– Venga a vernos manana -le dijo Patricia.
Algernon asintio, anadiendo:
– No sabe usted cuanto siento mi error, unicamente debido a mi torpeza,?eh? Si puedo hacer algo por usted, ya me lo dira,?eh? Hasta manana, Pat.
Ofrecio la mano a la senorita Girton, pero ella le volvio la espalda.
– Bueno, bueno -dijo Algy, y se marcho.
Las dos mujeres oyeron cerrarse la puerta nuevamente y se quedaron muy impresionadas a causa de la humildad del senor Lomas-Coper, porque era corriente en el dar portazos cuando se marchaba.
– Has sido muy dura con Algy -dijo Patricia, resentida.
– Me molesta porque es tonto de remate -contesto Agata Girton con brusquedad-. Afortunadamente, se trago la "bola" de la caida. Si tuviera siquiera un poco de inteligencia, manana hablaria a todo el pueblo de ti. Bueno,?que ha pasado realmente?
Patricia volvio a mirar el reloj. El tiempo transcurria muy lentamente. Las once y media. Alzo los ojos y contesto a su tia:
– Tanto vale esa "bola" como cualquier otra.
– Para mi, no. -Agata se coloco junto a su sobrina con semblante cenudo, y Patricia sintio miedo al ver aquella figura hombruna-.?Que sucedio en casa de Bittle?
– ?Oh, nada!… Me dijo que el unico modo de salvarte era que me casara con el.
– ?Ah!?Si? -exclamo la vieja-.?El muy cerdo!
– ?Tia Agata!
– ?Callate, tonta! Bittle es un puerco…?Por que no he de decirlo? Y anadiendo unas palabritas mas, si asi me place.?Por que no se lo dijiste tu??Que le has dicho?
– Yo… -Patricia hizo un esfuerzo. Recordaba la inopinada llegada del Santo, que puso fin a la discusion-. No supe que decirle -anadio con franqueza.
La senorita Girton contemplaba a la joven de arriba abajo.
– Luego se propaso,?verdad?
– No… no es eso. El caso es…
– No lo entiendo.?Quieres decirme, por fin, lo que paso?
Patricia se cubrio los ojos.
– ?Dejame en paz! Mas vale que me digas como contrajiste tantas deudas.
– Poco hay que contar -replico Agata con frialdad-. Cuando Bittle llego aqui, trato inutilmente de obtener entrada en la buena sociedad de Baycombe. Vino a esta casa varias veces, insistiendo verme; creyo que, siendo esta la casa solariega del pueblo, su duena tendria influencia decisiva aqui. No se como, pero el caso es que se entero de que yo necesitaba dinero. Me ofrecio su ayuda si yo, en cambio, le procuraba amistades. Como para mi no habia mas salida, acepte. Tu sabes que ha estado aqui con frecuencia, pero no logre que los demas Le invitasen, a pesar de que su comportamiento es excelente y, ademas, no carece de educacion. Pero la gente de aqui es tan particular… En fin, tuve que continuar pidiendole dinero, y a el no parecia desagradarle. Eso es todo.
Patricia se mordio los labios.
– Ya veo. Y aunque gastabas lo que en realidad era mio, no te parecio bien decirme algo.
– ?De que hubiese servido?
– ?No habia nada…?
– Nada en absoluto -dijo Agata Girton asperamente.
Patricia la miro.
– Entonces,?me vas a decir que te propones hacer cuando llegues al final de tus recursos?
Agata encendio otro cigarrillo con manos temblorosas. Durante un momento esquivo la mirada de la joven dirigiendo la suya a la ventana. Luego tomo a mirar a Patricia.
– Dejame a mi arreglar eso -contesto en voz baja con un dejo tan inhumano, que Patricia sintio escalofrios.
La joven se levanto y se fue a otro rincon de la sala para huir de la dura mirada de su tia. En otro momento habria sabido como tratar el desagradable asunto que acababa de oir, pero ahora solo pensaba en el Santo y no se veia capaz de concentrar los pensamientos en el nuevo problema, y aunque hubiese podido, no se habria atrevido por temor a enredar la cuestion y no poder cumplir las instrucciones de aquel en caso de que no volviese a la hora fijada. La senorita Girton tenia la fortaleza espiritual y fisica de un hombre y Patricia no se fiaba de su tia aquella noche.
