– Y con los demás, Cyrus Stephen Narayan -añadió Swami. Léela llevó hojas de papel grandes y muchos lápices rojos. Ganesh dijo:
– He estado pensando lo que me dijisteis, y vamos a sacar nuestro propio periódico. Swami replicó:
– Es justo lo que va a hacer polvo a Narayan.
Ganesh trazó unas columnas en la hoja que tenía delante.
– Como con todo, hay que empezar por cosas pequeñas. El chico puso el Time y The New Statesman sobre la mesa.
– Estas revistas son pequeñas. Muy pequeñas. Swami soltó una carcajada. En la habitación de al lado sonaron como gargarismos.
– ¿Lo ves, sahib? El chico sabe hablar bien. Y, desde luego, es un escritor nato. Sabe mucho más que un montón de hombres hechos y derechos de aquí.
El chico repitió:
– Sí, son unas revistas muy pequeñas. Ganesh sonrió con simpatía.
– Va a costar, mucho, ¿sabes? Tenemos que empezar con algo pequeño y sencillo. Fíjate en tu tío Swami. Empezó con cosas pequeñas en las revistas.
Swami asintió con solemnidad.
– Y también Partap. Y yo. Todos empezamos con algo pequeño. Así que vamos a empezar con cuatro páginas.
– ¿Sólo cuatro páginas? -repitió el chico, malhumorado-. Pero hombre, si eso ni es una revista ni nada.
– Ya será más grande, hombre. Pero que bien grande.
– Vale, vale. -El chico separó con furia la silla de la mesa-. Adelante, hacer eso que llamáis revista. Pero yo no quiero saber nada.
Y se dedicó a su vaso de Coca-Cola.
– Primera página -anunció Ganesh-. Limpia. Nada de anuncios, salvo en el extremo inferior derecho.
– Yo siempre me he dicho que si alguna vez empezaba a sacar una revista, se la dedicaría a Mahatma Gandhi -dijo Partap con respeto-. Conozco a un chico que si le tratamos bien podía coger un troquel con la foto de Gandhi en la redacción de The Sentinel. Podíamos ponerla en primera página y ya encontraría yo algunas palabras o algo para acompañar.
Ganesh señaló el espacio para el homenaje.
– Pues eso ya está -dijo Swami.
– La primera página va a ser con venga de ataques, ataques. Eso me lo dejéis a mí. Estoy trabajando en un artículo para desenmascarar lo del Fondo para los Indigentes, y Léela está escribiendo algo sobre el trabajo social que está haciendo.
Swami estaba tan contento que intentó cruzar sus pantagruélicas piernas. La silla crujió y Ganesh le miró fijamente. Leela atravesó la habitación como una posesa.
– ¡Es que hay gente que parece que no ha visto mobiliarios en su vida! La próxima vez, voy a poner unos bancos. Partap se irguió como una vela y Swami sonrió. Sentado contra la pared, al lado del frigorífico, el chico dijo:
– Sí, la primera página ya está. Pero me digo yo: ¿qué va a pensar la gente cuando vea una dedicatoria en un lado de la página a Mahatma Gandhi y en el otro lado ataques y venga de ataques?
Swami respondió cortante:
– Tú a callarte, chico. Que por mucho que estés crecido y lleves pantalones largos, te cojo y te doy una buena azotaina, aquí mismo, delante del pandit. Y la próxima vez te quedas en casa y no te dejo tocar ni una revista de las que yo saco. Si no tienes otra cosa que decir que sarcasmos, pues vas y te callas.
– De acuerdo. Tú eres un hombre hecho y derecho y me haces callar. Pero a ver cómo pensáis llenar las otras tres páginas.
Ganesh no hizo caso de la discusión y siguió trazando columnas en las páginas interiores.
– Página dos.
Partap. tomó un sorbo de Coca-Cola.
– Página dos.
– Sí -dijo Swami-. Página dos. Partap chasqueó los dedos.
– ¡Anuncios!
– ¿La página dos llena de anuncios? ¿Veis lo que puede hacer la falta de experiencia?
– Unos cuantos anuncios -intercedió Ganesh.
