– ?Por fin viene su majestad el Tigre?
Bloem asintio con un movimiento de cabeza y contemplo con mirada curiosa al Santo.
– Nos ha dado usted mas trabajo de lo que puede figurarse -dijo-. Ha tenido una suerte loca, pero aun la suerte mas extraordinaria termina alguna vez.
– Exactamente lo que me dijeron en Monte -convino el Santo-. Dicen que la banca, a la larga, siempre gana.
Fijandose bien, Templar pudo ver un ligero temblor en los parpados de Bloem.
– Debio de decirselo Fernando -dijo Bloem en voz baja y para si; pero el Santo lo oyo.
– A pesar de ello -observo tranquilamente-, lo se todo menos la respuesta a dos importantes preguntas:?quien es el Tigre? y?donde esta oculto el botin? Tengo el presentimiento de que no tardare en descifrar ambos secretos.
– Su optimismo es grande -dijo Bloem.
El dominio que este tenia sobre si mismo era casi perfecto, pero Templar, buen observador, durante la breve conversacion habia comprendido muy bien el caracter y las posibilidades de su contrario. Bloem no tenia el temple de acero que fingia, porque, de lo contrario, no se hubiese sobresaltado por una afirmacion tan vaga como la que le espeto el Santo.
Este tenia, por lo tanto, ventaja sobre aquel, pero se guardo muy bien de decirlo. No vario en nada la suave sonrisa con que hablaba a su enemigo.
– Confio mucho en el azar -dijo con tono superficial-; lo que me recuerda:?como estan las acciones de la mina T. T. Deeps?
Bloem nada contesto, y el otro continuo su charla:
– La verdad, me dio que pensar esa mina de oro abandonada.?Por que un hombre cuerdo (como usted ve, senor Bloem, le concedo que este en sus cabales), por que un hombre cuerdo, me dije, habia de empenarse en reunir la mayoria de las acciones de una mina de oro que hace mas de dos anos no ha dado ni un gramo de oro? Y se lo pregunte a mis agentes, los cuales mandaron un cable al Transvaal. La respuesta fue sencilla, aunque desconcertante: "No lo sabemos." Resulta, pues, que no se ha trabajado desde hace dos anos en la mina, que solo los novatos recorren de vez en cuando el distrito, porque los mineros viejos saben que no hay en cien millas a la redonda oro suficiente para sacar un jornal decente. Y, sin embargo, el gran Bloem trata de recoger todas las acciones y recuerda a la Bolsa un asunto que ya todo el mundo tenia olvidado. Resultado: todos los pequenos accionistas de esta desdichada mina, que ya daban por perdido el dinero, sacan de los rincones documentos y se devanan los sesos sobre si es conveniente vender, ahora que se ofrece la ocasion, o si sera mejor esperar para ganar una fortuna. Todo lo cual, para una mente tan inquisitiva como la mia, resulta sospechoso en alto grado y me induce a pensar.
– Me alegro, senor Templar, de que su preocupacion por estas acciones no le haya envejecido prematuramente -observo Bloem con ironia.
– ?Oh, de ninguna manera! El caso es que en el momento en que crei volverme loco y mis parientes ya andaban buscando un apacible manicomio para encerrarme, tuve de pronto una gran inspiracion. Suponga usted, Bloem, que una banda logra escapar con el botin mas grande que se conoce en la historia de los robos de bancos. Suponga usted que hayan podido huir con algo mas de un millon de dolares en oro. Suponga que hayan llevado el botin a traves del Atlantico, ocultandolo en una pequena aldea inglesa, tan alejada del mundanal ruido que nadie le recordaria si no fuese por las guias del ferrocarril. Y luego suponga…, recuerde que solo se trata de una teoria…, que la pandilla esta muy contenta de que nadie hasta ahora les haya seguido los pasos y este planeando como convertir el botin en dinero. Desde luego, lo primero es fundir el oro. Pero?que se hace con los lingotes? Tampoco se pueden vender sin levantar sospechas, porque los lingotes de oro no abundan.?Que hacer, pues?
– Si,?que se puede hacer? -pregunto Bloem con voz cansada.
