Ninguno de los demás podía verlo, pero al poco rato sonó un clic, y Henry se enderezó.
– Ya está. -Miró a Em.
Ella asintió con la cabeza.
– Venga…, ábrela.
Era más fácil decirlo que hacerlo. Aunque debería poder abrirse con facilidad, los goznes de la pesada tapa parecían estar pegados. Jonas y Filing intentaron ayudarle, pero fueron incapaces de levantarla.
Filing dio un paso atrás.
– La tapa está adherida a la caja por el tiempo transcurrido. -Conseguiremos abrirla -dijo Jonas-. Aunque no sin la ayuda de una palanca.
Miró a Em, y vio que ella observaba la ranura de la tapa con el ceño fruncido.
– Es muy estrecha. -Levantó la mirada hacia su cara, la de ella estaba pálida-. ¿Tenéis algo que podamos introducir en la ranura?
Henry, Filing y Jonas rebuscaron en los bolsillos. Lo único que podría servir era el aro del que colgaba la llave de la cripta. Tenía un borde muy fino.
Filing se la tendió a Em.
– Levantaremos la tapa, mientras tú introduces el aro.
Tanto Jonas, como Filing y Henry agarraron la tapa. En cuanto Jonas asintió con la cabeza, tiraron de ella al unísono. Con los ojos clavados en el borde, Em introdujo el delgado hierro en la ranura y lo movió.
– Ya está.
Em se volvió para coger la linterna. Tras soltar la tapa, los hombres se acercaron para mirar.
Henry estaba al lado de su hermana cuando ella se inclinó sobre la caja. Con los ojos a la misma altura de la estrecha rendija que habían logrado, abrir, acercó la luz de la linterna.
– ¡Oro! -exclamó Henry.
– Oh, Dios mío -fue lo único que pudo murmurar Em, después de estar un rato moviendo la luz de un lado para otro. Levantó la vista y se encontró con la mirada de Jonas-. Joyas. -Em tuvo que aclararse la garganta-. Tienen que ser joyas, veo destellos azules, rojos y verdes. Y perlas. Y también monedas y más objetos de oro.
La joven estaba cada vez más excitada, su voz sonaba más aguda por la euforia que la inundaba.
Jonas sonrió de oreja a oreja.
– Parece que los Colyton han encontrado el tesoro de la familia.
Lo habían hecho. De verdad lo habían hecho…, y había un tesoro real. Un auténtico tesoro. Em apenas podía creerlo.
Ahora tenían que conseguir llevar la caja arriba. Pero era muy pesada y les costaba mucho trabajo sostenerla. Jonas y Filing sólo podían cargarla un par de metros cada vez.
Subirla por las escaleras hasta la cripta fue una tarea ardua incluso colaborando los cuatro. Y subirla hasta la iglesia resultó igual de difícil.
Finalmente soltaron la caja y se sentaron en un banco para recuperar el aliento.
En la parte delantera de la iglesia, Hadley levantó la mirada de su boceto. Filing le vio y le llamó.
– Venga, ayúdenos… Necesitamos que nos eche una mano.
Dejando los lápices a un lado, Hadley se levantó y se acercó a ellos.
– ¿Qué es eso? -preguntó, mirando la caja.
– ¡El tesoro de nuestra familia! -Henry apenas podía estarse quieto-. Siempre supimos que estaba por aquí cerca y, por fin, lo hemos encontrado. Estaba en la cripta de los Colyton.
– ¿De veras? -Con una sonrisa fácil, Hadley miró a Em y luego a Jonas y a Filing-. ¿Y qué planean hacer ahora con la caja?
– Tenemos que llevarla a la posada. Necesitaremos herramientas para abrirla, la tapa está atascada. -Jonas miró a Henry-. Thompson está trabajando hoy en Grange, pero Oscar debería estar en la herrería. ¿Por qué no vas hasta allí y ves si consigues arrastrarlo hasta aquí?
Henry asintió con la cabeza y salió a toda velocidad por la puerta, echando a correr por el camino que atravesaba el cementerio. Sus manos habían resultado muy pequeñas y sus brazos demasiado débiles para ayudar a Jonas y a Filing a cargar la caja.
– ¿Y qué hay dentro? -preguntó Hadley señalando la caja con la cabeza.
