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El libro inició una moda. En muchas partes de Trinidad, muchas personas empezaron a ver a Dios. La más célebre fue Hombre-hombre, de Miguel Street, en Puerto España. Hombre-hombre vio a Dios, intentó crucificarse y tuvieron que encerrarle.

Y sólo dos meses después de la publicación de Lo que me dijo Dios Ganesh cosechó un éxito clamoroso. Se inspiró en el portarrollos de papel higiénico musical.

Como Evacuación provechosa se publicó durante la guerra, se entendió mal el título; por suerte, ya que quizá se hubiera prohibido si las autoridades hubieran sabido que más o menos trataba sobre el estreñimiento. "Un asunto vital", escribía Ganesh en el prólogo, "que ha influido adversamente en las relaciones humanas desde el inicio de los tiempos." La esencia del libro consiste en que la evacuación puede resultar no sólo placentera, sino también provechosa, un medio para fortalecer los músculos abdominales. El sistema que recomendaba Ganesh es aproximadamente como el que los contorsionistas y levantadores de pesas llaman excavación.

Esto, impreso en papel grueso, con cubierta de un amarillo chillón decorada con un loto, encumbró definitiva e incuestionablemente a Ganesh.

Es posible que, por sí solo, Ganesh no hubiera tomado más medidas contra Narayan. Lo del Pajarito sólo era un gorjeo de protesta entre aclamaciones entusiastas e inteligentes. Pero a algunas personas, como la Gran Eructadora y Beharry, no les gustaba.

Sobre todo Beharry estaba desolado. Ganesh le había abierto panoramas más amplios de lecturas y conocimientos, y a Ganesh le debía su prosperidad. Había levantado la tienda nueva, toda de cemento, argamasa y cristal. Las tierras se habían revalorizado en Fuente Grove, y también se benefició de eso. De vez en cuando, las sociedades de debate literario y bienestar social le invitaban a hablar sobre diversos aspectos de la carrera de Ganesh: Ganesh el hombre, Ganesh el místico, la contribución de Ganesh al pensamiento hindú. Su destino estaba ligado al de Ganesh y le molestaban más que a nadie los ataques de Narayan.

Hizo cuanto pudo para incitar a la acción a Ganesh.

– Ese hombre te ha vuelto a atacar este mes, pandit.

– ¡Gaddaha!

– Pero esta vez parece malo de verdad, pandit. Sobre todo ahora que Ramlogan ha empezado a escribir contra ti en The Hindú. Es peligroso.

Pero a Ganesh no le preocupaba que Narayan estuviera preparándose para las elecciones de 1946.

– No tengo la menor intención de ser como esos estafadores que se meten en lo de las elecciones.

– ¿No te has enterado de la última, pandit? Pues que Narayan ha formado un partido. La Asociación Hindú. Es una maniobra electoral. No tiene posibilidades de ganar en Puerto España. Tiene que venir al campo y ahí es donde tiene miedo de que le ganes.

– Beharry, tú y yo sabemos qué son las asociaciones indias de aquí. Narayan y esa gente son como niñas jugando a las casitas.

El criterio de Ganesh tenía fundamento. En la primera asamblea general de la Asociación Hindú, Narayan fue elegido presidente. También eligieron los siguientes cargos: cuatro presidentes suplentes, dos vicepresidentes, cuatro vicepresidentes suplentes, varios tesoreros, un secretario jefe, seis secretarios y doce subsecretarios.

– ¿Lo ves? No se han dejado a nadie. Mira, Beharry, muchacho, con todas esas reuniones religiosas donde hablo, es que conozco a los indios de Trinidad como la palma de mi mano.

Pero después Narayan empezó a hacer el tonto. Envió cables a la India, a Mahatma Gandhi, al pandit Nehru y al Congreso Panindio, y otros para celebrar toda clase de aniversarios: centenarios, bicentenarios, tricentenarios. Y cada vez que enviaba un cable aparecía la noticia en The Trinidad Sentinel. Nada impedía a Ganesh enviar cables, pero en la India, donde no sabían quién era quién en Trinidad, ¿qué posibilidades tenía un cable firmado por GANESH, PANDIT MÍSTICO frente a otro firmado por NARAYAN, PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN HINDÚ DE TRINIDAD?

