– Precisamente iba a preguntarle que le parece a usted el senor Templar -observo.
– ?Entonces, podre felicitarla?
– Aun no. He venido para rogarle que me ayude a decidir sobre el asunto.
– Pero… me parece que su tia es la mas indicada…
– Ya se lo he preguntado. Ahora desearia tambien su consejo.
Lapping ladeo el viejo sombrero.
– Es una gran responsabilidad la que echa sobre mis hombros -dijo en tono quejoso-. Hasta los ancianos y sabios se equivocan acerca de la juventud. Sin embargo, ya que usted insiste… Bien, la primera dificultad que veo es que todas las mujeres que vean a Templar querran disputarselo. Hombres morenos, atrevidos, romanticos, apuestos como el, hay pocos, y esos pocos tienen donde escoger. No es que yo no apruebe la eleccion de el pero…
– Tal vez -dijo ella con dulzura- haya otros hombres atractivos que se me disputarian con Templar. No quiero parecer vanidosa, pero no voy a fiarme de su opinion en todo.
Lapping la miro y luego se echo a reir.
– Es un punto de vista nada desdenable -admitio.
– Bien, sentemonos a la sombra y hablemos en serio -suplico Patricia-. Y cuando este usted seguro de haberme convencido, puede ofrecerme un poco de te, para que no me desmaye.
Se encaminaron a un lugar resguardado, bajo un arbol, junto a la casa, donde habia algunas sillas.
– Entonces,?habla usted en serio? -pregunto Lapping al sentarse.
– Absolutamente. Y le aprecio tanto, que estoy segura de que usted puede ayudarme. Su edad…
Lapping hizo una mueca.
– Por favor, no me haga ahora tan viejo, aunque yo lo admita… Lo poco que se esta a su disposicion, aunque temo saber menos del joven Templar que usted misma.
– La gente habla mucho de el.
Lapping le dirigio una mirada de reproche.
– ?Hubo alguna vez un pueblo en el que no se hablara mucho de las personas que no son vulgares? Los rumores corren en seguida…
– No solo se trata de rumores -repuso Patricia.
Luego, de acuerdo con el consejo del Santo, conto los incidentes de la noche anterior, sin omitir mas que pequenos detalles. Le hablo de su visita a casa de Bittle, de las exigencias de este, de la confesion de Agata Girton… Relato detalladamente el extrano comportamiento del Santo y el curioso incidente en casa del doctor Carn. Pero no menciono la advertencia final de Templar.
Lapping la escucho con atencion. Vigilandole el rostro, Patricia solo se dio cuenta de una vaga sonrisa, como la del anciano que comprende la impetuosidad de la juventud; la expresion de tolerancia apenas cambio mientras ella iba relatando los misterios y las emociones de la noche anterior. A no ser por la advertencia del Santo de no fiarse de nadie, ella hubiera creido de buena fe en la patriarcal bondad del ex juez. Era casi imposible creer que aquel hombre sencillo, amable y sincero pudiera ser complice del Tigre, pero, al pensarlo, recordo tambien que el ex juez habia tenido fama de ser uno de los magistrados de mayor inteligencia, que aquellas acciones de pura bondad habian adoptado mas de una vez la inexorable mascara de la justicia y que aquella boca que ahora sonreia con tanta placidez, en mas de una ocasion habia dictado una sentencia de muerte.
Al acabar el relato de los incidentes y esperar anhelante la reaccion de Lapping, vio que este sacaba con mucha tranquilidad un panuelo para sonarse. Luego la miro con ojos burlones.
– Es un buen argumento para una novela -observo con calma.
– No es un argumento -exclamo Patricia con calor-. Es un hecho real que yo misma he vivido.?No ve usted que todo es muy raro? Alguna base han de tener los rumores de que le hable antes.?Cree usted que el senor Templar es un detective?
Lapping se encogio de hombros.
– ?Quien soy yo para decirlo??Se comportan asi los detectives excepto en las novelas de detectives?
Patricia adopto una actitud de desconsuelo y le miro con ojos suplicantes.
– Usted debe de conocer a los detectives, y si dice que este no es su comportamiento, entonces… el senor Templar es un delincuente. Pero no puedo creerlo.