Faltaban aun quince minutos, pues solo habian transcurrido cuarenta y cinco desde que dejo al Santo en aquel jardin maldito.
– ?Que te pasa, nina? -pregunto la tia con voz aspera-.?Por que miras tanto el reloj?
– Para ver la hora.
Patricia sintio ganas de reir, porque se dio cuenta de que aquella respuesta suya hubiese divertido a Simon Templar. En cambio, Agata Girton no veia ningun motivo de risa en la absurda contestacion.
– ?Por que te interesa tanto la hora?
– Mira, haz el favor de dejarme tranquila; no soy ninguna nina -exclamo la joven de pronto.
Su paciencia iba agotandose rapidamente; estaba intranquila y temia acabar por llorar para desahogar la desesperacion que la embargaba. Se encaro resuelta con su tia:
– Ya nos veremos manana -dijo, y salio del salon sin anadir palabra.
Estuvo un buen rato en su dormitorio paseandose arriba y abajo; de vez en cuando se asomaba a la ventana, pero sin percibir ruido alguno desde la finca de Bittle. Hacia el lado opuesto estaba el chale de Carn. Habia luz en una ventana del piso bajo, lo que indicaba que el doctor aun estaba levantado. La muchacha penso ir en seguida a verle para entretenerse hablando con el hasta la hora fijada, porque, si todo iba bien, el Santo seguramente la buscaria antes en casa de Carn que en la suya propia. Vacilaba un poco, pues conocia escasamente al doctor; pero al oir que abajo se cerraban las ventanas, la invadio el panico sin que pudiera dominarse.
Rapidamente se dirigio a la puerta y bajo corriendo las escaleras. Advirtio que su tia estaba en el salon, porque se paseaba por alli con fuertes pisadas. Patricia cruzo el vestibulo con mucho sigilo y cerro la puerta tras de si sin hacer ruido.
La fresca brisa de la noche le devolvio la serenidad, pero no volvio atras; con paso resuelto se dirigio a la casa de Carn. Al llamar, le abrio este en persona, por lo que la joven recordo que no tenia servidumbre.
El simpatico rostro del doctor revelo una agradable sonrisa al ver quien habia llamado.
– ?Caramba!?Usted, senorita Holm?
– ?Molesto? -le pregunto sonriendo-. Estaba deprimida y me parecio que un rato de charla con usted me animaria. Esto es, si mi compania no le es desagradable.
Carn se dio cuenta de que le impedia la entrada y se hizo a un lado.
– Es un honor para mi -dijo-; pero… estoy solo.
– Los medicos no cuentan en estas cosas,?verdad? -exclamo riendo la joven-. Ademas, le doy palabra de que me portare bien.
Carn, sorprendido por la inopinada visita, mostrabase un poco torpe; pero, de todos modos, la llevo a su estudio. A Patricia le asombraba la manifiesta vacilacion del doctor y le extranaba que su profesion, el trato con los enfermos, no le hubiese dado mas dominio sobre si mismo para hacer frente a todas las situaciones. No obstante, aunque torpe, era amable. Le ofrecio la mejor butaca, quito un monton de papeles de la mesa y los puso en un cajon. Advirtio ella que entre los documentos habia algunos planos. Carn se apresuro a explicar el hecho.
– Estoy interesado en geologia ademas de la entomologia. Es sin duda un asunto muy poco interesante para usted, pero a mi me divierte. Y me interesa mucho el projimo.
Casi sin darse cuenta, Patricia pidio su opinion sobre Simon Templar.
– ?Templar? Un hombre muy interesante, pero no se aun como clasificarlo. Solo le conozco desde hoy. Es una persona muy…,?como le dire?…, bueno, digamos un hombre extraordinario. Da gusto hablar con el.
Al parecer, Carn no deseaba continuar el analisis de la persona del Santo sin conocer antes la opinion de ella.
– ?Quiere usted tomar te? -pregunto el doctor-.?O prefiere una cerveza? Es todo lo que puedo ofrecerle.
– Gracias; si le parece bien, no tomare nada. El caso es que… quisiera… Bueno,?cree usted que el senor Templar corre algun peligro?
Carn la contemplo con una viveza inusitada en un hombre de su clase.
– ?Por que lo pregunta, senorita?
– Como siempre habla de eso…
Carn hizo un gesto de impaciencia.