La delegación fue obra de Beharry.

Un domingo por la tarde se presentaron en la residencia de Ganesh dos hombres y un chico. Uno de ellos era alto, negro y gordo. Se parecía un poco a Ramlogan, sólo que iba vestido de blanco inmaculado; tenía una tripa tan grande que le colgaba por encima del cinturón de cuero negro, ocultándolo. Llevaba en el bolsillo de la camisa una carta y una ristra de lápices y plumas. El otro hombre era delgado, de piel blanca y guapo. El chico llevaba pantalones cortos y las mangas de la camisa abotonadas en las muñecas. Ganesh había visto varias veces a los hombres y sabía que eran organizadores. Al chico no le conocía.

Los miembros de la delegación se acomodaron en los sillones de la galería, y Ganesh le gritó a Léela que les sirviera Coca-Cola.

Los delegados miraron por las puertas de cristal del cuarto de estar y examinaron los dibujos y los dos grandes calendarios de Coca-Cola de las paredes.

Después vieron a Léela, delgada y elegante con su sari, abriendo el frigorífico. El hombre gordo le dio un codazo al chico, que estaba sentado a su lado en el sofá, y todos los miembros de la delegación dejaron de mirar.

El gordo fue a lo práctico.

– Sahib, no hemos venido aquí para andarnos con rodeos. Beharry y tu tía (una mujer muy, pero que muy agradable, sabib) me han pedido que venga por la cantidad de experiencia que tengo en organizar reuniones religiosas y cosas así…

Llegaron las Coca-Colas. Cuatro botellas heladas en una bandeja con fondo de cristal. Léela suspiró.

– Un momento. Voy a por los vasos.

El hombre gordo miró las botellas. El delgado de piel blanca se tocó la tira de esparadrapo que llevaba sobre el ojo izquierdo. El chico miró las borlas de la chalina de Ganesh. Ganesh les sonrió a todos, uno por uno, y todos le devolvieron la sonrisa, menos el chico.

En otra bandeja con fondo de cristal Léela llevó unos vasos que parecían caros, muy bonitos, con arabescos en dorado, rojo y verde y bordeados de franjas doradas.

Los miembros de la delegación sujetaron los vasos con ambas manos.

Hubo un silencio embarazoso hasta que Ganesh le preguntó al gordo:

– ¿Qué haces últimamente, Swami?

Swami tomó un sorbo de Coca-Cola, un refinado sorbo liliputiense.

– Nada. Vivir, sahib.

– Nada más que vivir, ¿eh?

Ganesh sonrió.

Swami asintió y le devolvió la sonrisa.

– ¿Y a ti qué te ha pasado, Partap? ¿Te has cortado?

– Un pequeño accidente en Paquetes Postales -contestó Partap, tocando el esparadrapo.

Ganesh siempre se acordaba de aquel hombre como Partap el de los Paquetes Postales. Partap sacaba a colación lo de los Paquetes Postales en casi todas las conversaciones, y Ganesh sabía que para enfadarle sólo había que dejar caer que trabajaba en Correos. "Servicio de Paquetes Postales, si no te importa", decía en tono glacial.

Más silencio, y tres sorbitos de Coca-Cola.

Swami dejó el vaso sobre la mesa con decisión, pero sin intención de hacer ruido, y Léela se quedó junto a una de las puertas del cuarto de estar. Swami volvió a coger el vaso y sonrió.

– Sí, sahib -dijo muy animado-. No hemos venido aquí para andarnos con rodeos. Tú eres el único hombre con autoridad entre todos los indios de Trinidad para enfrentarte a Narayan. No nos parece bien cómo te ataca Narayan. Sahib, hemos venido hoy -Swami se puso solemne- para pedirte que crees tu propia asociación. Te nombramos presidente ahora mismo y -no tienes que ir muy lejos-, ya tienes tres presidentes suplentes, sentados tranquilamente frente a ti, tomando Coca-Cola.

– ¿Por qué os hace eso Narayan?

– Qué sé yo -replicó Partap con amargura-. Se ha metido de muy mala manera con mi familia, pandit, acusando a mi propio padre de soborno y corrupción en la Junta de la Carretera local. Y siempre me llama el de Correos, por puro desprecio. Yo escribo cartas pero él no las imprime.