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– La casa más alta. -Em respiró hondo. Tenía los ojos clavados en la iglesia, recortada contra el cielo azul de la mañana, mientras negaba lentamente con la cabeza-. Y ha estado ahí todo el tiempo, justo delante de nuestras narices.

– Si tenemos en cuenta eso, que la casa del Señor es la casa más alta y que además, físicamente, la iglesia es la casa que está en la parte más alta del pueblo. Y el nivel más bajo… -Jonas dejó de mirar la iglesia y clavó los ojos en Em-. Debe de referirse a la cripta.

Ella le sostuvo la mirada.

– En una caja que sólo un Colyton abriría. ¿Se referirá a la tumba de un Colyton?

– Es muy probable. Tendremos que ir a comprobarlo.

Ella se puso en pie de un salto. Con una expresión de entusiasmo, se volvió hacia la señorita Hellebore.

– Muchas gracias, señora.

– No es necesario que me lo agradezca, querida. -La señorita Hellebore les indicó la puerta con un gesto de la mano-. Busquen en la cripta y luego vuelvan a decirnos qué es lo que han encontrado.

Em sonrió de oreja a oreja.

– Eso haremos. -Se reunió con Jonas en la puerta.

Después de salir de la casa, cruzaron la carretera y comenzaron a subir el camino que conducía a la iglesia. Alzándose las faldas, Em se apresuró tanto como pudo y Jonas le siguió el paso.

– Apenas puedo creérmelo -jadeó ella-. Pero estoy segura de que tiene razón. Ha estado aquí todo el tiempo, sólo que no la veíamos.

– La rima está muy bien escrita. Habría sido evidente para cualquiera que viviera en el pueblo antaño, pero oscura y ambigua para alguien que no conozca bien el lugar. -Jonas observó la iglesia-. O, como ha sido el caso, para alguien como nosotros que no nos referimos a la iglesia como «la casa más alta».

Al llegar a la cima, atravesaron el cementerio y se dirigieron a la puerta lateral de la iglesia, que siempre estaba abierta.

Jonas empujó la puerta.

Em entró y él la siguió.

– Necesitaremos la llave de la cripta. -Él abrió la puerta de la sacristía y descolgó la llave, tan grande como la palma de un hombre y con un aro de la anchura de una muñeca, de un gancho en la pared. Luego le indicó a Em las escaleras que había a un lado del pasillo y que conducían a la cripta.

– Desde que llegamos, tenía planeado bajar aquí y buscar las tumbas de mis antepasados. -La joven dio un paso atrás y permitió que Jonas bajara delante de ella los escalones de piedra; luego se sujetó las faldas con cuidado y lo siguió-. Pero siempre ocurría algo que me lo impedía.

– No importa. -Se detuvo ante la puerta al pie de las escaleras, metió la llave en la cerradura y la hizo girar-. Ahora estamos aquí, cerca de nuestro objetivo. -El abrió la puerta. Estaba bien engrasada y se abrió silenciosa y fácilmente-. La cripta se utiliza muchas veces como almacén de la Compañía Importadora de Colyton, así que se encuentra en un estado razonablemente bueno y no tiene demasiado polvo.

A Em le alegró saberlo y notó, mientras esperaba en el umbral a que él iluminara la estancia con una linterna dispuesta para tal fin sobre una tumba cercana, que no había ninguna evidencia de pegajosas telarañas adornando los arcos de la cripta.

Jonas frotó la yesca y encendió la mecha, luego ajustó la luz para que emitiera un suave resplandor. Cerró la linterna y la levantó. Em entró en la cripta sin apenas poder contener la burbujeante excitación que fluía en su interior.

– No esperaba encontrar el tesoro hoy.

Jonas volvió la mirada hacia ella y dio un par de pasos para colgar la linterna en un gancho clavado en el techo, desde donde emitió un tenue brillo que iluminó toda la cripta.

Em dio una vuelta a su alrededor, observando con atención las suaves sombras.

– Y aquí estamos -le brindó una sonrisa a Jonas-, a sólo un paso de descubrirlo. De verlo, de tocarlo. Algo que me dejaron mis antepasados hace tantos siglos. -La joven casi se estremecía de ansiedad.

