– ?Harry-le-Duc? -repitio Patricia, con expresion desconcertada-.?Quien es?
– Un bandido peligroso, al que sir Michael Lapping mando a presidio. Harry se evadio hace seis anos, y, por lo que se dice, no es hombre que perdone. Parece mentira que aun no haya saldado la cuenta con el ex juez. Estando en el Palacio de Justicia durante la vista, oi decir que Harry habia perseguido al magistrado que le condeno la primera vez hasta vengarse de el. Desde entonces no volvio a caer en las redes de la justicia, porque Harry es muy habil, hasta que le condeno Lapping. Claro que es muy aventurado, pero, sabiendo que el Tigre es ingles, se me ha ocurrido mas de una vez pensar que este y Harry podrian ser una misma persona.
– ?Es que no le reconocerian si estuviese en Inglaterra?
– El rostro de Harry es maleable como el barro; sabe caracterizarse como el mejor actor. Ademas, es uno de los pocos hombres que tiene suficiente cerebro para poder ser el Tigre… Claro esta que solo son conjeturas mias, pero… si el Tigre fuese Harry-le-Duc, ello justificaria la buena salud de Lapping. El Tigre esperaria el momento oportuno, hasta poner a salvo el oro, puesto que Lapping esta aqui mismo a su alcance, y, llegada la hora, llevaria a cabo su venganza y zarparia.
Patricia seguia perpleja.
– ?Que es lo que he de hacer?
– Si te queda tiempo y ganas despues de acabar con tia Agata, ve a ver a sir Michael y sonsacale con dulzura. Tu le conoces muy bien. Le ruegas que te aconseje acerca de mi persona. Es una gran jugada. Si resulta que hace causa comun con el Tigre, la pregunta puede convencerle de que no conoces mi juego. En cambio, si se trata de un hombre inofensivo, la pregunta no nos perjudicara. Hablale como se habla a un viejo amigo. Cuentale el asunto de Bittle, prestando atencion a su modo de reaccionar; hablale despues de mi. Podrias decir que te soy simpatico y que te gustaria saber si es prudente continuar la amistad conmigo. Representa el papel de la muchacha ingenua y ruborosa, que siempre da resultado.
– Asi lo hare -contesto ella, y el Santo se inclino sobre la mesa para acariciarle la mano.
Acabado el almuerzo, Horacio sirvio el cafe afuera, donde la pareja se quedo fumando y discutiendo los ultimos detalles.
– Entre siete y siete y media mandare a Horacio a buscarte -dijo el Santo-. Creo que vale mas que yo no aparezca por tu casa. Ponte un traje de bano debajo del vestido, y, cuando llegue la hora, te dare un cinturon y una pistolera pequena. La pistola te la dare ahora mismo.
Extrajo del bolsillo una pequena automatica, puso una bala en la recamara y coloco el seguro.
– No te la doy como adorno -le advirtio gravemente-. Si llega la ocasion, dispara y luego pides perdon al cadaver.?Has manejado alguna vez estos juguetes?
– Muchas veces. Desde el acantilado me he divertido bastante tirando al blanco.
– Entonces, todo va bien. Pontela en el bolsillo, pero no hagas alardes de ella, porque pertenece a Bloem. Se la sustraje anoche mientras le llevaba hacia la puerta, porque crei que nos vendria bien.
Patricia se levanto.
– Mas vale que me vaya -dijo-. Tendre mucho trabajo esta tarde.?Nos reuniremos despues de las siete?
– Si, alrededor de las ocho. Procura no correr ningun riesgo hasta entonces. Me disgusta no poder estar a tu lado durante tanto tiempo. No se sabe nunca lo que se propone el Tigre. No olvides que debes desconfiar de todo el mundo.
Patricia le rodeo con los brazos, y Simon la estrecho un momento. Luego ella echo atras la cabeza mirandole con los ojos humedos, pero sonrientes.
– Ya se que soy una tonta, pero siento dejarte por tanto tiempo, carino.
– Yo estoy mas seguro que el Banco de Inglaterra -la tranquilizo el Santo-. Una gitana me dijo que me moriria en la cama y a la respetable edad de noventa y nueve anos.?Y figuras tu que voy a permitir que el Tigre o cualquier otro me de pasaporte para el otro barrio, esperandome tu aqui??De ninguna manera!
