Todos los detalles los observo el Santo con rapidez, no sin cierta sorpresa. Luego el policia avanzo con paso resuelto y puso una mano sobre el hombro de Templar.
– Soy el alguacil Jorge Hopkins -dijo-. Con permiso del doctor, le arresto a usted por el delito de atraco.
– ?Vaya! -dijo el Santo.
Templar fingio asombro y disgusto, y su rostro revelaba la sorpresa que produce una manifiesta equivocacion y la seguridad de que seria facil aclarar el caso, pero reflexionaba con gran intensidad. El contraataque y la rapidez con que se llevo a cabo eran dignos del Tigre, mas la accion no podia sostenerse.
– Pero, buen hombre,?usted esta loco! -dijo Templar con voz languida-.?Quien me acusa, a ver?
– ?Yo!
Era Bloem, con su cara curtida, muy serena; pero un destello de triunfo en sus ojos le delato. Bloem entro en la habitacion con muestras de deferencia hacia su propietario, dando a entender que sentia dar lugar a la escena, pero, al mismo tiempo, con el aire del ciudadano honrado que esta decidido a cumplir con su deber.
– Mil perdones, doctor -dijo inclinandose ante Carn y luego ante la muchacha-. Siento mucho, senorita Holm, verme obligado a hacer esto. Tal vez prefiera retirarse un momento…
Patricia echo la cabeza hacia atras.
– Gracias…, me quedare -exclamo-. Estoy segura de que hay algun error, y es posible que pueda ayudar a aclararlo. He estado casi toda la noche con el senor Templar.
Bloem la contemplo durante un buen rato, estudiando sus facciones, el traje rasgado y los rasgunos de los brazos; pero la joven sostuvo impasible la mirada. Luego Bloem se aparto encogiendose de hombros.
– Me explicare -dijo-. Estaba leyendo en mi estudio, cuando, un poco despues de las once, ese hombre entro amenazandome con una pistola y diciendo algo que no llegue a comprender. No soy ya joven, pero como toda la vida la he pasado luchando, no vacile en oponer resistencia. Sin embargo, el era mas fuerte y logro ponerme fuera de combate dandome un golpe con la culata de la pistola. Cai desvanecido, y, cuando recobre los sentidos, vi que estaba registrando mi mesa de escritorio. Puesto que estaba armado, fingi seguir desmayado. Registro minuciosamente toda la habitacion, pero, al parecer, no encontro lo que buscaba. Cuando se marcho, le segui hasta esta casa. Luego me fui en busca de Hopkins. Esto es todo.
– Y le aconsejo que se venga conmigo sin oponer resistencia -aviso el policia, sujetando mejor al Santo y alargando las esposas.
– Muy bien -dijo Templar sin alterarse-. Quisiera que me registrasen ahora mismo, para confirmar lo que usted acaba de decir sobre la pistola.
Bloem sonrio.
– Se la dejo usted. Aqui esta.
Carn cogio el arma de manos de Bloem y la examino.
– Es de una marca belga -observo-.?Es suya, senor Templar?
– No es mia, naturalmente -respondio el aludido-. Por principio, estoy contra las armas de fuego. Hacen demasiado ruido.
– Haga el favor de venir conmigo -ordeno el policia dando un tiron a la americana del Santo.
No era facil inmutar a Templar, pero lo que mas odiaba era que empleasen la fuerza con el. Durante un momento olvido su papel de hombre pacifico. Cogio con ambas manos la muneca del policia y le retorcio el brazo. Hubo un grito de dolor y Hopkins se vio lanzado al otro extremo de la habitacion, quedando en el suelo sin aliento.
El Santo se arreglo la corbata y desprecio olimpicamente la pistola con que Bloem le apuntaba.
– Los que quieran vivir tranquilos, que no me toquen con sus sucias manos -dijo con voz suave el Santo-. No vuelva a hacerlo, amiguito.
El alguacil se levanto penosamente.
– Usted ha agredido a un representante de la ley -dijo con voz temblorosa.
– No sea pueril -exclamo el Santo arrastrando las palabras-. Cuando necesitemos su intervencion, ya le avisaremos. -Y dirigiendose a Bloem-: Vamos a tratar directamente el asunto. Pronto se aclarara esa historia truculenta. Primero:?estaba usted solo en la casa?
– Estaba solo, en efecto.
– ?Donde estaba Algerton?
– Habia ido a ver a la senorita Holm.
Esta afirmacion echaba por tierra la coartada del Santo, pero este no se desanimo.
– Segundo:?le acompano alguien cuando usted me siguio hasta esta casa?
