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La tensión producida por la discusión pendiente era como una cuerda que se tensara entre ellos. Pero no era el momento ni el lugar apropiado para continuar con ella. El esperó a que Em regresara del fregadero y la siguió de vuelta al salón.

Ella fue muy consciente de él durante todo el rato. Lo sentía de la misma manera que se presiente una tormenta inminente, como una oscura y poderosa energía en el aire que esperaba descargar sobre ella. Jonas nunca se alejó demasiado mientras Em ejercía su papel de posadera y circulaba entre la gente allí reunida.

El resto de la tarde pasó con rapidez. Aunque muchos le preguntaron sobre la terrible experiencia que había sufrido, ella eludió todas las preguntas con una sonrisa y una respuesta alegre; en lo único que podía pensar era en la discusión que tenía pendiente con Jonas.

Todos sus instintos le decían que esa discusión sería, no sólo importante, sino fundamental para su decisión de casarse con él. No sabía exactamente de qué modo afectaría eso a su relación, pero cuando por fin cerraron la posada por la noche y oyeron el sonido de los pasos de Edgar que se alejaba por el patio, ella estaba más que dispuesta a subir las escaleras hacia sus aposentos y aclarar las cosas con el caballero que le pisaba los talones.

Em abrió la puerta de su salita y le precedió al interior. Se detuvo en medio de la estancia y, estaba a punto de girarse para enfrentarse a él, cuando notó la firme mano de Jonas en la parte baja de la espalda, empujándola hacia delante, hacia la puerta abierta del dormitorio.

Ella se puso rígida, pero no opuso resistencia. No importaba el lugar que eligieran para hablar, y Em no deseaba distraerse por tonterías cuando debía mantener la calma y centrarse en la discusión que se avecinaba.

Los dos se detuvieron en medio del dormitorio. Em agradeció para sus adentros que él hubiera traído la vela de la salita. Esperó mientras la colocaba en el tocador, desde donde emitió una luz lo suficientemente brillante como para poder verse las expresiones de las caras.

Jonas se irguió y la miró.

– Antes de que digas nada, quiero dejar claro que no cuestiono que quisieras pagar el rescate… Comprendo perfectamente tus razones para hacer lo que fuera necesario para salvar a las gemelas. Por supuesto que lo hago. -Metió las manos en los bolsillos y clavó sus ojos oscuros en la cara de Em-. En lo único que no estoy de acuerdo es en por qué no me dijiste nada sobre la desaparición de las niñas, de la petición del rescate y lo que pensabas hacer al respecto.

Los ojos de Jonas parecieron arder mientras le sostenía la mirada. Em estaba segura de que no era producto de su imaginación que su cara pareciera más dura, que los ángulos fueran más afilados y sombríos.

– Me lo prometiste. Me prometiste que compartirías todos tus problemas conmigo, y que yo te ayudaría a cargar con ellos. La razón por la que te pedí que me hicieras esa promesa es muy sencilla: tú eres importante para mí. -Sacó las manos de los bolsillos y respiró hondo, exhalando lentamente el aire antes de continuar-: No sólo eres importante, eres vital, crucial, fundamental para el resto de mi vida. Te necesito, y si no paso el resto de mi vida contigo, ésta dejará de tener sentido para mí.

El no parecía saber qué hacer con las manos y no hacía más que cerrar los puños a los lados.

– Te amo, Em. Por eso te pedí que me prometieras eso, por eso necesitaba que cumplieras esa promesa. Pero a las primeras de cambio, la rompiste. -La expresión de Jonas no podía ser más desoladora-. No confiaste en mí.

– ¡Espera! -Ella alzó una mano-. Detente ahora mismo. -Em le miró con los ojos entrecerrados-. ¿Realmente piensas que no te lo conté, que acudí sola a enfrentarme a Hadley porque no confío en ti y no tengo fe en tu amor?

La expresión de Jonas era ilegible, pero después de que ella esperara un buen rato, el acabó asintiendo de mala gana con la cabeza.

Em bajó la mano y aspiró aire, que soltó con un sonido ahogado.