Hubo otra dilacion en la despedida, que no hace falta relatar. Porque los que han estado enamorados, lo saben, y los otros no merecen que se les cuente nada…
– Portate como las esposas de los soldados, Patricia -exclamo-. Recuerdalo… y?buena suerte!
Patricia le sonrio y se marcho, seguida de Horacio. Alli, el camino formaba un recodo; se detuvo y dijo adios al Santo, que agito un panuelo en senal de despedida. Despues se pregunto Templar si volveria a ver a la mujer que tan pronto se habia aduenado de su corazon.
El Santo entro en el torreon, se quito la chaqueta, se arremango y ato al antebrazo el cuchillo al que habia dado el nombre de "Ana". Era para un caso de apuro, pero ahora que el Tigre conocia la existencia de tal arma, el Santo tuvo que buscar la hermana gemela de la misma y sujeto tan peligrosa arma al antebrazo izquierdo del mismo modo, donde pasaria facilmente inadvertida en caso de que le cogiesen y registrasen. Se convencio tambien de que tenia su pitillera especial en el bolsillo del pantalon.
Como precaucion final, escribio la siguiente nota:
Si no hubiese vuelto a las siete y media, buscame en la "Casa Vieja"…, ese edificio que esta detras del pueblo y que antes fue una fonda. Si no estoy alli, busca en casa de Bittle o de Bloem. No vayas a casa de Carn a no ser que falles en los otros tres sitios. Y?mucho cuidado! Si me cogen a mi, trataran de cogerte a ti tambien.
La doblo, puso el nombre de Horacio encima y la dejo en un sitio visible de la cocina.
Luego se dirigio con paso tranquilo hacia el pueblo.
El Santo no recordaba bien la "Casa Vieja" y se detuvo al borde de unos arbustos en la pendiente de la colina. De nuevo dio gracias por su suerte. Acababa de descubrir una larga tapia que iba desde el norte de la "Casa Vieja" hacia el sur, donde se perdia entre las primeras casuchas del pueblo. Bajo rapidamente el sendero y atraveso el pueblo. En las afueras dio la vuelta a una casa de campo y vio que no se habia equivocado: la tapia empezaba alli y era lo bastante alta para poder ocultarse tras ella.
Sin pensarlo un segundo, el Santo se puso en camino, deslizandose junto a la tapia hasta llegar casi hasta el final. Alli procedio con mas cautela; anduvo a gatas, por si en alguna ventana del piso superior hubiese alguien vigilando el camino. Cuando llego a la casa se echo completamente al suelo y se quedo quieto un momento para reflexionar sobre la mejor manera de entrar.
Al final vio que no habia mas remedio que seguir gateando, confiando en no ser visto. Con un leve escalofrio recorrio el ultimo trecho, y cuando llego a la entrada respiraba con dificultad. Inspecciono la puerta.
El pomo estaba roto; solo quedaba un trozo. La cerradura estaba llena de herrumbre, y los goznes, flojos. El Santo, al verlo, se rasco la cabeza, porque, o esa "Casa Vieja" no era la que buscaba, o el Tigre confiaba demasiado en los fantasmas.
Volvio a mirar con mas atencion el trozo roto del pomo y se quedo sin aliento, porque el hierro estaba brillante, al reves de las demas partes metalicas de la puerta. Como el hierro se oxida con gran facilidad, solo cabia suponer que alguien habla entrado y salido por la puerta recientemente. A no ser que los chicos del pueblo fueran menos supersticiosos que sus mayores, aquello significaba que la gente del Tigre frecuentaba la casa.
Empujo la puerta suavemente, y esta cedio. El Santo quito la mano, como si se hubiese quemado. El hecho de que la puerta cediera con suavidad indicaba que no estaba cerrada y que sus goznes funcionaban bien. Las puertas de las casas abandonadas no ceden asi como asi. Eso significaba que aluien utilizaba la casa.
– "?Quieres entrar en mi salon?", dijo la arana a la mosca -murmuro Templar-. Vaya si pienso entrar, pero no con la candidez de la mosca.
Retrocedio un poco y echo otra ojeada a las ventanas cegadas. No quedaba mas que la puerta, y seguramente alguien o algo le aguardaba dentro.
Se echo al suelo y, alargando el brazo, empujo levemente la puerta desde abajo. Con la cabeza al nivel del umbral miro al interior, sin ver nada. Aparto de nuevo la cabeza y dio otro empujon a la puerta, que quedo entreabierta.