Los rótulos del chico eran complejos. Nunca se conformaba con las letras sin más; lo sombreaba todo y a veces costaba trabajo leer lo que había escrito. Pero ponía mucho empeño y caía bien a todo el mundo. Beharry, que también trabajaba en los carteles, dijo:
– A veces quisiera que Dios me hubiera dado un hijo así. Suruj es buen chico, pero pandit, no tiene cabeza. Siempre está en la clase de los atrasados. Me descompone. Yo soy un hombre inteligente, y la mooma de Suruj no es tonta.
Los elogios de Beharry sirvieron de estímulo al chico y dibujó el cartel más famoso de las elecciones:
GANESH es
Capaz
Amable
Enérgico
Sincero
SANTO
Frente a todo aquello, estaba claro desde el principio que Indarsingh no tenía posibilidades, pero luchó con valentía. Obtuvo el apoyo del Partido para el Progreso y la Unidad, el P P. U., una organización constituida a toda prisa dos meses antes de las elecciones. Los objetivos del P. P. U., como su organización, eran difusos, e Indarsingh tuvo que arreglárselas él solo. Sus discursos eran largos, cuidadosamente pensados -más adelante su autor los publicaría en forma de libro, bajo el título de Colonialismo: cuatro ensayos-, sobre temas como la economía del colonialismo, el colonialismo en perspectiva, la anatomía de la opresión, el enfoque de la libertad. Indarsingh iba de un lado a otro con una pizarra y una caja de tizas de colores, e ilustraba sus argumentos con diagramas. A los niños les caía bien. Le rodeaban al principio y al final de los discursos y le pedían "un trocito pequeño de tiza que estuviera pensando en tirar". Los mayores le llamaban el "Diccionario Andante".
En una o dos ocasiones intentó atacar a Ganesh pero pronto comprendió que no debía hacerlo. Ganesh jamás mencionó a Indarsingh.
A Léela le gustaba cada vez menos Indarsingh, a medida que se aproximaba el día de las elecciones.
– Tanta palabrería elegante y tanto acento elegante… No sé cómo la gente no le tira algo bien grande a la cabeza.
– No está bien hablar así, Léela -dijo Ganesh-. Es buen chico. Está luchando bien limpio, y en el resto de Trinidad las cosas no son tan limpias, te lo aseguro.
Léela se volvió hacia Beharry:
– ¿Oyes lo que dice? Es justo esa bondad y esa mente tan grande lo que es peligroso en Trinidad. Parece que no ha tenido bastante con gente como Narayan.
Beharry replicó:
– Bueno, el pandit tiene mucha razón en lo que dice. Indarsingh es buen chico, pero no es más que un chico. Dice cosas demasiado grandes. Pero fíjate, que eso está bien para aquí. Yo puedo entenderlo y el pandit Ganesh puede entenderlo, pero para la gente corriente es distinto.
Una noche, Ganesh volvió tarde a Fuente Grove de una reunión religiosa en Bamboo Walk, una aldea limítrofe con su distrito. En el piso de arriba, en el cuarto de estar, estaban Léela, Beharry y el chico, trabajando como de costumbre en los carteles. Estaban sentados a la mesa. Pero Ganesh vio a alguien más arrodillado junto al frigorífico, rellenando los contornos de un cartel de GANESH ES UN HOMBRE DE BIEN Y DE DIOS extendido en el suelo. Era un hombre grandón y gordo, pero no era Swami.
– Hola, sahib -dijo el hombre despreocupadamente, y siguió rellenando las letras. Era Ramlogan.
– Hola, Ramlogan. Cuánto tiempo sin verte. Ramlogan no alzó la vista.
– Tengo mucho trabajo, sahib. En la tienda. Ganesh dijo:
– Léela, espero que tengas mucha comida para mí esta noche. Cualquier sobra me la comería. Tengo un hambre de lobo. Ah, Léela, ¿pero no le has dado nada a tu padre?
Léela se dirigió con presteza hacia el frigorífico.
Ramlogan siguió rellenando letras.
– ¿Qué te parece?
– Unas palabras muy bonitas, sahib. Ramlogan siguió sin alzar la vista.
