– ¿Te estás refiriendo al tenor del agua?
– Sí, al water cut.
– ¿Y cómo ha evolucionado el problema?
Se detuvieron frente a una puerta y una tarjeta magnética se materializó entre los dedos de Filipe. La introdujo en la ranura y la puerta de la habitación hizo clic.
– Como ya te he dicho, el agua apareció en Ghawar en los años setenta -indicó entrando en la habitación-. Desde entonces, su porcentaje con respecto al petróleo no ha parado de aumentar… y a una velocidad alarmante.
– Pero ¿cuánto?
Filipe apoyó la carpeta en la cama, se sentó en el borde, e invitó a Tomás a acomodarse en un sillón junto al escritorio.
– El water cut se cifraba ya en el veintiséis por ciento en 1993, y de entonces en adelante hubo que buscar formas de salir del atolladero -dijo prosiguiendo el razonamiento-. Tres años después, ya estaba en el veintinueve por ciento, y en 1999 en un treinta y seis por ciento. La situación amenazaba con descontrolarse por completo y la Aramco decidió abrir nuevos pozos, para ver cómo sortear el problema. Pero al cabo de algunos meses también ellos empezaron a extraer agua. -Colocó la palma de la mano por encima de los ojos-. El agua apareció incluso en depósitos situados en puntos elevados, adonde no era previsible que llegase tan deprisa.
– ¿Y qué hicieron los saudíes?
– Empezaron a sentir que perdían la cabeza, claro. Para salir del paso, la Aramco recurrió a la alta tecnología y a nuevas técnicas de pozos horizontales.
– ¿Y resultó?
– Los informes ya no abarcan el periodo posterior. Pero, en 2005, logré sobornar en Viena a un empleado saudí que se endeudó por el juego y que me dio informaciones más actualizadas sobre el preocupante water cut de Ghawar. Por lo que parece, recurrir a nuevas técnicas sofisticadas le permitió a la Aramco bajar el porcentaje de agua al treinta y tres por ciento en 2003. -Meneó la cabeza-. Pero fue una acción de corto alcance. La tendencia volvió a invertirse y, en 2005, el water cut ya estaba en el cincuenta y cinco por ciento, con varios pozos que subieron en sólo dos años de un veinte por ciento a un valor absolutamente alarmante, algo impensable.
– ¿Cuánto?
– Setenta por ciento.
– Dios mío -se asombró Tomás, con los ojos desorbitados-. ¿Sólo en dos años?
– En un lapso de dos a cinco años, según los casos.
– ¿En Ghawar?
– Sí.
– Pero ¡eso es…, es catastrófico!
– Puedes estar absolutamente seguro. Observando los datos, se llega a la conclusión de que el pico de producción de Ghawar fue el récord de cinco millones setecientos mil barriles diarios en 1981. Desde entonces, este coloso no volvió a producir nunca más tanto petróleo en un solo año. Ghawar alcanzó el pico a principios de los años ochenta y, gracias al aporte de las nuevas tecnologías, se encuentra ahora en la altiplanicie de la producción. Pero, atención, las nuevas tecnologías son un arma de doble filo. Por un lado, es verdad que ayudan a mantener la producción elevada, pero, por otro, aceleran el vaciamiento de los depósitos y la disminución de la presión respectiva.
– ¿Cuánto tiempo se va a mantener esta altiplanicie de producción?
Filipe se acarició la barbilla.
– Nadie lo sabe -dijo taciturno-. Todo indica, no obstante, que el declive es inminente y una cosa es segura: cuando comience, será inesperado y brutal.
– ¿Qué significa eso de inminente?
