Выбрать главу

El inspector acabo senalando con un ademan los destrozos de los trajes de Patricia y de Templar, y este se echo a reir.

– ?Que lastima! -dijo arrastrando las palabras-. Y ahora se muere de curiosidad por saber el resto,?no?

Carn alzo los hombros.

– Eso depende.

El inspector no era mal actor, pero no sabia como desenvolverse ante la maliciosa sonrisa del Santo. No podia de ninguna manera darse por enterado de que este se reia de el, porque para Carn era esencial seguir haciendo el papel de doctor en presencia de un testigo. Lo cual explica por que su regordete rostro siguiese mas rubicundo que en realidad era y por que habia cierta tension en su voz.

Patricia estaba perpleja. Esperaba que el Santo y el doctor Carn fuesen buenos amigos, y se encontro a dos hombres que se debatian en un duelo de palabras, cuyas sutilezas no comprendia, aunque se daba cuenta de que Simon estaba muy contento, y el doctor Carn, muy disgustado.

– ?Quiere que se lo cuente todo, doctor? -pregunto Templar con cierta insinuacion, porque era una debilidad suya el exagerar los papeles, bordeando la farsa.

– ?Si! -contesto Carn con rapidez saliendo de su reserva.

– Se lo contare -dijo Simon en tono confidencial-. Fue de este modo…

Carn se habia acercado. El Santo fruncio el entrecejo, se rasco la cabeza y se quedo mirando al inspector.

– El caso es -exclamo fingiendose disgustado- que no recuerdo nada.?Verdad que es divertido? No se como es posible.

El inspector contesto en voz baja que no le parecia divertido aquello, anadiendo otras cosas solo destinadas a los oidos del Santo y que revelaban su indignacion por la burla de que se le hacia objeto. Simon se aparto de el con cara apenada.

– No estoy conforme con sus teorias -dijo.

– Dejeme a mi explicarlo -intervino Patricia, que temia que las cosas no marchasen bien-. El senor Templar ha pasado la mayor parte de la noche conmigo. Ibamos paseando por el risco y…

– ?Silencio! No lo diga delante del doctor.?Dios sabe lo que se figurara!

El inspector emitio una especie de grunido fiero, muy acorde con su estado de animo. La paciencia iba acabandosele, pero procuro ocultarlo, fingiendo un acceso de tos.

– ?Ve usted? -observo el Santo-. Esta usted poniendole nervioso.

El Santo estaba haciendo su papel a maravilla. Su sonrisa, el donaire de su porte, se diferenciaban de tal modo del aspecto del inspector, que este parecia el hazmerreir de la reunion, y Patricia tuvo que hacer grandes esfuerzos para no reir. Era la del Santo una actitud imperdonable, pero la consideraba necesaria para evitar la intensa curiosidad de Carn. El haber adoptado un aire de misterio hubiera sido una gran equivocacion, a pesar de que al Santo le gustaban esta clase de papeles.

Carn se percato de pronto de que le estaban gastando una broma, y Templar, que esperaba ese momento psicologico, se fingio contrito.

– Acaso me he excedido un poco -se apresuro a decir-. Pero en verdad, mostrandose usted tan receloso, no podia esperar otra cosa. Casi parecia que sospechase que yo fuera reo de algun crimen, cuando la verdad es muy sencilla. La senorita y yo ibamos paseandonos al borde del acantilado y…

– Me cai -anadio Patricia viendo que el Santo vacilaba-. Di con un penasco, pero sin hacerme dano. El senor Templar tuvo que sudar bastante para sacarme de alli.

Carn fruncio el ceno, dandose cuenta de su error. La broma que le gasto el Santo tuvo los efectos deseados. Carn se trago la historia, pero, si le hubiesen hablado asi desde el primer instante, no la hubiera creido.

– No he tenido la intencion de ofenderle, amigo Carn -expuso Templar amablemente-. Pero es que no podia dejar pasar la oportunidad de hacerle imaginar lo peor.

Patricia resistio impasible la mirada del inspector. El rostro del Santo expresaba exactamente lo que deseaba expresar.

– Trate de decirselo -advirtio Patricia-, pero el senor Templar nos interrumpio.

