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Suponiendo, claro está, que ella no descubriera puntos negativos en su contra.

El sendero que atravesaba los campos tenía una cuesta pronunciada, y estaba bordeado por vallas y rocas. La ascensión fue lenta, pero Em no tenía ningún motivo para darse prisa.

– ¿Es costumbre -le preguntó finalmente-que los párrocos se involucren en los negocios?

Había un tono divertido en la voz de Tallent cuando respondió.

– No es lo habitual, pero en Colyton comienza a ser una costumbre.

El comentario no tenía mucho sentido, por lo menos para ella. Lo miró con el ceño fruncido.

– ¿Qué quiere decir?

– Filing lleva las cuentas de la Compañía Importadora de Colyton -Jonas decidió que ella no tenía por qué saber que la compañía tenía sus orígenes en el contrabando-. Fue creada por mi hermana gemela, Phyllida, hace algunos años. Después de que ella se casara, yo asumí el papel de supervisor, pero es Filing el que lleva al día los registros de las importaciones de la compañía, y quien arregla los pagos con la oficina de recaudación en Axmouth.

– ¿Qué bienes importa la compañía?

– En estos momentos importamos vinos y coñac franceses. -Igual que durante los últimos años-. El coñac y los vinos que se sirven en la posada son suministrados por dicha compañía.

Ella permaneció en silencio durante un buen rato antes de hablar.

– Me parece un negocio extraño para un pueblo tan pequeño.

Jonas no pudo evitar salir en defensa de su gemela.

– Es la solución que Phyllida encontró para poner fin a las revueltas que provocaba el contrabando, por lo menos aquí -le explicó-. Además, cuando las familias perdieron los ingresos que generaba el comercio ilegal, Phyllida convirtió la misma tarea en una empresa legítima. Poco a poco, con el paso de los años, se ha convertido en algo más tradicional. Ahora se descarga la mercancía en los muelles y los bienes se guardan en los almacenes que la compañía construyó en Axmouth para tal fin. Desde allí se distribuyen los toneles y barricas hasta las tabernas y posadas más cercanas.

Em arqueó las cejas sin apartar la vista del camino. A él no le sorprendió cuando ella hizo hincapié en el meollo de la cuestión.

– Crear esa compañía fue la manera de conseguir el equilibrio, pero se ha convertido en mucho más.

Era una declaración, no una pregunta. La señorita Beauregard parecía asumir el concepto… y aprobarlo.

Tanto mejor. Ante ellos apareció el portón de la rectoría. Jonas lo abrió y dio un paso atrás, indicándoles a Emily y a Henry que siguieran el camino antes de atravesar él mismo la puerta y volver a poner el pasador.

Em observó la rectoría que estaba a unos metros de ellos.

– ¿Cómo es el señor Filing? ¿Qué edad tiene?

– Es algo mayor que yo, de unos treinta y pocos. Es un hombre sensato con una educación excelente. Nos sentimos afortunados de tenerlo aquí. Más o menos heredó el puesto. Descubrió que le gustaba el pueblo y se quedó.

Tallent dirigió su respuesta más para Henry que para ella. El muchacho asintió con la cabeza, agradeciendo la información. Tallent miró al chico con curiosidad, sin duda haciendo conjeturas sobre qué tema tenían que hablar con el párroco, pero no hizo ningún comentario ni preguntó nada al respecto.

Por supuesto, dado que subía los escalones del porche de la rectoría detrás de ellos, lo sabría enseguida.

Ante un gesto de Em, Henry tiró del cordón de la campanilla.

La puerta se abrió con rapidez, dejando claro que el hombre que los recibió les había visto subir.

Em se encontró mirando unos bondadosos ojos azules que destacaban en una cara agradable, pálida y bien conformada. Filing -Em supuso que debía de ser él-era un poco más alto que la media, aunque no tanto como Tallent, y también era un poco menos fornido que éste. Tenía el pelo castaño y, tanto el cabello como la ropa -una chaqueta gris y un chaleco claro sobre unos pantalones color café-, estaban escrupulosamente limpios, al más puro estilo conservador de cualquier clérigo.

