Выбрать главу

Finalmente, Em se detuvo. Aunque no había nada en las leyendas de la familia que sugiriera que el tesoro estuviera relacionado con la tumba de un Colyton, tampoco había nada que dijera lo contrario. Miró a su alrededor.

– Voy a ver si encuentro algo en las tumbas más antiguas.

Absorto con una de las estructuras más grande, Jonas asintió con la cabeza.

Él había colocado la linterna en la parte superior de una tumba. Em echó un vistazo a su alrededor, comprobando hasta dónde se extendía el círculo de luz. Se alejó todo lo que pudo para revisar las fechas de las quince tumbas circundantes. Eligió una con la figura de un ángel y la estudió con detenimiento.

Cuando hubo examinado todas las tumbas que la rodeaban y regresó junto al ángel, sus ojos ya se habían acostumbrado a las sombras. Aunque todas las tumbas que había comprobado databan de los siglos XVI y XVII, la siguiente sección un poco más allá del ángel parecía diferente. En primer lugar, la mayoría de las efigies eran más sencillas, más estilizadas; poseían un estilo totalmente diferente a las que ya había examinado.

Se acercó allí en silencio, buscando las fechas. Algunas estaban grabadas en placas de piedra, pero otras permanecían ocultas bajo la escultura, por lo que era más difícil verlas. Tenía que limpiar el polvo que las cubría para poder distinguir Jo que había escrito.

Ahora que estaba más lejos de la linterna, Em utilizó las yemas de los dedos para interpretar las letras y números; cuando se dio cuenta de que tumba estaba examinando, sintió que un estremecimiento de excitación la atravesaba. Era la de Henry William Colyton, que había sido capitán de barco y había muerto en 1595

– Jonas -dijo con voz temblorosa; luego alzó la voz-. Trae la linterna, creo que ésta es la tumba del Colyton que guardó el tesoro.

Aunque había elevado el tono de voz, ésta apenas había sido un susurro, Jonas la oyó, pero Henry y Filing, en el otro extremo de la cámara, no la habían escuchado.

Jonas se enderezó y cogió la linterna, luego se abrió paso entre las tumbas hasta donde estaba ella.

Em dio una palmada a la figura de la efigie que había en la parte superior de la tumba.

– Es él, estoy segura. -La excitación burbujeaba en su interior, la sangre corría rápida en sus venas.

Bajo la luz de la linterna, Jonas leyó la inscripción que Em había limpiado. Puso la linterna en el suelo y la miró.

– Esta tumba es más sencilla que las otras. No tiene tantas secciones que comprobar. -Pero se inclinó y comenzó a examinar la figura yacente y el resto de la tumba, que tenía una tapa rectangular sin resquicios ni partes desmontables.

Em comprobó la efigie, intentando mover la Biblia de piedra que reposaba sobre el pecho del hombre, luego empujó el bloque de piedra que había debajo de la cabeza, sin resultados.

Jonas se incorporó y miró la parte superior de la tumba. Se acercó a los pies de la misma y puso las manos en una esquina. Se inclinó y empujó con fuerza, pero la pesada piedra no se movió. Se enderezó.

– Tenemos que avisar a los demás y buscar una palanca.

Em frunció la boca. Repitió la rima mentalmente, preguntándose si el tesoro podía estar realmente dentro de una tumba. No le parecía bien abrir una tumba, en especial de uno de sus antepasados; seguramente la esposa Col y ton que había escondido el tesoro habría pensado lo mismo.

Em frunció el ceño y levantó la mirada, observando la tumba siguiente. La efigie era de una mujer.

– Espera. -Em se acercó a la tumba de la mujer. Limpió el polvo y leyó la inscripción, con más facilidad ahora que tenía la luz cerca-. Sí -susurró, inspirando profundamente-. Esta es la de su esposa, la mujer del capitán. -Miró a Jonas-. Fue a ella a quien se le ocurrió la idea de guardar el tesoro en vez de gastar el dinero en más barcos y aventuras.

Jonas se acercó a su lado.

– En ese caso… -Jonas se agachó y comenzó a examinar la base de la tumba.

