– Será mejor que cada uno busquemos en una pared.
Los demás asintieron con la cabeza. Em se acercó a la pared norte, Jonas se giró y reclamó la que daba al sur. Filing fue al oeste, y Henry al este.
El silencio cayó sobre la cripta mientras buscaban.
Al principio, Em se dedicó a dar golpecitos en la pared, esperando oír alguna diferencia de sonido, pero pronto se dio cuenta de que los diferentes tipos de piedra que golpeaba emitían sonidos distintos, por lo que no podía saber si había un pasaje secreto tras esa pared. Después, recurrió a tirar y empujar cada ladrillo, cada roseta, cada ménsula profusamente adornada, y luego a golpear el mortero con un pedazo de vidrio roto que había encontrado en el suelo.
Había empezado por la esquina noroeste. Después de lo que le pareció una eternidad sin que apenas hubiera avanzado tres metros, echó un vistazo a su alrededor y se sintió aliviada al ver que los demás no habían avanzado mucho más que ella.
Volvió a prestar atención al siguiente nicho que debía investigar, continuando con su riguroso examen. Para su sorpresa, no le resultó demasiado difícil concentrarse en la tarea y contener la impaciencia. Además de la naturaleza intrépida, su parte Colyton poseía una cierta tenacidad, una determinación que no consentía que se desanimara ni se rindiera ante las circunstancias adversas.
Cuando se enderezó y se estiró para aliviar la espalda, miró a los demás. No le sorprendió ver a Henry tan absorto en la tarea como ella, pero Jonas y Filing estaban igual de concentrados, tan ciegos y sordos a todo lo demás, mientras examinaban con atención las secciones que les habían tocado.
No obstante, tal devoción no debería sorprenderla. Jonas quería casarse con ella, y había hecho suyos sus problemas. Y supuso que Filing la ayudaba por los mismos motivos: Una vez que hubieran encontrado el tesoro, Issy tendría libertad para casarse con él.
Se volvió hacia la pared norte y dio un paso hacia la derecha, hacia la siguiente construcción de piedra que tenía que examinar, un nicho con un arco que enmarcaba una estatua de un ángel encima de una tumba. La observó durante un momento. Luego retrocedió tanto como pudo y, con la cabeza inclinada, estudió el nicho y el ángel. Había algo que no cuadraba.
Em frunció el ceño.
El nicho era mucho más grande que los demás. Echó un vistazo a su alrededor, confirmando que era verdad. La parte superior del arco estaba a más de dos metros del suelo. Sin embargo, la parte más alta del ángel -la parte superior de las alas- no alcanzaba dicha altura, sino que quedaba algo más abajo, como a un metro sesenta. El nicho era también más profundo que los otros -casi un metro-, tanto que las sombras ocultaban la pared detrás del ángel. La composición del conjunto parecía incorrecta, como si el nicho fuera demasiado grande para la figura que contenía.
La joven miró al ángel y se inclinó para leer la inscripción de la tumba -que por el tamaño era de un niño- que formaba la base de la estatua. «Fortemain.»
Se volvió y miró al otro lado de un estrecho pasillo la enorme e imponente tumba contra la que había chocado antes, justo enfrente del nicho. La inscripción todavía era clara y pulcra: sir Cedric Fortemain.
Revisó las fechas, confirmando que lo más probable era que se tratara del abuelo de sir Cedric. Observó las tumbas circundantes que se extendían por el suelo de la cripta. Todas pertenecían a los miembros de la familia Fortemain. En contraste, en la pared del nicho, había Bingham a un lado y Edgar al otro. Volvió a mirar al ángel y murmuró:
– ¿Qué estás haciendo aquí?
Siguiendo un impulso, Em se dio la vuelta y, de espaldas al ángel, estudió las tumbas de los Fortemain. Observó que había un lugar donde debería haber estado aquel ángel, un espacio vacío entre el pie de la tumba de sir Cedric Fortemain y la siguiente. Comprobó con rapidez la inscripción de esa última tumba que indicaba que pertenecía a su esposa, y que, según las fechas, el niño que había sido enterrado en la tumba del ángel debía de ser uno de sus descendientes.