– ?Caramba! -exclamo el Santo, contento, como si se tratara de una adivinanza que Bloem no supiese resolver-.?No se puede buscar una mina de oro abandonada, obtener la mayoria de sus acciones, hacer que en ella se pierdan los lingotes y luego volverlos a encontrar, con gran satisfaccion y alegria de los pobres accionistas?
– Si -contesto Bloem sin revelar interes alguno.
– No colara, amigo -dijo-. Le aseguro que no. Y bien lo sabe usted.
Bloem se aparto de el como si le cansara toda aquella charla y le diese sueno, pero no por eso dejo de oir la risita del Santo. Bloem hacia esfuerzos para estar a la altura de las circunstancias, pero no lo lograba del todo. Pocas dudas habia tenido Templar acerca de la exactitud de su hipotesis, y las pocas habianse disipado por completo. Tenia casi todos los hilos de la trama.
Pero?quien era el Tigre? Era el problema mas importante, y urgia resolverlo, excepto tal vez el del lugar en donde estaba oculto el oro.?Quien en aquella aldea podia tener el cerebro que concibio y realizo la hazana? Habia que descartar a Bloem, a Bittle y a Carn. Asi, quedaban solo el muy honorable sir Michael Lapping, el simpatico pero simple senor Lomas-Coper, la hombruna senorita Girton y los dos funcionarios retirados Shaw y Smith. Cinco personajes, pero ninguno con caracteristicas sobresalientes para atribuirle el cerebro que pudiese dar semejante golpe. El Santo fruncio el entrecejo. Sopesando el problema a la luz del calculo de probabilidades, habia que descartarlos a todos, lo que, desde luego, era absurdo. Y desde el punto de vista de las novelas de misterio, se habia de decir que Lapping se hallaba demasiado por encima de toda sospecha, que Algy era demasiado necio para no ser sino precisamente el cerebro, que Agata Girton seguramente resultaria un hombre disfrazado de mujer, mientras que Shaw y Smith se mantenian demasiado alejados, indicando asi que huian de las candilejas por motivos sospechosos. Lo cual tambien era demasiado absurdo. Y la antiguedad tampoco servia para desenredar el lio, porque Bloem, Algy, Agata Girton y Bittle habian vivido todos en Baycombe con fecha anterior al dia en que el Tigre forzo la camara acorazada del Banco Confederado de Chicago…, al menos por lo que el Santo habia podido saber. Templar calculaba que el Tigre habia necesitado, cuando menos, cinco anos para llevar a cabo el golpe, deduccion que confirmaba su respeto por la gran inteligencia del Tigre, mas sin acercarle un paso hacia la resolucion del misterio de su identidad.
Al llegar el Santo a este punto de sus reflexiones, regreso Bittle y se llevo a Bloem a un rincon de la biblioteca. Templar solo oia de vez en cuando alguna palabra suelta, que le daba a entender que el Tigre estaba furioso con Bittle por haber tardado tanto en capturarlo y por haber hecho tanto ruido; que Bittle habia dicho al Tigre que ya quisiera haberlo visto a el en el caso y hacerlo mejor, y que el Tigre tenia una gran idea. Luego hubo murmullos cuyo significado no pudo captar, y despues una frase clara y precisa:
– Dice el Tigre que debemos dejarle ir.
Al oir esto, Bloem renego y Bittle siguio hablandole con insistencia. El Santo trato de ver claro en el asunto, sin lograrlo.?Dejarle en libertad teniendo todas las ventajas? Le parecio que no podia haber oido bien, pero, en aquel instante, Bittle se aparto de Bloem y se dirigio al Santo para confirmarle lo que su agudo oido habia percibido:
– Se hace tarde, senor Templar -dijo el millonario-, y todos somos de la opinion de que la fiesta ya ha durado bastante. Por favor, no se entretenga mas por nosotros.
– ?Lo cual quiere decir…? -pregunto el Santo con toda la indiferencia que le fue posible mostrar en aquel critico momento.
– Que es usted libre de irse cuando quiera.
Bittle clavo los ojos en el Santo, y la maldad que brillo en ellos desmintio la cordialidad de su voz. No cabia duda de que estaba furioso por tener que llevar a cabo la orden que habia recibido. Con voz ronca dio algunas instrucciones, y los tres criados salieron, cerrando la puerta. Bloem estaba arreglandose la corbata nerviosamente con la mano izquierda, teniendo la derecha en el abultado bolsillo.