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De pronto oyo un ruido como el que hace una piedra al caer en un pozo y observo un impacto en la puerta, que arranco algunas astillas.

Le bastaba aquello… Era un ultimatum, una declaracion de guerra. Y tambien significaba que, fuese lo que fuese que le aguardaba dentro, lo mejor seria aventurarse con valentia y no seguir alli expuesto a que lo acribillasen desde las ventanas.

Se dispuso a dar el salto: cogio el cuchillo y entro rapidamente, cerrando la puerta tras de si. Asi dejaba de ser un facil blanco. Luego se refugio en un rincon.

El Santo se quedo rigido, escuchando atentamente y tratando de percibir algo en aquella oscuridad. Estaba preparado para todo. Tenia el cuchillo en la mano, dispuesto a lanzarlo contra el primero que apareciese; pero, a pesar de su finisimo oido, no podia oir otra cosa que los latidos regulares de su propio corazon y el tictac de su reloj de pulsera.

Sus ojos iban acostumbrandose lentamente a la oscuridad y al fin empezo a ver los detalles. El pasillo estaba vacio; a cosa de dos metros habia dos puertas, una enfrente de la otra, cerradas ambas. Al mirar al suelo vio una gruesa capa de polvo con huellas de muchas pisadas. Algunas se dirigian a la puerta de la derecha, ninguna a la de la izquierda, de lo que dedujo que aquella habitacion no se utilizaba, a no ser que tuviese otra entrada. Al final del pasillo habia una ventana, cegada con tablas, como todas las demas de la casa, pero por los resquicios entraba luz suficiente.

Continuando la inspeccion ocular, vio que mas alla de la puerta, a la izquierda, habia otra y que a ella conducian tambien bastantes huellas de pisadas, sobre todo algunas recientes. Despues noto que bajo la ventana habia una mesa y, encima de ella, una caja.

El Santo contemplo largo rato la caja y de pronto tuvo una inspiracion. Se inclino y recorrio el suelo con los dedos hasta dar con un alambre que iba desde la puerta a la mesa y a la caja. Descubrio los contactos metalicos que cerraban el circuito electrico. Uno estaba atornillado en la parte interior de la puerta, en el borde de abajo, y el otro en el suelo, a medio metro de la pared. Animado por este descubrimiento, avanzo con sigilo por el pasillo sin dejar de prestar atencion alrededor. Por fin llego a la mesa y a la caja, que examino a conciencia. Los alambres iban a la caja, y en el frontal de la misma vio el canon de un arma de fuego.

– Muy ingenioso, senor Tigre -fue el silencioso comentario del Santo-. Al abrir la puerta, caigo atravesado por la bala.?Cuanto siento no haberle complacido!

Sin embargo, por si el dispositivo tenia mas disparos, dio la vuelta a la caja, con el canon del arma apuntando a la pared. Ademas, desconecto los alambres. Luego volvio a mirar alrededor.

El descubrimiento de aquella trampa infantil no excluia la posibilidad de la existencia de otras. A juzgar por el ingenio del Tigre, era de esperar que hubiese mas dispositivos. Sin embargo, el Santo se dijo que, una vez dentro de la casa, le era imposible retroceder.

Escogio la segunda puerta a la izquierda porque alli habia mas huellas recientes, y si en alguna habitacion le preparaban una sorpresa, debia de ser aquella. Se dirigio alli paso resuelto y se detuvo frente a la puerta. El Santo la abrio unos centimetros. Luego, hurtando el cuerpo contra la pared, apoyo la punta del pie contra ella y la abrio totalmente.

Todo era silencio en aquella habitacion. Se maldijo por no haber traido una linterna. A falta de mejor luz, se decidio a encender un fosforo. Si habia alguien en el cuarto, veria al Santo antes de que este pudiese verle a el. Pero el Santo habia corrido mayores riesgos y no queria esperar mas. Aquel silencio le estaba poniendo nervioso.

Sin soltar el arma, saco una caja de fosforos y encendio uno, elevandolo por encima de la cabeza para que la llama no le cegase.

La habitacion estaba absolutamente vacia.

El fosforo se fue consumiendo entre sus dedos y se apago. Encendio otro, mas tampoco vio a nadie. Pero habia huellas en el suelo, tres botellas de cerveza en un rincon y trozos de papel en el suelo.

"Esto me escama", se dijo el Santo.