– Me niego a contestar su interrogatorio. Ya le he dicho que estaba solo y…
– Sea buen chico y conteste cuando le pregunten. El caso es el siguiente: si usted ha estado solo durante todo el tiempo, como acaba de afirmar,?que vale su palabra contra la mia? Supongamos que entre en su casa para charlar con usted y que usted me amenazo con esa pistola para robarme el reloj.
– Que se lo cuente al juez -exclamo, furioso, el policia.
– Creo -observo Bloem- que mi reputacion no va a sufrir con sus descabelladas acusaciones.
El Santo no dio muestras de inquietud.
– De manera que usted dice que yo le ataque y que usted se defendio,?verdad? -continuo preguntando, como si tal cosa-. Admito que, por mi aspecto, parece que haya tomado parte en una pelea.?Por que no se quita la americana para que veamos como salio usted de la lucha?
Bloem se quito sonriendo la prenda y enseno sus brazos. El Santo apreto los labios. Bloem los tenia, en efecto, llenos de cardenales: el Tigre sabia hacer las cosas como era debido. A pesar de la nueva ventaja que Bloem acababa de obtener, el Santo tenia otros recursos.
– El caso es bastante desesperado,?verdad? -pregunto Bloem con ironia, mirando a los demas.
Pero unicamente el policia manifesto su aprobacion con una especie de grunido.
– Digame, senor Bloem:?que observacion fue la que usted no entendio? -pregunto Carn-. Me refiero a lo que dijo cuando, como usted afirma, le amenazo con la pistola.
– ?Ah, si! Le echo mucho misterio. Dijo: "Estoy buscando la madriguera del Tigre, y parece que me voy acercando." Aun no se lo que quiso decir.
Templar saco un cigarrillo de la pitillera y lo golpeo pensativamente sobre la una del pulgar. Aunque, al parecer, indiferente y aburrido por la escena, no dejo, sin embargo, de observar que el rostro de Carn se endurecia, y al ver, ademas, la fingida candidez de Bloem, se quedo casi sin aliento. La audacia de la afirmacion que acababa de hacer era digno remate del golpe maestro dado por el Tigre. El Santo se pregunto si la pandilla sospechaba ya de Carn, pero vio que Bloem solo le miraba a el. No, nada sabian aquellos de la verdadera profesion del doctor. Bloem solo se complacia en vengarse con palabras del hombre al que creia tener a su merced.
Y, en efecto, el Santo se dijo que su libertad corria grave peligro, puesto que todas las apariencias le condenaban. Patricia no podia ayudarle; Carn, tampoco aunque quisiera. Solo quedaba la palabra de Bloem contra la del Santo, y no cabia duda de a quien daria la razon el tribunal. Bloem sabia, ademas, que el Santo no ignoraba que seria inutil toda referencia a lo sucedido en casa de Bittle, que mentiria sin dudarlo: el Tigre habria inventado un motivo plausible para explicar el escandalo del jardin.
El Santo se dio cuenta de la consumada habilidad tactica del Tigre. Se trataba de quitarle de en medio para que ellos pudieran seguir su juego. El Santo se podria dar por contento si solo le condenaban a seis meses; teniendo presente el ataque al policia, tal vez le condenarian a un ano. En este lapso, la banda llevaria a cabo el golpe, convirtiendo el oro en dinero y desapareciendo los complices con toda tranquilidad. El Santo seguia organizando sus ideas apoyado en la repisa de la chimenea con aire displicente.
Sin embargo, Templar seguia dominando la situacion. Todos estaban pendientes de el. Bloem, observandole por entre los parpados y apuntandole con la pistola, estaba seguro del exito de su golpe. Esperaba que el Santo confesase su derrota. El policia, escarmentado por la contundencia del Santo, manteniase en segundo termino, aguardando el curso de los acontecimientos. Patricia contemplaba al Santo con gran ansiedad, sin poder ayudarle y preguntandose si el hombre que con tanta indiferencia aguantaba la acusacion estaria fraguando alguna salida violenta. Sin embargo, no creia en absoluto el cuento de Bloem. En cualquier otro momento le hubiese podido creer, pero despues de las experiencias de aquella noche, en que se vio envuelta con el Santo en un asunto que para ella era un misterio, no tenia visos de realidad la afirmacion de Bloem. En cuanto a Carn, este nada tenia que decir. Para el, el cuento de Bloem podia ser verdad o no, aunque, por lo que conocia del Santo, se inclinaba a creerlo. Ademas, el Santo trabajaba contra el, aunque lo hiciera al mismo tiempo contra el Tigre. Y revelarse como inspector de Scotland Yard, de Londres, hubiera sido poner fin a todas las probabilidades de salir airoso de su mision.