– Si el criminal no pudiese convencer de su perfecta honradez a la gente -dijo el ex juez-, tendria que renunciar a su carrera y meterse en un asilo.
– Pero el senor Templar es distinto.
– Siempre son distintos -fue la cinica respuesta de Lapping.
Pero la contraccion de las arrugas de sus sienes y una leve sonrisa de sus ojos indicaban claramente que no era su intencion difamar a un hombre en presencia de su enamorada. Patricia le rogo que le contestase con sinceridad.
– Le suplico que deje las bromas aparte y me hable en serio.
– ?Para que? -contesto el ex juez-. Una de dos: o usted le quiere o no le quiere.?En que quedamos?
– Le quiero -repuso ella con valentia.
Lapping hizo un gesto de comica desesperacion.
– Si es asi, nada de lo que yo pueda decir La hara cambiar. Si le digo que creo que Templar merece ser amado, me abrazara y me dira que soy muy listo y que comprendo las cosas mejor que otros. Si le digo lo contrario, aconsejandole que renuncie a el, me dira que soy un viejo estupido y se ira corriendo a abrazarlo, para decirle que no le importa lo que pueda pensar el mundo. De manera que?que puedo hacer?
– Darme su opinion sincera y honradamente.?Que me aconsejaria si fuese hija suya, por ejemplo?
Lapping se estremecio.
– Aun sigue usted confiando en mis canas -protesto-.?No le parece que lo mejor es partir de la base que le he propuesto antes?…?Si? Pues bien, usted le quiere y no hay mas que hablar. He tenido gran experiencia con los delincuentes, y extraoficialmente pienso de modo muy liberal acerca de ellos. Solo existen tres clases de delincuentes. En la primera esta el ladronzuelo que roba desde pequeno y se pasa la mayor parte de la vida en la carcel, que para el es parte del juego. Naturalmente, Templar no pertenece a esta categoria. El segundo tipo es el hombre habil, astuto y un poco chiflado: vive bastante bien de su oficio hasta que, el dia menos pensado, comete un error y termina en presidio. Puede haber nacido para su carrera delictiva como el primero, o tambien puede empezar su carrera delictiva porque le parezca que asi saca mas provecho de su astucia que en el trabajo honrado. Pero siempre es un cobarde, una vibora y, desde luego, tampoco es a esta clase a la que pertenece Templar. Aunque sea hilar muy fino, creo que se puede decir que el criminal de la segunda clase es hombre que no puede reir como un ser normal, y precisamente Templar tiene un sentido delicioso del humor. El tercer y ultimo tipo es muy corriente en las novelas y en las peliculas, pero en la vida real solo se da rarisimas veces, y su existencia se debe mas bien al deseo de emociones que a otra cosa. Es muy facil que Templar sea de este ultimo tipo, que es siempre noble cuando ama a una mujer. Esto es lo peor que se puede decir de Templar, comprensible por su impetuosidad juvenil y su anhelo de aventuras.?Esta usted satisfecha?
Lapping habia hablado en tono carinoso, como un hombre que ha visto mucho mundo y no quiere juzgar a sus semejantes para no perdonar mucho tambien. Patricia se resistia a dudar de su sinceridad.
– Es usted un hombre maravilloso, sir Michael -dijo-. Ha expresado mas o menos mis pensamientos… Es un consuelo saber que no estoy sola.
– No obstante -advirtio el-, yo, en su lugar, le diria que le hablase claro. Si tiene confianza en usted y si es lo que creo, no le ocultara nada.?No le ha dicho nada acerca de si mismo?
– ?A que se refiere? -pregunto Patricia con cautela.
– ?Que se yo! Es logico que el comprenda que usted ha de sentir curiosidad por todo lo sucedido.
– Solo me dijo que debia tener paciencia y que tuviese confianza en el. Anadio que seria peligroso para mi saber demasiado, pero que, una vez todo resuelto, podria explicarse mejor.
– ?Quien es su misterioso enemigo?
– El senor Templar dice que se llama el Tigre…, no se por que.
Lapping fruncio el ceno, pensativo.
– Me parece que recuerdo el apodo. Espere…?No se hablo hace anos en la prensa de un caso sensacional? Una banda de Chicago, llamada "Cachorros del Tigre", revento la caja de un banco, llevandose una cantidad enorme de oro… Algo asi fue.