fluye en Arabia Saudí con la facilidad de antes. Por ello, cuando vi estos folletos, empecé a intentar romper con el bloqueo de información y me puse a llamar a todas las puertas. -Acarició la carpeta de cartulina-. Hasta que tuve el golpe de suerte que ya te he descrito y logré hacerme con estos documentos técnicos.
– ¿Qué revelan?
Filipe se inclinó hacia delante y fijó los ojos en Tomás.
– La verdad, Casan ova -dijo con un tono críptico-. La verdad.
Capítulo 30
El camarero apareció manteniendo una bandeja en equilibrio con la yema de los dedos, y Filipe se vio obligado a poner la carpeta de cartulina sobre el sofá vacío de al lado, como para hacer espacio en la mesa. El australiano depositó delante de los clientes las dos jarras de cerveza y los platos indonesio y tailandés que le habían encargado y, después de un «enjoy, mates» con acento fuertemente australiano, se alejó tan deprisa como había venido.
– No está mal, ¿no? -comentó el geólogo, después de probar un trozo del saté balinés.
– Buena comida, sí -confirmó Tomás-. Pero aún no has respondido a mi pregunta.
Su amigo acarició la cartulina apoyada en el sofá vecino.
– ¿Quieres saber qué guardo en esta carpeta?
– Sí.
Filipe hizo girar el tenedor en el aire, con un trozo de carne sazonada clavado en la punta.
– Sólo puedes entender lo que hay aquí si tienes una noción exacta de lo que es el petróleo saudí y de cómo funciona la ingeniería implicada en su extracción.
– Por lo que me has contado, no hay nada más sencillo. Se hace un hoyo y el petróleo salta hacia fuera.
El geólogo se rio.
– En líneas generales, es así -confirmó-. El petróleo se descubrió en Arabia Saudí en 1938, en un lugar llamado Daininam. Los campos eran tan abundantes que los geólogos estadounidenses llegaron a detectar pozos mientras sobrevolaban el desierto en avión, fíjate.
– ¿Eso es posible?