– Aún no estamos seguros -respondió Em-. Lo más probable es que haya oro y joyas, pero tenemos que abrirla para comprobarlo.
– ¿Cómo llegó hasta aquí? -inquirió el artista.
Mientras esperaban a que Henry regresara, Em le relató brevemente la historia del tesoro y la rima.
Hadley sonrió ampliamente.
– Por lo que veo ha sido toda una aventura. Abandonar la casa de su tío, llegar hasta aquí para buscar el tesoro y encontrarlo al fin.
– En efecto.
Em sonrió cuando Henry apareció en la puerta de la iglesia con Oscar pisándole los talones. Oscar también quiso conocer toda la historia, y estuvo dispuesto a escucharla mientras Hadley, Jonas, Josh.ua y él trasladaban la caja, cada uno por una esquina, hasta la entrada del cementerio y luego por el sendero que conducía a la carretera y a Red Bells.
Para cuando llegaron al patio delantero de la posada, se había reunido allí una multitud de gente, cada vez más excitada según se extendía la historia del tesoro de los Colyton.
Hadley se detuvo entonces.
– Tengo que regresar a la iglesia para recoger los lápices y los bosquejos.
John Ostler ocupó su lugar con rapidez.
– Gracias -le gritó Em.
Hadley hizo un gesto con la mano antes de girarse y echar a andar hacia la carretera.
Transportaron la caja -que cada vez parecía más pesada- hasta la posada y la dejaron encima de una de las mesas cerca de la barra.
Edgar sirvió una cerveza a Jonas y a Filing mientras John Ostler se acercaba a las cuadras a buscar una palanca.
Henry fue a avisar a Issy y a las gemelas. Al igual que Em, a Issy le costó creer que por fin hubiera concluido la búsqueda. Que el tesoro se encontraba en el interior de la caja de piedra que había ante ellos.
Las gemelas, por el contrario, no tuvieron problemas en aceptar la verdad. Bailaron y brincaron sin dejar de soltar exclamaciones.
Thompson llegó con John Ostler, que ya llevaba la palanca en la mano. Miró a Em como pidiéndole permiso.
– Por favor -dijo ella, señalando la caja.
Henry volvió a presionar el cerrojo de piedra, abriendo la tapa un poco mientras Jonas le dirigía y Thompson insertaba cuidadosamente la palanca en la ranura, luego cargó su peso sobre ella y con un largo y áspero chirrido, la tapa se movió lentamente hasta abrirse por completo.
En el interior de la caja había monedas de oro, joyas de zafiros, rubíes y diamantes brillantes que destellaban en medio de collares de perlas y copas de oro con incrustaciones de piedras preciosas; la clase de tesoro que debía de tener un bucanero.
– Oh. Dios. Mío -exclamó Em llevándose las manos a la cara y mirando fijamente el contenido de la caja. A su lado, Issy se había quedado muda.
Incluso las gemelas sólo podían decir «oooh» con los ojos desorbitados mientras miraban fijamente el tesoro.
El silencio cayó sobre la posada durante un instante eterno, luego alguien comenzó a vitorear y todo el mundo le secundó. El nombre de los Colyton retumbó en la estancia.
De repente, Em sintió que se mareaba.
– Ven, siéntate -dijo Jonas, poniéndole la mano en el hombro. La joven sintió el borde de una silla detrás de las rodillas y se dejó caer en el asiento.
Filing cogió la mano de Issy y la obligó a sentarse al lado de Em en la mesa donde estaba el fabuloso tesoro.
Em levantó la mirada y alzó la mano para cubrir la que Jonas había colocado en su hombro.
– Gracias -le dijo sin dejar de mirarle la cara.
El tenía una sonrisa confiada y orgullosa. Le apretó la mano y levantó la vista, mirando por encima de la mesa.
– Ah… Justo el hombre que necesitamos.
Lucifer se había detenido ante la mesa y observaba el tesoro. Luego miró a Em y sonrió.
– Enhorabuena.
– Gracias. -Em señaló con la mano el tesoro-. Ahora que lo hemos encontrado, confieso que me siento abrumada. No sé qué hacer con él. -Se le ocurrió una idea horrible. Se incorporó y clavó los ojos en el montón de joyas y monedas brillantes-. ¿Será auténtico?