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Darcy recogió su ropa con celeridad y comenzó a ponérsela.

– Vuelve al comedor y dile que me reuniré con él allí en quince minutos -se calzó y siguió a Amanda fuera de la suite.

Tardó tres minutos en ir a su suite, otros siete en vestirse y arreglarse el pelo y dos más en bajar al vestíbulo. Le sobraron dos minutos.

Entró en el comedor y miró alrededor de los huéspedes que desayunaban. Detuvo la búsqueda en cuanto posó los ojos sobre su padre.

– Oh, no -musitó. Sam Scott estaba desayunando con… Kel Martin. Los observó largo rato. Su padre parecía cómodo, casi relajado, si es que ello era posible. Los dos reían y no pudo imaginar qué podía resultarles humorístico.

Cruzó la sala.

– Hola, papá -le dio un beso en la mejilla-. Hola, Kel -éste se llevó un dedo a la mejilla, una silenciosa invitación para que también lo besara, pero Darcy le dedicó una mirada asesina. Lo último que necesitaba era que Kel se hiciera amigo de su Padre-. Lamento llegar tarde, papá, pero me encontré con un problema en la pista de golf.

Su padre le sonrió, y luego señaló una silla frente a él y al lado de Kel.

– No pasa nada, Darcy. El señor Martin me hacía compañía y me contaba lo mucho que ha estado disfrutando de su estancia aquí. Ha dicho que te has mostrado especialmente atenta con sus necesidades. Es exactamente lo que me gusta oír. Una directora activa es la clave del éxito de un hotel.

Darcy carraspeó.

– Creo que verás que la atención a nuestros huéspedes es siempre nuestra máxima prioridad. Tengo algunos datos sobre clientes que han repetido que sé que te gustaría ver. ¿Por qué no vamos a mi despacho…?

– Ahora no -dijo Sam-. Kel me ha pedido que juegue un partido de golf con él esta mañana. Tiene una reserva para las nueve.

– Pero hoy vamos a estar ocupados. Tengo tantas cosas que repasar contigo…

– Eso puede esperar -comentó Sam.

– Sí, puede esperar -indicó Kel-. ¿Cuán a menudo se presenta la oportunidad de jugar al golf con el padre de mi chica?

– ¿Tu qué? -la voz de Darcy adquirió un tono levemente histérico.

– Kel me ha contado que habéis estado pasando algún tiempo juntos -comentó Sam-. Me alegra oírlo. Ya era hora de que empezaras a pensar en tu futuro.

– Kel y yo no salimos y él no es mi futuro -insistió Darcy-. Apenas nos conocemos -le lanzó otra mirada de ésas y movió el pie junto a la mesa-. Y con respecto a mi futuro, tengo algunas noticias buenas. Voy a comprar una casa.

– Bueno, Kel, ¿qué tal la estancia con nosotros? -preguntó Sam, soslayando la afirmación de Darcy.

– Estupenda. Como he dicho, Darcy ha sido muy atenta.

– ¿No vas a pedir algo para desayunar?-preguntó su padre con cierta impaciencia.

– Tengo mucho trabajo. Te veré luego, papá. Después de tu partida de golf -se volvió hacia Kel-. ¿Podría hablar contigo un momento? Sólo quiero cerciorarme de que tengo bien el horario para el campo.

Salió del restaurante y una vez en el vestíbulo esperó que Kel se reuniera con ella.

Cuando lo hizo, lo tomó de la mano y lo arrastró a su despacho.

– Exactamente, ¿qué crees que estas haciendo?

– Desayunar con tu padre. Es un gran tipo. Todo un personaje. Y qué hombre de negocios. Me ha dado unos consejos para invertir.

– No me refería a eso. Le has dicho que estamos saliendo.

– Bueno, y así es. Más o menos. Podríamos estar haciéndolo si no pasáramos cada minutos despiertos juntos en la cama.

– No vamos a salir -afirmó ella-. Teníamos un acuerdo. Se suponía que esto sólo iba a durar una semana. Es solo sexo, no una relación.

La expresión de él se puso seria.

– Vamos, Darcy, sabes que eso no es verdad. No es sólo sobre sexo. Quizá lo fuera al principio, pero ya no.

