– Oh, creo que sí. -Lucifer sonrió y arqueó una ceja-. ¿Puedo?
Em asintió con la cabeza. En medio de continuas exclamaciones y conversaciones especulativas sobre el tesoro recién encontrado, Lucifer metió las manos en la caja y cogió algunas monedas y joyas que sostuvo en alto bajo la luz. Tras devolverlas a la caja, soltó un gruñido y cogió un largo collar de perlas que deslizó entre los dedos.
Phyllida se acercó a él.
– Deja de actuar. Son auténticas, ¿verdad?
Lucifer miró a Em y curvó los labios. Con una brillante mirada azul oscuro, asintió con la cabeza.
– Muy auténticas. Éstos son los mejores rubíes que he visto en mucho tiempo, y los zafiros son perfectos. Las esmeraldas poseen un color excelente y no puedo recordar haber visto nunca unos collares de perlas con tal perfecta simetría. Deben de ser muy antiguas.
– Mi abuela me dijo que fueron tomados de un galeón español a finales del siglo XV- dijo Em.
Lucifer asintió con la cabeza.
– Eso explica la presencia de doblones de oro, los cuales, debo añadir, se encuentran en un estado excelente como todo lo demás -bajó la voz-. Por sí solos valen una fortuna bastante considerable. Y si añadimos todo lo demás… -Señaló el tesoro-. El tesoro de tu familia vale, literalmente, el rescate de un rey. -Captó la mirada de Em-. Es una suerte que lo hayas buscado y encontrado. O lo habría hecho otra persona con el paso del tiempo.
– ¡Santo Dios!
La exclamación provenía de detrás de Em. La joven se giró en la silla y vio a Harold a unos metros de ella, mirando el tesoro con los ojos desorbitados y la mandíbula desencajada.
Abrió y cerró la boca varias veces antes de conseguir articular palabra.
– ¿Es el tesoro de los Colyton? Bueno, debo decir que siempre pensé que era una historia absurda…, un cuento de hadas con el que entretener a los niños.
– Está claro que no lo era. -El tono brusco de Jonas contenía una advertencia; una que Harold no pareció advertir.
– No, en efecto. -Sus ojos brillaban con avaricia. Se humedeció los labios y sin dejar de mirar el tesoro, se frotó las manos.
Resultó evidente para todos los que le observaban que estaba considerando la manera de hacerse con aquella fortuna. Poco a poco, las excitadas conversaciones se desvanecieron y murieron. Se hizo un opresivo silencio.
Harold no pareció advertirlo.
Jonas emitió un suspiro.
– Potheridge…, creo que debería marcharse.
– ¿Qué? -Harold salió del ensimismamiento con el que observaba el tesoro aunque tardó un momento en alzar la aturdida mirada a la cara de Jonas.
Lo que vio en ella le hizo recuperar la compostura. Notó el silenció y echó un rápido vistazo a su alrededor…, hasta que por fin se percató de la contenida animosidad dirigida hacia su persona.
Carraspeó. Miró a Em, abrió la boca y la cerró bruscamente, luego giró sobre sus talones y se marchó con paso airado.
– Menos mal -dijo Thompson dejando la palanca sobre la barra del bar-. Cuanto menos lo veamos por aquí, mejor.
Un ominoso murmullo recorrió la estancia.
Jonas intercambió una mirada con Lucifer, luego miró a Edgar.
– Una ronda por cuenta de la casa. -Mientras Edgar servía las cervezas, Jonas bajó la mirada hacia Emily y sonrió-. Invito yo mientras decidimos qué hacer con esto.
Ella asintió con la cabeza y miró el tesoro, mucho más tranquila después de lo que Lucifer había dicho.
Jonas acercó una silla y se sentó a su lado; Phyllida y Lucifer colocaron un banco en el otro lado de la mesa y se unieron a ellos.
Em pasó la mirada de Jonas a Lucifer.
– Jamás he tenido que enfrentarme antes a nada parecido. ¿Podrías aconsejarme?
Lucifer asintió con la cabeza.
– Primero habría que tasarlo, así tendrías una idea más aproximada de su valor. Después de eso… Te aconsejaría que lo vendieras, por lo menos una parte.