– ¡Pues te equivocas! La única razón por la que no te hablé de la desaparición de las gemelas y de la petición de rescate, aunque te dejé una nota que debías descubrir más tarde, es porque confío en ti. -Le lanzó una mirada airada-. Porque confío en tu amor, y porque sé cómo reaccionas a cualquier situación que pueda suponer un peligro potencial para mí. -Se señaló el pecho con un dedo, observando con satisfacción la cautelosa y confusa expresión que inundaba los ojos oscuros de Jonas-. ¡Yo! -Se señaló otra vez-. Tengo completa fe en ti y confiaba total y ciegamente en el hecho de que harías cualquier cosa, incluso luchar, para proteger mi vida. Pero esta vez no podía permitirlo. Esta vez tenía que arriesgar mi vida para salvar a mis hermanas, a las que quiero y protejo, porque siento por ellas lo mismo que tú sientes con respecto a mí.

»Así que, ya ves, los dos queremos proteger a los que amamos. -Em volvió a respirar hondo, resuelta a llegar hasta el fondo de aquel espinoso asunto ahora que ya habían empezado-. Si yo puedo aceptar, reconocer y comprender el hecho de que tú me amas y que por tanto quieres protegerme, tú tienes que aceptar, reconocer y comprender lo mismo por mi parte.

Los ojos de Jonas eran dos lagos oscuros e insondables y su expresión no decía nada.

– ¿Qué?

Em alzó las manos en el aire.

– ¡Te amo, Jonas! Y eso quiere decir que siento lo mismo que tú sientes por mí. Quiere decir que no seré alguien que se someta de buena gana a tus órdenes, que se esconda en un rincón como una cobarde mientras alguien intente hacerte daño… Que te protegeré de la misma manera en que tú me proteges a mí.

Todas las emociones de Em parecían escapar por cada poro de su piel. Dio un paso adelante y meneó el dedo bajo la nariz de Jonas.

– Si nos casamos, no voy a hacer todo lo que tú me digas.

A Jonas se le curvaron los labios en una sonrisa. Intentó contenerla, intentó sostenerle la mirada, pero fracasó.

Em entrecerró los ojos hasta que no fueron más que un par de rendijas.

– No te atrevas a reírte. Esto no es una broma.

Jonas no pudo reprimir una sonrisa de oreja a oreja. Trató de abrazarla mientras soltaba una carcajada.

– Lo siento. -La cogió entre sus brazos. Ella se lo permitió, aunque seguía estando rígida. Jonas la rodeó con los brazos y la estrechó contra sí-. Yo… -Respiró hondo, conteniendo el aliento, luchando por reprimir sus inoportunas risas. No había manera de medir el alivio que se mezclaba con ellas.

«Si nos casamos…» Em le amaba, confiaba en él. A pesar de todo, la había conquistado.

– Lo entiendo. -Lo hacía-. Pero… -Bajó la vista hacia ella, esperando que Em le mirara directamente a los ojos-. Tienes razón. -Jonas hizo una mueca-. No habría dejado que entraras en el mausoleo para que le entregaras el tesoro a Hadley… Es muy posible que te lo hubiera impedido a toda costa.

El notó que se le endurecían los rasgos de la cara al pensar en lo que ella había tenido que enfrentarse -el peligro con el que había coqueteado a sabiendas-, pero se obligó a admitir:

– No me gusta tener que reconocerlo, pero tenías razón, al menos en ir a rescatar a tus hermanas. Sin embargo, no quiero, jamás aceptaré, que arriesgues tu vida por rescatarme.

Ella entrecerró los ojos hasta que parecieron fragmentos de cristal de color dorado.

– En ese caso… siempre discreparemos en ese punto.

Jonas vaciló; le costó, pero al final se obligó a asentir con la cabeza.

– De acuerdo.

Em le lanzó una mirada suspicaz.

– ¿De acuerdo? -Hizo un gesto con una mano-. ¿No te importa que actúe como mejor me parezca si sé que corres peligro?

El apretó los labios.

– No. Claro que me importará, todo el rato, cada minuto del día. Pero si es ése el precio que tengo que pagar para que te cases conmigo, pues lo pagaré con gusto. Ya me las arreglaré.