Em se inclinó hacia delante, con las manos entrelazadas.
– ¿Recuerda dónde enterraron el ataúd?
La señora Thompson la miró y luego negó con la cabeza.
– No, querida. Yo era demasiado joven para ir al funeral, y de todos modos la iglesia estaba abarrotada de gente. Pero… -Frunció el ceño, con la mirada distante otra vez mientras volvía la vista atrás en el tiempo-. Estaba fuera, jugando en el cementerio, así que sé que nunca sacaron el ataúd de la iglesia. -Centró la atención en Em-. Pensé que lo habían enterrado en la cripta, ¿no fue así?
Em esbozó una débil sonrisa.
– Eso creemos, pero estamos tratando de averiguar dónde exactamente. Podría estar en un lugar diferente de la cripta que se usa ahora.
– Ah. -La señora Thompson asintió con la cabeza como si entendiera a la perfección lo que Em quería decir-. Hace ya mucho tiempo de eso.
Jonas se levantó.
– Gracias por su tiempo, señora.
– Y por sus recuerdos -agregó Em, poniéndose en pie también. La señora Thompson se levantó para acompañarlos hasta la puerta.
– Bueno, no creo que les haya servido de mucha ayuda, pero si realmente quieren saber dónde está enterrado su bisabuelo, le preguntaría a la vieja señora Smollet. Ella debía de tener diez años o más por aquel entonces. Era una niña muy precoz, Eloisa Smollet. Siempre quería saber todo lo que ocurría a su alrededor.
La señora Thompson se detuvo en la puerta, miró a Em a los ojos y asintió con la cabeza.
– Vaya y pregúntele. Puede que ella no asistiera al entierro, pero es muy posible que sus hermanos mayores sí lo hicieran… Ellos habrían estado entre los vecinos del pueblo que presenciaron el acontecimiento. Y me apuesto mi sombrerito de los domingos a que Eloisa les sonsacó hasta el más mínimo detalle.
La señora Thompson volvió sus ojos brillantes hacia Jonas.
– Acuérdese bien de lo que le digo, si queda alguna persona viva que sepa dónde está enterrado el último Colyton de Colyton, ésa es Eloísa Smollet.
Se detuvieron a comer algo rápido en la posada. De mutuo acuerdo evitaron hablar de los últimos acontecimientos con nadie, en especial con las gemelas. Tampoco le dijeron nada a Issy, pero Em le susurró a Jonas al oído que era mejor de ese modo.
– Issy no sabe disimular, y las gemelas son, sencillamente, demasiado perspicaces. En cuanto perciban que Issy les oculta algo, intentarán sonsacárselo, y entonces vendrán corriendo detrás de nosotros.
La actitud protectora que acechaba tras la tranquila fachada de Jonas -que confiaba en poder encargarse de la seguridad de Em durante la búsqueda siempre y cuando no añadiera a las gemelas a la ecuación, pues conllevaría vigilar en tres direcciones a la vez-hizo que estuviera totalmente dispuesto a guardar el secreto por su propio interés.
En cuanto pudieron desaparecer de la vista sin despertar una indebida curiosidad, Jonas, acompañado de Em, condujo el cabriolé, tirado por los castaños, por el sendero del bosque hasta Highgate.
Basil había salido, pero la vieja señora Smollet aceptó recibirlos. La encontraron en la salita, con una labor medio olvidada en su regazo.
La mujer esbozó una sonrisa al ver a Em.
– No me he encontrado demasiado bien durante los últimos días, así que no he podido bajar al pueblo. ¡Venga! -Le lanzó a Em una mirada expectante-. ¿Puede contarme los últimos cotilleos?
Em sonrió y la complació. Jonas se enteró de que una de las sobrinas de Hilda salía con el hijo de Thompson, y que la esposa de uno de los campesinos de Dottswood esperaba otro hijo.
No era el tipo de cosas que Jonas quisiera saber, pero por las alegres inclinaciones de cabeza de la señora Smollet, ese tipo de delicados cotilleos era exactamente lo que la anciana quería oír.
Finalmente, Em dirigió la conversación hacia su búsqueda.