– Escucha, Casanova. -Abrió las dos manos delante del rostro, como si exhibiese un cuadro-. Mira la imagen general del problema. El petróleo no OPEP está cerca del pico, que se prevé para 2015, año más, año menos. Esto significa que la gran esperanza en cuanto al futuro energético del mundo está depositada en el petróleo de la OPEP. El problema es que la mayor parte de los países de la OPEP ya han cruzado el pico, como es el caso de Irán, Iraq, Kuwait, Yemen, Omán y Nigeria. La salvación reside entonces en Arabia Saudí, cuya producción, según acabamos ahora de descubrir, se asienta en definitiva en un puñado de viejos campos petrolíferos muy explotados. Todos ellos ya han cruzado el pico de producción y registran elevadísimos tenores de agua en la extracción, indicio seguro de la avanzada degradación de las operaciones. Las cosas parecen ahora depender del funcionamiento de Ghawar, pero la información técnica sobre este campo es muy preocupante. Analizando la producción de los campos supergigantes fuera de la OPEP que ya han cruzado el pico, como es el caso de Brent, Oseberg, Romashkino, Samotlor o Prudhoe, por ejemplo, se comprueba que la altiplanicie de producción de los mayores reservorios tiende a durar unos diez años. Siendo el único supergigante del mundo, es plausible que Ghawar tenga una altiplanicie más larga. Pero es importante que recordemos que este campo descomunal alcanzó el récord de producción en 1981 y que entró en altiplanicie desde entonces. -Hizo una pausa-. Frente a este panorama, ¿qué quieres que te diga? -Arqueó las cejas-. ¿Eh?
Se hizo el silencio mientras Tomás asimilaba todo aquello, e intentaba abarcar todo lo que implicaba.
– ¿No era el petróleo saudí el que iba a durar muchos años? -preguntó casi con miedo.
– Tal vez dure cien años, no lo sé. Lo que no va a durar mucho, ciertamente, es la alta tasa de producción actual. Eso implica que el mercado tendrá en breve mucho menos petróleo disponible, en un momento en que la demanda está aumentando exponencialmente. ¿Y sabes lo que eso significa?
– Que el precio del petróleo va a alcanzar los tres dígitos.
– Tan cierto como que dos y dos son cuatro -sentenció Filipe-. La era del petróleo barato se está acabando. La reducción de la oferta y el aumento de la demanda van a hacer subir el precio del petróleo hasta valores hasta ahora impensables. Y lo peor es que este proceso ya ha comenzado. El petróleo costaba en 1998 diez dólares por barril y, en menos de diez años, se ha puesto nueve veces más caro. Cuando el petróleo cueste trescientos dólares por barril, por ejemplo, necesitarás unos trescientos euros sólo para llenar el depósito de tu automóvil.
– Tendré que ir a pie.
– Debes de estar bromeando -se rio su amigo-. La actual economía mundial no se sostiene con las personas que andan a pie. Pero la verdad es que el petróleo se pondrá caro para todo, no sólo para el depósito de tu automóvil, lo que significa que los autobuses, los trenes y el metro también serán diez veces más caros. En resumidas cuentas, mucha gente acabará por comprobar que, lisa y llanamente, no tendrá dinero para moverse, el salario no llegará para pagar el transporte hasta el trabajo. Y los transportes, amigo, son sólo la punta del iceberg. Lo cierto es que, para fabricar un automóvil o un frigorífico, hacen falta hornos, y los hornos se alimentan sobre todo de combustibles fósiles. Lo que quiero decir es que el petróleo más caro conlleva productos más caros. Pero ¿qué nombre tiene este fenómeno de la subida generalizada de los precios?
– ¿Inflación?
– Galopante, Casanova. -Suspiró-. En la historia reciente de los Estados Unidos, por ejemplo, ha habido sólo tres periodos en que la tasa de inflación alcanzó los dos dígitos: entre 1917 y 1920, en la década de los cuarenta y entre 1974 y 1981. ¿Sabes lo que tuvieron en común estos tres periodos? La falta de petróleo. Y las cinco recesiones que se produjeron desde 1973 estuvieron precedidas por la subida del precio del petróleo. Los economistas se dedicaron a analizar estos números con lupa y descubrieron que la inflación había alcanzado los dos dígitos siempre que los costes energéticos llegaban al diez por ciento del PIB. Claro que si esto ocurre en momentos de carencia coyuntural de petróleo, imagina lo que ocurrirá cuando esa carencia se haga permanente.