Выбрать главу

Una noche, Ganesh volvió tarde a Fuente Grove de una reunión religiosa en Bamboo Walk, una aldea limítrofe con su distrito. En el piso de arriba, en el cuarto de estar, estaban Léela, Beharry y el chico, trabajando como de costumbre en los carteles. Estaban sentados a la mesa. Pero Ganesh vio a alguien más arrodillado junto al frigorífico, rellenando los contornos de un cartel de GANESH ES UN HOMBRE DE BIEN Y DE DIOS extendido en el suelo. Era un hombre grandón y gordo, pero no era Swami.

– Hola, sahib -dijo el hombre despreocupadamente, y siguió rellenando las letras. Era Ramlogan.

– Hola, Ramlogan. Cuánto tiempo sin verte. Ramlogan no alzó la vista.

– Tengo mucho trabajo, sahib. En la tienda. Ganesh dijo:

– Léela, espero que tengas mucha comida para mí esta noche. Cualquier sobra me la comería. Tengo un hambre de lobo. Ah, Léela, ¿pero no le has dado nada a tu padre?

Léela se dirigió con presteza hacia el frigorífico.

Ramlogan siguió rellenando letras.

– ¿Qué te parece?

– Unas palabras muy bonitas, sahib. Ramlogan siguió sin alzar la vista.

– Se le ocurrieron a Léela.

– Ella es así, sahib. Léela repartió Coca-Colas.

Ramlogan, que estaba inclinado con las manos apoyadas en el suelo, se enderezó y se echó a reír.

– Llevo años vendiendo la Coca-Cola esta pero, fíjate, sahib, que ni la había catado. Qué cosas. Ya se sabe: en casa del herrero, cuchillo de palo.

Léela dijo:

– Oye, tienes la comida esperándote en la cocina. Ganesh atravesó el cuarto de estar y pasó a la habitación grande, junto a la galería trasera.

Léela tenía lágrimas en los ojos.

– Es la segunda vez en mi vida que me haces sentir orgullosa de ti.

Se apoyó sobre él. El no la rechazó.

– La primera vez fue cuando el chico de la nube. Ahora con papá.

Se secó los ojos y sentó a Ganesh a la mesa de la cocina.

Durante la semana anterior al día de las elecciones Ganesh decidió suspender toda actividad mística y celebrar un Bhagwat, un encuentro religioso de siete días. Dijo:

– Desde pequeño me tengo prometido celebrar mi propio Bhagwat, pero nunca encontraba tiempo. El chico dijo:

– Pero ahora es el momento de moverse, pandit, de hablar a la gente y eso.

– Ya lo sé -replicó Ganesh con tristeza-. Pero algo me dice que si no celebro un Bhagwat ahora, no lo haré nunca. A Léela no le parecía bien.

– Para ti es muy fácil. Sólo tienes que estar sentado recitando oraciones y cosas. Pero la gente no va a un Bhagwat sólo por las oraciones, eso te lo aseguro. Van por la comida de balde.

Pero la Gran Eructadora, la mooma de Suruj y Ramlogan aunaron fuerzas y ayudaron a Léela en la ingente tarea de cocinar durante todo el fin de semana. El Bhagwat tuvo lugar en la planta baja de la casa; se dio de comer a la gente fuera, en el restaurante de bambú, y había una cocina especial en la parte de atrás. Los leños ardían en enormes agujeros excavados en el suelo, y en grandes cacerolas negras de hierro cocían a fuego lento arroz, dal, patatas, calabaza, espinacas de muchas clases, karhee, y muchos otros alimentos vegetarianos hindúes. La gente acudió desde varios kilómetros a la redonda, e incluso Swami, que había organizado tantos Bhagwats, dijo:

– Es lo mejor y lo más grande que he organizado jamás.

Léela se quejaba más que nunca de cansancio; la Gran Eructadora tenía inusitados problemas con los gases, y la mooma de Suruj no paraba de lamentarse por sus manos.

Pero Ramlogan le dijo a Ganesh:

– Así es con las mujeres y eso, sahib. Se quejan, pero nada les gusta más que una gran fiesta como esta. Pasaba lo mismo con la madre de Léela. Siempre yendo a cantar a alguna boda, y cuando volvía ronca a la mañana siguiente, venga a quejarse. Pero la siguiente vez que había una boda, no encontrabas en casa a la madre de Léela.