Sonriendo, él también miró a su alrededor.

– Primero tenemos que encontrar las tumbas de los Colyton. No recuerdo haberlas visto nunca, pero jamás he prestado demasiada atención a los nombres que hay aquí abajo.

– Quizá sería mejor que nos organizáramos. -Em observó la larga estancia de forma rectangular: además de las tumbas y las placas conmemorativas que había en las paredes, había enormes sepulcros que ocupaban la mayor parte del espacio disponible, aunque dejaban algunos pasillos lo suficientemente anchos para que ella pudiera pasar entre ellos. Algunas de las tumbas del suelo eran dobles, y otras tenían doseles que llegaban hasta el techo de la cripta. Si no estuviera tan excitada y esperanzada, Em podría haberse mostrado reacia a buscar en ese lugar-. ¿Por dónde empezamos?

Dividieron la cripta en cuatro partes y emprendieron una búsqueda metódica. Se subieron sobre las tumbas, se arrodillaron junto a los nichos de la pared y limpiaron el polvo de inscripciones olvidadas hacía mucho tiempo.

Em perdió la cuenta de las tumbas que examinó. La excitación que sentía fue reemplazada paulatinamente por una sensación de inquietud. Había algo que no encajaba, algo que no cuadraba con sus deducciones. Aun así, siguió buscando, examinando las inscripciones de las lápidas.

Realizaron una búsqueda a fondo que al final resultó ser infructuosa.

Al volver al centro de la estancia, Em frunció el ceño.

– Esto es absurdo. Las tumbas de los Colyton tienen que estar aquí. -Miró a su alrededor antes de volverse hacia Jonas-. ¿Dónde si no podrían estar?

Jonas tenía una expresión tan desconcertada como la de ella.

– Vamos a hablar con Joshua. El debe de saberlo, o al menos tendrá un registro de dónde se encuentran enterrados los Colyton de Colyton.

Volvió a poner la linterna en el lugar de donde la había cogido, la apagó y se dirigió con Em a la puerta.

Em se levantó las faldas y subió lentamente los escalones de piedra.

– La familia más importante del pueblo, la familia fundadora. Sus tumbas deberían estar en algún sitio. -Su voz estaba teñida de frustración.

Jonas cerró la puerta de la cripta y la siguió escaleras arriba.

– No están sepultados en el cementerio, ¿verdad?

– No. -Al llegar al escalón superior, Em se soltó las faldas, las sacudió y alisó-. Las revisé. No hay ningún Colyton enterrado fuera. Supuse que estarían en la cripta al no ver ninguna tumba de mis antepasados en el cementerio, pero no están.

La joven esperó mientras él volvía a colgar la llave de la cripta en el gancho de la sacristía, y volvió a negar con la cabeza, totalmente desconcertada.

– Tienen que estar enterrados en algún sitio.

– Filing debe de saberlo -repuso. Se acercó a ella y la tomó de la mano. Miró por encima de su hombro y se detuvo.

Em giró la cabeza y siguió la dirección de su mirada hasta un rincón de la iglesia. En medio de una trama de luces y sombras, Hadley estaba esbozando la estatua de un ángel dispuesto sobre un pedestal. Estaba de espaldas a ellos, y parecía tan concentrado en lo que hacía que no se había dado cuenta de la presencia de la pareja.

Em había estado tan obsesionada con buscar en el interior de la cripta que no se había fijado si había alguien allí cuando llegaron.

Aunque en el interior de la iglesia, Jonas y ella habían hablado en voz baja, Hadley debía de haber escuchado sus voces perfectamente, aunque resultaba evidente que eso no le había hecho perder la concentración.

Jonas tiró de su mano. Cuando Em levantó la mirada, el señaló la puerta con un gesto de cabeza. Ella asintió y salieron en silencio para dirigirse a la rectoría.

CAPÍTULO 17

– Ése es un misterio que todavía no he resuelto. -Filing meneó la cabeza-. Hace tiempo escuché que había habido una familia con ese nombre y que, de hecho, fueron los fundadores del pueblo, pero nunca entendí por qué no había ningún Colyton enterrado en la cripta.