Simon la miraba agradecido y admirado.?Que muchacha! No habia en el mundo una actriz que pudiese ensenarle a actuar sin afectacion. Serena, hermosa, duena de la situacion, actuando conforme le apuntaba, con la rapidez de una actriz consumada. Y sin pedir explicaciones. El Santo no tenia la menor idea de por que una joven a la que solo conocia desde hacia dos dias le hiciese el juego con tanta facilidad, cuando todas las apariencias iban contra el. No era corriente que personas respetables tuviesen aficiones como las que ella habia visto en el…, como la de golpear con una estatuilla la cabeza de un millonario, despues de haber entrado misteriosamente en la biblioteca, ni le perseguian en un jardin hombres y sabuesos, ni se entretenia en hacer saltar muros a las mujeres. Y, sin embargo, ella tenia plena confianza en el y seguia al pie de la letra sus apuntes, dejando las preguntas para mejor ocasion. Y no menos notable era que el Santo, consumado egoista en todo, cayera en la cuenta de la verdadera explicacion…

Carn recobro su color natural, sus facciones se relajaron y el ceno adusto se convirtio en sonrisa.

– Es verdad, usted trato de explicarmelo, senorita -admitio-. Pero el Santo…, es decir, el senor Templar, siempre se mete en lios, y, al verle en este estado, no podia menos de pensar en sus costumbres. Tan aferrado estaba a mis ideas, que no se me ocurrio que hubiesen estado ustedes juntos. Y como yo la conozco bien, senorita…

– Basta ya -suplico el Santo, un poco avergonzado del papel que obligaba a hacer al inspector-. Mas vale dar por terminado el asunto.

Carn asintio, diciendo:

– Pero no esta bien, amigo Templar. Yo tomo estas cosas muy en serio, y son ya bastantes las preocupaciones que tengo.

– Tiene usted razon -dijo Templar con franqueza-.?Que??Vamos ahora a beber a la salud de todos?

Carn se ocupo en seguida en preparar las copas y la bebida. El Santo dio gracias a Dios por haber escapado del peligro, por tener ahora el camino libre, al menos por el momento, que era todo lo que podia desear.

Mientras Carn les daba la espalda, el Santo miro a Patricia. La joven se encogio de hombros sonriendo, como diciendo que no entendia nada. Templar le devolvio la sonrisa dandole animos; luego, con mucho descaro, le envio un beso.

El inspector repartio las copas y el Santo alzo la suya diciendo:

– ?Suerte para todos! Que tengamos una buena carrera.

El inspector miro al Santo.

– Con que sea regular, basta -dijo con voz forzada, y los dos bebieron.

– Considerando bien las cosas, amigo cirujano, creo…

El Santo se interrumpio al oir fuertes golpes en la puerta de la casa. Luego sono repetidas veces el timbre; despues, nuevamente los golpes. Templar dejo la copa sobre la mesita.

– Pues, amigo, si que es usted popular esta noche -murmuro-. Parece que tiene prisa.?Quien sera??Uno que quiere nacer o uno que no quiere morir?

– ?Que se yo! -repuso Carn dirigiendose a la puerta.

El Santo cruzo rapidamente la habitacion y abrio las ventanas de par en par, como precaucion elemental. Al parecer, la fiesta aun no se habia acabado. No tenia la menor idea de cual seria el acto siguiente, pero sospechaba que algo grave iba a suceder. No se atrevio a hablar; se limito a hacer una senal a la muchacha para que siguiera confiando en el.

Afuera, una voz desconocida preguntaba si estaba el senor Templar en aquella casa, y Carn contesto afirmativamente.

Despues se oyeron fuertes pasos y alguien llego a la puerta.

Templar estaba apoyado en el revellin, mirando hacia el otro lado, con un aire de absoluta candidez.

– ?Ah! -dijo la voz-.?Ahi lo tenemos!

El Santo miro en direccion suya.

Acababa de entrar un hombre vestido de uniforme, al parecer el alguacil del pueblo. Hasta entonces, el Santo no habia sospechado de la existencia de tal personaje en Baycombe, pero ahora ya no dudaba. El alguacil, por su aspecto, habia sido llamado con toda urgencia, pues estaba despeinado y llevaba mal abrochado el uniforme.