Em arrugó la nariz.
– Pero la inscripción dice que es «el futuro de los Colyton». Lo guardaron allí para que recurriéramos a él en caso de necesidad. Si es tan valioso como dices, entonces deberíamos coger sólo lo que necesitemos, lo suficiente para que Henry se establezca como corresponde al nombre de Colyton y para que mis hermanas y yo tengamos una dote. Luego deberíamos devolver el resto del tesoro a donde estaba para que pueda recurrir a él la siguiente generación de Colyton que lo necesite.
Lucifer asintió con la cabeza.
– Un objetivo loable, pero sabes de sobra que no puedes volver a poner el tesoro donde estaba. Y, en cualquier caso, te aconsejaría que lo vendieras todo y que invirtieras la parte que deseas dejar a las futuras generaciones. Jonas y yo podríamos ayudarte con eso. Así, la próxima generación de Colyton que lo necesite no tendrá que embarcarse en una absurda búsqueda del tesoro, alentada sólo por la creencia en una leyenda familiar.
Em sonrió.
– Gracias… aunque tengo que señalar que los Colyton disfrutan realmente de las búsquedas del tesoro.
– Quizá -dijo Filing-. Pero con todo este revuelo, ya no sería seguro.
– No, por supuesto que no. -Em clavó los ojos en el tesoro que lanzaba destellos ante ella; superaba con creces sus sueños más descabellados. Todavía le costaba creer y asimilar la realidad. Aceptar que su búsqueda había dado sus frutos, y que todas sus oraciones habían sido escuchadas… absolutamente.
Miró a Issy, que todavía estaba aturdida, que todavía miraba la caja con estupor, y luego a Henry. Su hermano sonreía, pero negaba con la cabeza de vez en cuando, como si también él tuviera problemas para creer lo que veía.
Sólo las gemelas, con los ojos brillantes y enfocados en el tesoro, parecían haber aceptado la realidad de lo sucedido sin la más mínima objeción. Sospechaba que ellas habían sido las únicas que habían creído sin ningún tipo de duda en la leyenda familiar, y que su fácil aceptación se debía a que siempre habían imaginado que el tesoro sería tan magnífico como era.
– Ahora… -Miró a Jonas y luego a Lucifer-. Ahora que lo hemos encontrado, ¿dónde podemos guardarlo para que este seguro?
– Conozco el lugar perfecto. -Jonas la miró a los ojos cuando ella se volvió hacia él. Para sorpresa de la joven, Jonas levantó la voz para que todos le oyeran -. Guardaremos el tesoro en las celdas que hay en los sótanos de la posada. Ningún preso ha logrado escapar de ellas…, ni tampoco nadie lo ha intentado nunca.
CAPÍTULO 18
– Ha sido una buena idea -dijo Lucifer a Jonas mientras asentía con la cabeza. Estaban parados ante una de las celdas del sótano de la posada, mirando por la puerta abierta la caja de piedra que habían depositado sobre un banco en el interior.
Cerrada de nuevo y con su brillante contenido oculto, la caja parecía desentonar con el entorno, como un extraño e inanimado prisionero.
Jonas cerró la pesada puerta enrejada y giró la enorme llave en la cerradura.
– Quería asegurarme de que a nadie se le ocurriera intentar robar el recién, descubierto tesoro Colyton. -Aunque Jonas había respondido al comentario de Lucifer, tenía la mirada clavada en Em.
Ella asintió con la cabeza, entendiéndolo perfectamente. No era sólo que el tesoro estaba ahora a buen recaudo, sino también las razones por las que hacía aquella declaración. Em estaba aprendiendo a reconocer la vena protectora de Jonas.
– Ten -dijo él ofreciéndole la llave-. Deberás guardarla bien.
Em cogió la pesada llave y se la metió en el bolsillo, notando el peso del metal.
– Buscaré un lugar seguro donde guardarla.
Todo aquello comenzaba a parecerle un sueño; Em estaba medio convencida de que se despertaría en cualquier momento para descubrir que nada de lo que había ocurrido ese día era real.