– No busco una relación, Kel -indicó Darcy-. ¿No lo ves? Por eso es tan bueno entre nosotros, porque no hacemos planes para nuestro futuro. Podemos ser simplemente quienes somos en el presente.

– ¿Y qué cambiaría si empezáramos a hacer planes?

– Todo -expuso-. Quiero que vuelvas al restaurante y le digas a mi padre que no puedes jugar al golf con él esta mañana. Y también que no estamos saliendo, que sólo somos amigos.

– ¿Estás segura de eso, Darcy? ¿Cuál es tu queja con tu padre?

– Lo que sucede entre nosotros no es asunto de mi padre. Y lo que sucede entre mi padre y yo no es asunto tuyo.

Él movió la cabeza.

– Te equivocas.

– Si voy a tener una relación con un hombre, quiero que sea idea mía, no de mi padre. Ha estado dirigiendo mi vida desde que recuerdo. Nunca he sido lo bastante buena para él, sin importar lo mucho que me esforzara. Quiere que sea como mi madre.

– ¿Y tú no quieres eso?

– No me malinterpretes. Es una mujer maravillosa, pero yo no soy ella. Ella estaba contenta de vivir en un pequeño rincón de la vida de mi padre. Nunca ha tenido nada propio. Yo quiero hacer algo más con mi vida, y en eso no va incluido el matrimonio y una familia.

– ¿Y qué hay de malo en el matrimonio y la familia?

– Nada -suspiró-. Te lo advierto, no te acerques mucho a mi padre. Antes de que te des cuenta, hará que nos casemos y le demos un nieto cada pocos años -trató de contener su frustración-. Soy buena en mi trabajo. Soy muy buena y me merezco la oportunidad de dirigir algún día esta empresa. Y voy a hacer lo que sea necesario para que él se de cuenta de ello.

Dio media vuela y se dirigió hacia su despacho. No había trabajado tan duramente esos últimos dos años para dejar que apareciera un hombre y se interpusiera entre su futuro y ella. Kel Martin se marcharía de su vida en dos días y ella continuaría como antes. Pero mientras pensaba eso, percibía que su vida ya no seria igual.

– No juego al golf -insistió ella-. No se me da bien. Pensé que ya lo tendrías claro. He necesitado treinta y siete swings para llegar hasta aquí.

– Golpes -corrigió él con una sonrisa, mientras la veía debatirse con el palo. Después de todo, la había engañado para que lo acompañara.

Sam Scott había planeado unirse a Kel, pero en el último instante había tenido que atender una conferencia telefónica. Había insistido en que Darcy acompañara a Kel en su lugar y de inmediato ella se había negado.

Pero en el momento en que Kel había tratado de reprogramar la partida con su padre, mágicamente había aceptado. Era obvio que no quería que pasara más tiempo con Sam Scott.

Aunque se había reído ante sus errores y por lo general había mostrado un gran espíritu, era evidente que Darcy no había dormido mucho la noche anterior, aunque no por culpa suya. Su padre la había mantenido ocupada casi todo el día, y luego había insistido en que cenaran juntos. Según le había contado ella, se habían quedado trabajando en la habitación de él hasta las tres de la mañana.

– ¿No podemos probar otra cosa? -preguntó Darcy-. Hay cosas tanto más interesantes que hacer que perseguir esta estúpida bola por la hierba.

– Intenta un hoyo más. Yo te ayudaré -se situó detrás de ella.

– Relajar las caderas -murmuró. Meneó el trasero, apoyándose contra Kel hasta establecer un contacto directo con su entrepierna-. Eso esta bien. Creo que ya empiezan a relajarse -se meneó un poco más-. Oh, está muy bien.

Kel la sujetó con firmeza.

– Darcy, para.

En esa ocasión, ella se inclinó insinuante mientras pegaba el trasero contra su delantera, subiéndosele levemente la pequeña falda de golf.

– Creo que ya lo siento -dijo con tono juguetón-. ¿Así está mejor?

Kel no podía controlar la situación. Bajó la vista a la creciente erección que tenia en la parte frontal de sus pantalones.

– Tienes razón, esto ha sido un error.

Darcy se volvió, le rodeó el cuello con los brazos y le dio un beso en los labios.

– Me alegro de que al fin coincidas conmigo. Y si ahora vienes conmigo, podemos desnudarnos para divertirnos de verdad.