– Son ustedes muy amables -observo Templar arrastrando las palabras-.?Verdad que no les disgustara que me lleve a "Ana"?
Con paso seguro se dirigio al secreter, abrio un cajon y se apodero del punal que le habian quitado, poniendolo otra vez en la funda atada al antebrazo. Luego se enfrento de nuevo con los dos.
– La verdad, su amabilidad me confunde. Y es que nunca les hubiese atribuido sentimientos de caridad.?Acaso la senorita Holm es un obstaculo tan invencible para… superhombres como ustedes?
– Creo -dijo Bittle suavemente- que haria usted bien en no preguntar demasiado. Bastele saber, senor Templar, que su buena suerte sigue durando…, acaso por ultima vez. Mas vale que se despida antes de que cambiemos de parecer.
El Santo sonrio.
– Ustedes no tienen parecer. El Tigre manda y ustedes obedecen… Me gustaria saber si es por Horacio.?Le tendran ustedes miedo? Horacio es un diablo cuando esta furioso, y si me hubieran quitado de en medio y el se enterase… Acaso hayan hecho bien.
– Tal vez -gruno Bloem, como si no lo creyese, y el Santo asintio.
– Siempre queda la posibilidad de que yo vaya a ver a la policia y hable,?verdad?
Bittle estaba encendiendo un cigarro y lo miro con la boca torcida.
– Usted no es hombre que se acobarde y vaya a pedir socorro a Scotland Yard, senor Templar -contesto-. Ademas, el premio es grande. Creo que podemos fiarnos de usted.
El Santo se quedo mirandole con involuntaria admiracion.
– Casi estoy por decir que saben comportarse como buenos deportistas -dijo.
– Yo solo puedo confiar -repuso Bittle friamente- en que halle usted el deporte a su gusto y satisfaccion.
Templar movio la cabeza.
– Estoy seguro de ello…, ustedes no me decepcionaran… Y ahora,?a la cama! Muchos recuerdos al Tigre, y diganle que he sentido no conocerlo. -El Santo se detuvo, como si tuviera una inspiracion-. A proposito de Fernando…, sabran que le espera la horca al asesino,?verdad? Pues tengan cuidado de que, si las cosas van mal, la culpa sea unicamente del Tigre; de lo contrario, acaso les ahorcasen a ustedes con el.
– Tendremos cuidado -aseguro Bittle.
– ?Esplendido! -exclamo el Santo-. Bueno, adios, amigos. Que descansen y tengan suenos agradables.
Se dirigio a la puerta y la abrio.
– Si les es igual… Tengo arraigada aversion a los pasillos oscuros. Nunca se sabe lo que puede pasar,?verdad?
– Senor Templar. -El millonario le detuvo-. Antes de que se vaya…
El Santo se volvio hacia ellos desde la puerta. Aun permanecia la sonrisa en sus labios y, aunque los arbustos le habian destrozado bastante el traje, conservaba tal aire de distincion en todo su aspecto, que le hubiese sido facil entrar por la puerta grande del "Hotel Ritz" sin verse detenido y enviado a la de servicio. Solo el sabia que esfuerzo le costaba adoptar aquel aire de indiferencia. La atmosfera estaba muy cargada y la situacion amenazaba con empeorar; pero Simon Templar no mostraba inquietud alguna.
– ?Que hay, amigo?
– Puede ahorrarse una noche en vela y el peligro de coger un resfriado -observo Bittle-, si tiene en cuenta que el Tigre ya ha salido de esta casa y que es inutil que busque.
– Muchas gracias. No le buscare. Y ustedes pueden ahorrarse un gran paseo y bastantes inconvenientes si tienen en cuenta que Horacio y yo dormimos por turnos; de manera que al que se le ocurra darse una vuelta por casa, tendra pocas probabilidades de cogernos desprevenidos.?Hasta la vista!
Desaparecio en la oscuridad como un fantasma, antes de que los dos hombres que se hallaban en la biblioteca pudiesen percatarse. Se marcho directamente hacia el muro, puso de nuevo la americana encima y salto con la agilidad de un gato.
Una vez al otro lado, se puso la americana y se alejo despues de escuchar brevemente, escudrinando al mismo tiempo la oscuridad. Guiado por su instinto, se dio cuenta en seguida de la situacion del terreno y se dirigio dando un gran rodeo hacia la casa solariega. Avanzaba a cortas carreras, deteniendose, acurrucado, cada veinte metros, aguzando la vista y los oidos por si alguien le acechaba. Nada sucedio. La noche era quieta y apacible. Vio luz en una habitacion del piso alto de la casa de Bittle y percibio el lejano rumor de la resaca, pero ningun sonido humano.