Em se volvió hacia el ángel.
– Deberías estar con ellos.
Filing la oyó. Em le vio alzar la cabeza por el rabillo del ojo, pero como ella no dijo nada, él continuó con su búsqueda.
La joven se acercó al ángel y lo estudió con el ceño fruncido. Tenía que averiguar qué había detrás de la figura, pero aunque ésta no era muy alta, pasar junto a una de las alas sería una tarea un tanto difícil, pues había muy poco espacio.
Pero ella era una Colyton. Contuvo el aliento, agarró con fuerza el pedazo de vidrio roto y, tras soltar el aire, se metió debajo del ala, se retorció y apretó y, finalmente, consiguió pasar al otro lado. Respiró hondo, rogando porque el pelo no se le hubiera llenado de telarañas tras haber pasado por debajo del ala, y le dio la espalda al ángel.
Estaba ante la pared trasera del nicho.
Y tenía una placa de piedra llena de polvo a la altura de los ojos, justo delante de la cara.
COLYTON
Em no podía respirar, no podía moverse, sólo se quedó mirando fijamente aquella placa.
Entonces, cogió aire lentamente para gritar, y descubrió que se le habían quedado paralizadas las cuerdas vocales.
Recordó que llevaba un pedazo de vidrio roto en la mano. Miró a la izquierda y a la derecha, y vio una línea de piedras que bordeaban la cara posterior del arco. El resto de la pared también era de piedra pero seguía un patrón diferente, en horizontal, y tenía una placa en el centro de lo que parecía ser una puerta. Contuvo el aliento y, con el trozo de vidrio afilado, rastreó una línea de algo que parecía mortero entre el borde de las piedras del arco y lo que ella pensaba que era la puerta… El filo cortante se deslizó con facilidad. Hasta el final. Cuando lo sacó, estaba lleno de polvo y había dejado una línea hueca entre ambas superficies.
– Lo he encontrado -murmuró. Entonces vio una enorme telaraña a un lado. Apretó los dientes y alzó un pliegue de la falda para apartarla rápidamente. Detrás apareció el ojo de una cerradura.
Em se aclaró la garganta y alzó la voz casi con desesperación.
– ¡Lo he encontrado!
Hubo un segundo de silencio.
– ¿Dónde estás? -gritó Henry.
– Detrás del ángel. -Em volvió a retorcerse hasta que logró ponerse de cara al ángel. Metió la mano debajo del ala y la agitó-. ¡Aquí!
– Santo Dios -dijo Jonas mirando por encima de las alas. Filing apareció detrás de él y también echó un vistazo. Em señaló detrás de ella.
– La pared de este nicho es en realidad una puerta y hay una placa donde está grabado el apellido Colyton.
– Pensé que era el nicho del ángel. -Filing parecía perplejo. Jonas se agachó al pie de la estatua.
– Esta figura se puede mover. De hecho, ha sido desplazada, aunque no recientemente.
Em se removió con inquietud y les aclaró:
– Es un Fortemain. Debería estar allí, entre sir Cedric y su esposa, puesto que era su hijo. Este sir Cedric murió dos años después de mi bisabuelo. Debieron de mover la estatua para meter el ataúd en la tumba y…
– Y luego se olvidaron de volver a poner el ángel en su lugar. -Filing se había acercado a comprobar las fechas en las tumbas de los Fortemain-. Tienes razón.
Em no tenía ninguna duda al respecto.
– Y como no se volvió a enterrar a ningún Colyton aquí, pues mi bisabuela ya había fallecido y todos sus hijos murieron lejos del pueblo, nadie pudo darse cuenta de que el ángel estaba colocado fuera de su lugar.
– Bloqueando la entrada de la cámara Colyton. -Jonas puso las manos en la base de la estatua-. Llevemos el ángel al lugar correcto. Em, quédate dónde estás.
Em hizo lo que Jonas le ordenaba y les ayudó empujando la pesada estatua hasta que sobresalió un poco del pedestal. Luego la trasladaron de vuelta a su lugar correspondiente.