Encendio un tercer fosforo y avanzo unos pasos.

Luego trato de echarse atras, pero fue tarde. El suelo se abrio bajo sus pies y cayo al fondo, rodeado de oscuridad.

11. Carn capta la onda

El inspector Carn, de Scotland Yard, tambien medico, habia sido designado para descubrir la identidad del Tigre.

Carn no era brillante, pero conocia su profesion. Era muy eficiente, educado en una escuela en la que se prefiere la perseverancia al genio y que ensena la investigacion metodica y cuidadosa en lugar de fiarse de rafagas de inspiracion. Su hoja de servicios estaba llena de casos resueltos satisfactoriamente, aunque su estilo fuese poco espectacular. Su tactica era distinta a la del Santo.

Representaba la ley y la autoridad, una vasta e inexorable maquinaria, y si Carn dejaba entrever quien era, el Tigre lo pensaria mucho antes de atacarle directamente. Carn solo podia llevar a cabo su mision trabajando ocultamente, y esto era un obstaculo, aunque encajase con su temperamento. Carn, el perseverante cazador de hombres, miraba de reojo el obstaculo, se encogia de hombros y continuaba su labor… a su manera.

La llegada del Santo, propagada a los cuatro vientos por el propio Templar, habia eclipsado la modesta figura de Carn, desviandole de su mision durante algun tiempo. Pero hubiera sido necesario mas de una legion de Santos para alejar totalmente a nuestro eficiente Carn.

Carn sabia que el Santo perseguia de cerca al Tigre, aunque no mas que el. Con estilo pausado habia prestado bastante atencion a sir John Bittle y sabia muchas cosas de aquel hombre impopular y de su casa sospechosamente fortiticada. Tambien habia investigado el caso de Bloem, pero este era un tipo huidizo, y poco logro saber de el. Por tal motivo, la subita aparicion en escena de Bloem fue para el una sorpresa. Recobrado de su asombro, no habia tenido aun tiempo de seguir las huellas que el Santo le habia procurado involuntariamente. Carn vigilaba tambien a Agata Girton; conocia la secreta amistad de ella con Bittle, pero, aparte sospechar que podia pertenecer a la pandilla, nada habia logrado saber. Quedaba Algy. Carn estaba dispuesto a creer cualquier cosa de el, pero no le prestaba demasiada atencion, porque su aspecto era inofensivo. A Shaw, Smith y Lapping los excluyo de la investigacion. Aparte el Santo, sir Michael Lapping era el unico de Baycombe que conocia la verdadera personalidad de Carn. Lapping era a la sazon juez de paz, y Carn, esperanzado en el exito, tenia al ex juez por un valioso aliado, pues llevaba una orden de arresto, en la que solo faltaba la firma de Lapping, para cuando pudiese conocer el verdadero nombre del Tigre. En resumen, Carn se creia tan bien informado como el Santo. Solo que no conocia a Fernando y, por lo tanto, desconocia la importancia de la "Casa Vieja".

Desde su llegada, Carn se habia aficionado a la radio, y se dedicaba a ella con tanto entusiasmo como a sus mariposas y cetonidos, pero reservandose tal placer para las horas en que estaba solo. El telefono mas proximo se hallaba en Ilfracombe, y, por orden de Carn, todas las cartas dirigidas a Baycombe se abrian en la oficina de correos de Ilfracombe, donde se copiaba el texto, se comprobaba que no hubiese anadidos en tinta invisible y, una vez informado Carn del resultado, se mandaban a sus respectivos destinatarios. A causa de ciertos detalles descubiertos asi, Carn se convirtio en un entusiasta radioaficionado.

Al dia siguiente a la aparatosa entrada de Bloem en casa de Carn, el policia vio justificada su aficion por las ondas. Al quedarse solo despues de comer, cerro la puerta, abrio su mesa de escritorio y dejo al descubierto una serie de 1laves, roscas, valvulas y alambres. La antena se hallaba instalada en el tejado de la casa, habilmente oculta, lo mismo que los demas alambres y enchufes. Era preciso proceder de este modo porque Carn empleaba a una mujer del pueblo para cuidar de su estomago. Las mujeres del pueblo son, naturalmente, muy dadas a hablar, y la menor mencion de que en Baycombe existiera otro aficionado a la radio, si llegase a oidos del Tigre, hubiera dado al traste con una prometedora posibilidad de investigacion.