"Es muy extrano -se dijo Templar rascandose la cabeza. Se habia resguardado por vigesima vez tras un arbusto despues de una corta carrera-. Tal vez saltar el muro les haya despistado."
Porque el Santo estaba seguro de que le habian preparado una emboscada cerca de la casa de Bittle para cogerle desprevenido; sin embargo, nadie habia tratado de impedir su salida ni en todo el camino advirtio la menor senal. Llego al sendero que habia entre la casa solariega y la de Carn sin ser molestado, y alli se detuvo.
– ?No lo entiendo! -dijo casi indignado-.?Por que demonios me habran dejado ir asi?
No vio luz en la casa de Patricia Holm y, sobresaltado, consulto su reloj. Ya habian pasado algunos minutos de la hora fijada, por lo que rapidamente se dirigio a la casa de Carn y llamo insistentemente.
7. La fiesta continua
Carn abrio la puerta en seguida. Templar se hubiese echado de buena gana al cuello del inspector al ver que este solo revelaba debil sorpresa al verle, pero oculto su alegria bajo una sonrisa ironica que iba muy bien con su aspecto.
– Me suponia que estaria levantado -dijo en son de excusa-?Le molestara ofrecerme una limonada?
Antes de que el inspector pudiera contestarle, ya se habia deslizado al vestibulo. Carn cerro la puerta dando un suspiro de resignacion.
– No esperaba tan pronto el honor de verle de nuevo, senor Templar. El caso es que tengo visita… -dijo Carn en un tono como si apelase a su caballerosidad para que no entrase sin pedir permiso.
El Santo no le hizo caso; sin dejarle terminar, abrio la puerta del estudio.
– ?Caramba, si es la senorita Holm! -exclamo-?Que casualidad, encontrarla a usted aqui! -Despues se dirigio a Carn, que se habia quedado en el umbral y estaba sofocado-. Supongo que no he venido a interrumpir ninguna consulta facultativa. De lo contrario, no gasten cumplidos: diganmelo y me marcho.
– A decir verdad -repuso Carn, a la defensiva-, la senorita Holm solo ha venido para conversar un rato conmigo.
– ?Caramba!?De verdad?
– ?Si, senor! -replico Carn elevando la voz.
– Bueno, bueno -dijo el Santo, a quien divertia mucho la escena-.?Y como esta usted, senorita Holm?
Deseaba saber que era lo que Patricia habia dicho al inspector, y ella leyo la pregunta en sus ojos.
– Un minuto mas y… -empezo la joven.
– …Y me dira usted que soy un impertinente -la interrumpio el Santo, interpretando bien la frase de ella-. Y con motivo, perdoneme usted. A veces siento deseos irresistibles de bromear.
Echo una mirada de reproche a Carn, quien se sonrojo mas aun. Luego dirigio a Patricia un mensaje con los ojos que no era para expresarlo en voz alta, en el que le transmitio su plena satisfaccion por el curso de los acontecimientos.
El Santo se dijo que entre su reloj y el de la joven debia de haber algunos minutos de diferencia y que habia llegado a tiempo para salvar la situacion, antes de que Carn se enterase de todo.
Al mismo tiempo, su sonrisa decia a Patricia: "Muy bien jugado, nina. Estaba seguro de poder confiar en usted. Todo va bien y ahora es preciso despistar a Carn. Cuidado con lo que dice." Y la joven le devolvio la sonrisa, dando a entender que habia comprendido bien y que estaba contenta de volverle a ver. Tan encantadora era la sonrisa, que Templar tuvo que hacer un esfuerzo para no abrazar a Patricia.
– Parece que ha tenido usted una pelea, senor Templar -observo Carn, y el Santo asintio.
– ?No le ha contado la senorita? -pregunto.
– No me parecio bien preguntarle.
El Santo fruncio el entrecejo, porque, si bien la muchacha se habia arreglado un poco, se notaba que no habia pasado la noche jugando al domino en el salon. Carn se explico:
– Cuando abri la puerta y la vi, pense que algo habia sucedido y que ella venia para… para curarse. Pero me dijo que solo le traia aqui el deseo de charlar conmigo; asi es que me calle… Me parece, senorita, que cuando el senor Templar llamo, iba usted a decirme algo,?verdad? Veo que si…?Ah!…, pero… -Carn acababa de advertir la mirada de reproche del Santo, se azaro un poco y anadio luego con gran energia-: Como medico, estoy acostumbrado a dejar hablar a mis clientes. Es la vieja escuela, pero la considero mejor que la nueva. Y entonces llega usted…