– Se le ocurrieron a Léela.
– Ella es así, sahib. Léela repartió Coca-Colas.
Ramlogan, que estaba inclinado con las manos apoyadas en el suelo, se enderezó y se echó a reír.
– Llevo años vendiendo la Coca-Cola esta pero, fíjate, sahib, que ni la había catado. Qué cosas. Ya se sabe: en casa del herrero, cuchillo de palo.
Léela dijo:
– Oye, tienes la comida esperándote en la cocina. Ganesh atravesó el cuarto de estar y pasó a la habitación grande, junto a la galería trasera.
Léela tenía lágrimas en los ojos.
– Es la segunda vez en mi vida que me haces sentir orgullosa de ti.
Se apoyó sobre él. El no la rechazó.
– La primera vez fue cuando el chico de la nube. Ahora con papá.
Se secó los ojos y sentó a Ganesh a la mesa de la cocina.
Durante la semana anterior al día de las elecciones Ganesh decidió suspender toda actividad mística y celebrar un Bhagwat, un encuentro religioso de siete días. Dijo:
– Desde pequeño me tengo prometido celebrar mi propio Bhagwat, pero nunca encontraba tiempo. El chico dijo:
– Pero ahora es el momento de moverse, pandit, de hablar a la gente y eso.
– Ya lo sé -replicó Ganesh con tristeza-. Pero algo me dice que si no celebro un Bhagwat ahora, no lo haré nunca. A Léela no le parecía bien.
– Para ti es muy fácil. Sólo tienes que estar sentado recitando oraciones y cosas. Pero la gente no va a un Bhagwat sólo por las oraciones, eso te lo aseguro. Van por la comida de balde.
Pero la Gran Eructadora, la mooma de Suruj y Ramlogan aunaron fuerzas y ayudaron a Léela en la ingente tarea de cocinar durante todo el fin de semana. El Bhagwat tuvo lugar en la planta baja de la casa; se dio de comer a la gente fuera, en el restaurante de bambú, y había una cocina especial en la parte de atrás. Los leños ardían en enormes agujeros excavados en el suelo, y en grandes cacerolas negras de hierro cocían a fuego lento arroz, dal, patatas, calabaza, espinacas de muchas clases, karhee, y muchos otros alimentos vegetarianos hindúes. La gente acudió desde varios kilómetros a la redonda, e incluso Swami, que había organizado tantos Bhagwats, dijo:
– Es lo mejor y lo más grande que he organizado jamás.
Léela se quejaba más que nunca de cansancio; la Gran Eructadora tenía inusitados problemas con los gases, y la mooma de Suruj no paraba de lamentarse por sus manos.
Pero Ramlogan le dijo a Ganesh:
– Así es con las mujeres y eso, sahib. Se quejan, pero nada les gusta más que una gran fiesta como esta. Pasaba lo mismo con la madre de Léela. Siempre yendo a cantar a alguna boda, y cuando volvía ronca a la mañana siguiente, venga a quejarse. Pero la siguiente vez que había una boda, no encontrabas en casa a la madre de Léela.
En un gesto sublime, Ganesh invitó a Indarsingh la última noche del Bhagwat, la víspera del día de las elecciones.
Léela les dijo a la mooma de Suruj y a la Gran Eructadora:
– Es justo lo que me esperaba de ese marido que tengo. A veces este hombre y los otros actúan como si hubieran perdido el juicio.
La mooma de Suruj removió la caldera del dal con un cucharón de un metro de largo.
– Ay, hija. ¿Pero qué haríamos sin ellos? Indarsingh llegó con chaqueta deportiva de Oxford, y Swami, en calidad de organizador del Bhagwat, le presentó al público.
– Tengo que hablarles en inglés para presentarles a este hombre, porque creo que no sabe hindi. Pero creo que todos estarán de acuerdo conmigo en que habla inglés como un auténtico inglés. Es porque tiene educación extranjera y ha vuelto aquí únicamente para intentar ayudar a los pobres de Trinidad. Señoras y señores: el señor Indarsingh, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Oxford, Londres, Inglaterra.