– Eso quería decir -se defendió Partap.
– Cuatro columnas en la página dos. ¿Dos para anuncios? Partap asintió. Swami dijo:
– Así lo hacía yo.
– ¿Qué vais a poner en las dos columnas? Eso, el chico.
Swami se dio la vuelta con brusquedad en la silla, que volvió a crujir peligrosamente. El chico tenía el Time delante de la cara.
– ¿Y alguna cosita escrita por ti, pandit? -preguntó Partap.
– Oye, yo ya voy a escribir toda la primera página. Y no quiero que aparezca mi nombre en la revista. No quiero rebajarme al nivel de Narayan.
Swami dijo:
– Cultura, sahib. La página dos, cultura. Partap dijo:
– Sí, cultura.
Hubo un largo silencio, roto únicamente porque el chico pasaba las páginas de Time con un ruido innecesario.
Ganesh dio unos golpecitos sobre la mesa con el lápiz. Swami se llevó las manos a la barbilla y se apoyó en la mesa, empujándola hacia Ganesh. Partap se cruzó de brazos y frunció el ceño.
– ¿Coca-Cola? -preguntó Ganesh.
Swami y Partap asintieron distraídamente y Léela salió a hacer los honores.
– Tengo unas tazas de esmalte, si lo prefieren.
– No, así nos va bien -replicó Partap, sonriendo.
– Cine -dijo el chico, oculto tras el Time.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó Swami ansiosamente.
– Críticas de películas -dijo Ganesh.
– Una idea de primera, lo de las críticas de películas -dijo Partap.
Swami se entusiasmó.
– Y en la misma página, anuncios de películas. De las empresas indias. Con cada crítica, un anuncio. Ganesh dio una palmada sobre la mesa.
– Exacto. El chico tarareaba.
Los tres hombres tomaron un poco de Coca-Cola con desenvoltura. Swami soltó una carcajada y siguió riéndose hasta que su silla crujió. El chico dijo en tono glaciaclass="underline"
– Página tres.
– Dos columnas más de anuncios -replicó Ganesh inmediatamente.
– Y un anuncio bien bueno y grande en toda la página cuatro -añadió Swami.
– Desde luego -dijo Ganesh-, pero ¿por qué te saltas tanto espacio?
Partap dijo:
– Sólo quedan dos columnas por llenar.
– Sí -replicó Swami con tristeza-. Dos más. El chico se acercó a la mesa y dijo:
– El editorial.
Le miraron con expresión inquisitiva.
– El artículo de fondo.
– ¡Ya está la revista! -exclamó Swami. Partap preguntó:
– ¿Y quién va a escribir ese artículo? Ganesh dijo:
– La gente conoce mi estilo. Eso es cosa vuestra. Yo me encargo sólo de la primera página.
– Un artículo serio, de religión, en la página tres -dijo el chico-, para compensar la primera que, o no he oído bien o va a ser de ataques y venga de ataques.
Swami dijo:
– Tengo yo que practicar un poco. En los viejos tiempos, bueno, me hacía un artículo de esos en media hora.
Partap preguntó, dubitativo:
– ¿Alguna cosita sobre los Paquetes Postales? El chico dijo:
– Un artículo serio y religioso. -Y añadió, dirigiéndose a Swami-: ¿Y ese que me enseñaste el otro día?
– ¿Cuál? -preguntó Swami, como si tal.
– El de lo de volar.
– Ah, esa cosilla. Sahib, el chico se refiere a unas palabrillas que escribí el otro día. Partap dijo:
– Ya me acuerdo. Lo que rechazó The New Stateman. Pero está bien. Demuestra que en la antigua India lo sabían todo sobre los aviones.
Ganesh dijo:
– ¡Hum! -Y añadió-: Muy bien. Pues lo ponemos. Swami dijo:
– Lo tengo que pulir un poquito. Partap dijo:
– Bueno, pues ya está todo. Intervino el chico:
– Os olvidáis de una cosa. El nombre.
Los hombres volvieron a quedarse pensativos.
Swami hizo tintinear el hielo en su vaso.