En un gesto sublime, Ganesh invitó a Indarsingh la última noche del Bhagwat, la víspera del día de las elecciones.

Léela les dijo a la mooma de Suruj y a la Gran Eructadora:

– Es justo lo que me esperaba de ese marido que tengo. A veces este hombre y los otros actúan como si hubieran perdido el juicio.

La mooma de Suruj removió la caldera del dal con un cucharón de un metro de largo.

– Ay, hija. ¿Pero qué haríamos sin ellos? Indarsingh llegó con chaqueta deportiva de Oxford, y Swami, en calidad de organizador del Bhagwat, le presentó al público.

– Tengo que hablarles en inglés para presentarles a este hombre, porque creo que no sabe hindi. Pero creo que todos estarán de acuerdo conmigo en que habla inglés como un auténtico inglés. Es porque tiene educación extranjera y ha vuelto aquí únicamente para intentar ayudar a los pobres de Trinidad. Señoras y señores: el señor Indarsingh, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Oxford, Londres, Inglaterra.

Indarsingh dio un saltito, tocándose la corbata y, como un tonto, habló de política.

Indarsingh perdió su depósito y tuvo una tremenda discusión con el secretario del P. P. U., que también había perdido el suyo. Indarsingh dijo que el P. P. U. había prometido compensar a los miembros que perdieran el depósito. Descubrió que no podía hablar con nadie, pues tras los resultados de las elecciones, el Partido para el Progreso y la Unidad sencillamente desapareció.

Fue idea de Beharry que la gente de Fuente Grove llamase a Ganesh Honorable Ganesh Ramsumair, miembro del Consejo Legislativo.

– ¿A quién desea ver? -preguntaba a las visitas-. ¿Al Honorable Ganesh Ramsumair, miembro del Consejo Legislativo?

Al llegar a este punto convendría detenerse un poco y reflexionar sobre las circunstancias del ascenso de Ganesh, de maestro a sanador, de sanador a místico, de místico a miembro del Consejo Legislativo. En su autobiografía, Los años de culpa, que empezó a escribir en esta época, Ganesh atribuye su éxito (pide que se le perdone por utilizar tal palabra) a Dios. La autobiografía muestra que creía firmemente en la predestinación, y las circunstancias que concurrieron para su ascensión parecen ciertamente providenciales. Si hubiera nacido diez años antes, es muy improbable, teniendo en cuenta la actitud de los indios de Trinidad hacia la educación en aquella época, que su padre le hubiera enviado al Queen's Royal College. Podría haber sido pandit, y un pandit mediocre. Si hubiera nacido diez años más tarde, su padre le habría enviado a Estados Unidos, Canadá o Inglaterra para estudiar una profesión -la actitud de los indios hacia la educación había cambiado por completo-, y quizá Ganesh habría sido un abogado fracasado o un médico peligroso. Si, cuando los estadounidenses bajaron a Trinidad en 1914, Ganesh hubiera seguido el consejo de Léela y hubiera buscado trabajo con ellos o se hubiera hecho taxista, como tantos sanadores, se le habría cerrado para siempre el camino místico y habría supuesto su ruina. A pesar del esplendoroso intervalo con los estadounidenses, a estos sanadores les resulta difícil ganarse la vida hoy en día. En Trinidad ya nadie quiere sacamuelas ni sanadores, y los antiguos colegas de Ganesh en este campo han tenido que seguir dedicándose al taxi, pero ahora a tres centavos el kilómetro y medio, tal es la competencia.

"Está claro que mi Hacedor quería que fuese místico", escribió Ganesh.

Incluso sus enemigos le prestaban servicios. Sin los ataques de Narayan, Ganesh nunca se habría dedicado a la política y habría seguido siendo místico. Con desafortunadas consecuencias. Ganesh se vio convertido en místico cuando Trinidad los reclamaba. Esa época ha pasado. Pero algunas personas no se han dado cuenta y en algunos rincones de Trinidad aún existen residuos de místicos miserables. Parece cierto que la Providencia guió a Ganesh. Al igual que le indicó cuándo debía dedicarse al misticismo, le indicó cuándo abandonarlo.