Em miró la efigie, preguntándose si guardaba algún parecido con aquella antepasada tan lejana. Se acercó a la cabeza de la figura, presiono y empujó los laterales del reposacabezas en forma de caja, pero no se movió.

La mujer era más baja que su marido. Em bufó interiormente, pues la corta estatura era uno de los rasgos Colyton que ella había heredado. Los pies de la mujer descansaban sobre otra caja de piedra, necesaria para equilibrar la posición de la efigie en la parte superior de la tumba. Acercándose hasta allí, Em colocó las manos en las esquinas de la caja y, como las veces anteriores, presionó y empujó.

La caja se movió. No mucho, sólo unos milímetros. Conteniendo la respiración, casi sin poder creérselo, dio un paso atrás y examinó con atención la caja. Observó que había aparecido una rendija entre los pies de la efigie y un lateral de la caja.

Era una caja de verdad, una que se podía sacar de allí.

– Creo que es esto. -Le temblaba la voz. Se sentía mareada, aturdida y tan excitada que apenas podía mantenerse en pie.

Jonas se acercó a ella. La joven le señaló la caja, tocándola con la punta de un dedo.

– Creo que puede extraerse -susurró con un hilo de voz que él logró oír.

Jonas miró la caja con el ceño fruncido.

– Tiene unas palabras grabadas.

Se acercaron un poco más y se detuvieron uno al lado del otro a los pies de la tumba. Em observó cómo Jonas limpiaba con el puño de la camisa -ahora prácticamente inservible- el polvo de la superficie.

Leyeron las palabras. Em las resiguió con el dedo, sólo para asegurarse.

– «Aquí yace el futuro de los Colyton.»

– Muy apropiado -murmuró Jonas-. Cualquiera que desconociera la existencia de la rima y el tesoro, supondría que se trata de la tumba de un bebé que tal vez había nacido muerto, dado que no hay fechas y ésta es una cripta privada.

– O puede que se refiriera a ella. -Em señaló con la cabeza a su antepasada-. Tal vez quiera decir que ella era el futuro de los Colyton y que murió antes de tiempo.

– Cierto. -Jonas le dio un leve codazo-. Pero nosotros… sabemos la verdad. Vamos a comprobarlo.

Agarrando la caja por los lados, tiró de ella con fuerza y consiguió moverla un poco más.

Em miró con atención el hueco que quedó entre los pies de la efigie y la caja.

– Tiene hendiduras esculpidas.

Jonas gruñó. Giró la caja de lado para cogerla mejor y tiró de nuevo, haciendo que se deslizara lentamente hacia delante para que fuera más fácil cogerla. Se detuvo antes de hacerlo y miró a su alrededor. Dio un paso atrás. Se inclinó y, sacando la caja de la tumba, la cogió con esfuerzo, pero logró dar media vuelta y dejarla sobre la parte superior plana de la tumba que tenía detrás,

– ¡Demonios! ¡Cómo pesa!

Filing y Henry oyeron el golpe y levantaron la mirada.

Em les hizo señas con las manos.

– Creemos que la hemos encontrado.

La excitación contenida hizo que su voz sonara más aguda. Apenas podía estarse quieta y tenía el estómago revuelto. ¿Y si en la caja no había más que piedras? ¿O peor aún, huesos?

Em apartó aquel perturbador pensamiento de la cabeza y respiró hondo cuando Henry y Filing se acercaron a ellos con rapidez.

Mientras su hermano y el párroco proferían exclamaciones sobre la caja, preguntando dónde estaba, Em sintió la mirada de Jonas clavada en ella, La joven lo miró sin decir nada. Cuando él arqueó una ceja de manera inquisitiva, se las arregló para esbozar una débil sonrisa y murmurar:

– Estoy bien.

Cruzó los brazos y se los frotó. No tenía frío, pero… Se volvió para mirar la caja.

– ¿Creéis que podremos abrirla?

Tras acercar una linterna, los tres hombres pasaron los dedos por la caja y apretaron distintos puntos, una cara después de otra.

– Aquí hay una especie de cerradura. -Henry señaló uno de los laterales-. Es de piedra… de hecho está incrustada en la caja. Como si fuera uno de esos rompecabezas chinos.