Tallent había dicho que lo consideraba un hombre sensato; Em no veía ninguna razón para cuestionar dicha afirmación.

La joven le saludó cortésmente con la cabeza.

– Buenos días; el señor Filing, supongo. -Cuando él asintió con la cabeza, mirándola con aire expectante, Em continuó-: Soy la señorita Beauregard. -Agitó una mano vagamente por encima del hombro, abarcando tanto a Tallent como la posada que ahora quedaba abajo-. He aceptado el puesto de posadera en Red Bells, y me preguntaba si podría hablar con usted para que le diera clases a mi hermano Henry. -Con otro gesto, señaló a su hermano que estaba al lado de ella.

Filing sonrió.

– Señorita Beauregard. -Miró a Henry y le tendió la mano-. Henry.

Después de estrechársela, Filing volvió a mirar a Em. -Es un placer conocerla, señorita Beauregard. Por favor, entre y hablemos del tema con más tranquilidad.

Dio un paso atrás para dejarles pasar. Em se movió hasta lo que parecía ser la sala de la parroquia, mientras que Filing miraba al caballero que estaba detrás de ella. -Jonas. Gracias por venir.

– Joshua. -Tras estrechar la mano de Filing, Tallent cruzó el umbral.

Cuando Em se dio la vuelta, él la estaba mirando.

Jonas le brindó una sonrisa, pero le habló a Filing.

– No tengo prisa, así que no me importa que hables primero con la señorita Beauregard. Sé que tiene cosas que hacer.

Era algo que ella no podía negar, en especial a él. Em miró con los ojos entrecerrados la bien parecida cara de Tallent, pero resolver el tema de las clases de Henry no era un asunto confidencial, y su patrón ya sabía para qué estaban allí.

Ella inclinó la cabeza en un gesto glacial.

– Gracias, señor Tallent -dijo, luego centró la atención en Filing, describiéndole los estudios que Henry había realizado hasta la fecha y lo que esperaba lograr en los años siguientes.

La opinión que le merecía Filing subió algunos puntos cuando, después de escuchar todo lo que ella le contó, se volvió hacia Henry y le preguntó directamente sobre sus gustos, aficiones y aspiraciones.

Henry, que solía ser un joven muy reservado, perdió la timidez con rapidez. Em los observó en silencio, escuchando las acertadas preguntas de Filing y las respuestas de su hermano sobre diversos temas; el intercambio de opiniones y experiencias hizo que la joven asintiera para sus adentros. Filing sería un buen mentor.

Henry y él convinieron que Henry regresaría esa misma tarde a las dos en punto con todos sus libros, y que Filing y él idearían un plan cuyo objetivo, como Em había reiterado, sería conseguir entrar en Pembroke, la universidad a la que su padre había asistido en Oxford.

– Allí tenemos nuestros contactos, por supuesto -dijo ella, girándose hacia la puerta-. Sabemos que si Henry obtiene las calificaciones requeridas, habrá un lugar allí para él.

– Excelente.

Filing la acompañó hasta la puerta. Henry se despidió de Tallent con un gesto de cabeza y luego la siguió.

Em se detuvo en la puerta y se volvió hacia Filing.

– Deberíamos hablar sobre sus honorarios.

Filing la miró con una expresión que era una mezcla de dicha y bondad.

– Si no le importa, le sugiero que dejemos el tema para más tarde, una vez que Henry y yo decidamos definitivamente las clases que deberá tomar. -Filing miró a su hermano-, Henry está muy adelantado, y puede que sólo necesite un poco de guía en vez de una enseñanza activa, algo que estaré encantado de proporcionarle.

Em asintió con la cabeza.

– De acuerdo, resolveremos este asunto más adelante.

Consciente de la presencia de Tallent junto a la ventana -como si sus nervios fueran a permitirle lo contrario-, la joven se giró hacia él y se despidió con una inclinación de cabeza.

– Buenos días, señor Tallent.

Él curvó los labios e inclinó la cabeza cortésmente.