– Estamos intentando localizar la tumba de mi bisabuelo. Sabemos que usted no era más que una niña cuando lo enterraron, pero pensamos que quizá podría recordar algo y…
Fue justo la manera correcta de expresar la petición. La vieja señora Smollet pareció resplandecer.
– Oh, sí… lo recuerdo muy bien. Fue uno de los entierros más multitudinarios que he visto nunca. Incluso recuerdo a su bisabuelo… era un anciano muy distinguido. Todo el mundo lo conocía y él conocía a todos. Acudió todo el condado a presentar sus respetos.
Em se inclinó hacia delante.
– ¿Sabe algo más sobre el entierro? Comprendo que usted no pudiera acudir, pero…
La señora Smollet no necesitaba más incentivo.
– Acudí a la iglesia, pero en esa época las mujeres no podían presenciar los entierros. -Inspiró por la nariz con un gesto despectivo-. Mis dos hermanos, que eran mayores que yo, estaban entre los portadores del féretro. Eran más de los usuales por la cantidad de escalones que había que bajar.
– ¿Los escalones hasta la cripta? -preguntó Jonas,
La señora Smollet asintió con la cabeza.
– Suponía un gran esfuerzo tener que cargar el ataúd de una persona tan corpulenta por unos escalones tan estrechos y empinados, todos esperamos en la iglesia mientras lo bajaban. Mis hermanos me contaron más tarde que resultó muy duro. El viejo señor Colyton fue enterrado en el mausoleo familiar, o eso me dijeron. -Frunció el ceño. Em la imitó, pero antes de que pudiera preguntarle a la anciana, la señora Smollet continuó-: Es algo que siempre me ha intrigado. Mi intención era obligar a mis hermanos a que me enseñaran dónde estaba ese mausoleo, porque a la semana siguiente bajé con Mitzy Walls a buscarlo y no pudimos encontrarlo. -Miró a Jonas-. Y jamás comprendí lo que mis hermanos habían querido decir con eso de que les resultó muy duro bajar el ataúd por el segundo tramo de escaleras.
A Jonas se le detuvo el corazón. Por la expresión perpleja de Em cuando le miró, supo que ella no había comprendido las palabras de la anciana. Él buscó su mirada y le recordó:
– Sólo hay un tramo de escaleras para bajar a la cripta.
Se despidieron de la señora Smollet tras agradecerle efusivamente que hubiera compartido sus recuerdos con ellos, y volvieron deprisa a la rectoría.
Filing y Henry soltaron los libros de inmediato y, junto con Em y Jonas, se dirigieron corriendo a la iglesia. Joshua cogió la llave de la cripta y bajó los escalones con Henry pisándole los talones. Jonas se quedó atrás y le indicó a Em que bajara primero. Luego recorrió la iglesia con la mirada, escrutando las sombras antes de seguirla.
Hadley debía de haber vuelto a la posada para almorzar. Había dejado el caballete apoyado en una esquina; no parecía que fuera a volver pronto. A Jonas le pareció que era mejor así. Cuanta menos gente supiera que la iglesia podía albergar un tesoro, que incluso podía estar en el mausoleo de los Colyton, mejor.
Filing encendió la linterna y la colocó en el gancho del techo.
– Un mausoleo, cámara o cripta que parta desde aquí y que para acceder haya que bajar otro tramo de escaleras.
– La iglesia está sobre la cima de una colina de piedra caliza -indicó Jonas-. Así que la cámara podría estar bajo ella en cualquier dirección.
Sin dejar de escudriñar las paredes, se reunieron en el centro de la estancia. La cripta estaba excavada en la montaña. El techo estaba sin labrar y tenía impresas las marcas de las palas y los azadones, pero las paredes habían sido cubiertas por muros de piedras y ladrillos para formar nichos, cámaras y panteones para las tumbas. La mayor parte de la roca original había desaparecido tras aquellos muros, muchos de los cuales estaban ricamente decorados.
Localizar una puerta oculta entre aquellas innumerables estructuras no iba a resultar fácil, ni mucho menos una tarea rápida.
Pero Jonas sabía sin ninguna duda que aquello no les desanimaría; al contrario, ese último obstáculo sólo suponía un desafío mayor. La cripta tenía forma rectangular.