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Patricia no se inmuto.

– No lo recuerdo -dijo-. No me dice nada.

– No estoy seguro de los detalles -contesto el ex juez-, pero recuerdo el hecho.?Pensar que en Baycombe se halla la banda de Chicago! Eso es tener mucha imaginacion…

– Ya lo se -convino la joven-, pero tambien pasa lo mismo con lo que le he contado antes.

Lapping la toco en el brazo volvio a sonreir…, una sonrisa amable, casi irresistible a pesar de que Patricia se sentia obligada a recelar de todo y de todos. Una cosa detuvo su impulso a creer en Lapping y a buscar al enemigo en otra parte. Al mirar detenidamente, hubiera jurado que en sus ojos habia un destello de burla reprimida.

– ?No le parece que lo mejor sera dejarlo? -pregunto sir Michael-. Podriamos discutirlo horas y horas, sin llegar a ninguna parte. Todo lo que puede usted hacer es armarse de paciencia. Mas tarde o mas temprano, los hechos diran si su intuicion es correcta o no, y entonces podra decidir mejor. Entre tanto, usted solo puede actuar al dictado de su corazon. Es el unico consejo que un anciano puede ofrecerle.

Patricia se echo a reir.

– ?Que tonto es usted! De todos modos, le estoy muy agradecida.

– ?Que le parece si tomasemos el te al que usted misma se invito?

Patricia acepto agradecida, y sir Michael entro en su casa para dar las ordenes oportunas y para arreglarse un poco.

Patricia se alegro del respiro que la ausencia de Lapping le ofrecio, porque le resultaba pesado obedecer las instrucciones del Santo siguiendo en aquel papel, que era una mezcla de sabueso, conspirador y fugitivo que tiene la cabeza puesta a precio. Y Lapping, despues de brindarse a llevar la conversacion al terreno deseado, no habia servido a sus propositos. Era muy amable, muy carinoso, pero no salia de su reserva ni dejaba traslucir la culpabilidad que ella buscaba. Sin embargo, Patricia tenia la vaga sensacion de que Lapping se burlaba de ella, que sus torpes manejos para sonsacarle solo servian para que se riera de ella. No le habia revelado nada, y esto afirmo a la joven en la idea de que el ex juez tenia algo que ocultar.

Le resultaba desconcertante tener que enfrentarse con la realidad de que Lapping no se habia dejado enganar por su fingida candidez y que comprendia que ella no era ni mas ni menos que una enviada del Santo.?Acaso era posible que un hombre de leyes, por liberal que fuese, pudiera mostrarse tan tolerante? Patricia empezo a dudarlo, aunque al mismo tiempo se dijo que en realidad no tenia motivos para ello. Si Lapping ocupaba un puesto relevante en la banda de1 Tigre, no podia menos de ser un hombre muy inteligente y, como tal, sabria que tratar de apartarla del Santo con falsas insinuaciones no conduciria mas que a despertar recelo; mientras que, poniendose de parte del Santo, podria esperar induciria a considerarle como posible aliado. Pero?como era posible que un juez cuya vida se habia desenvuelto siempre publicamente entrase a formar parte de una banda de criminales? Patricia se devanaba los sesos para encontrar la solucion, y por primera vez se dio cuenta de lo complicado que era el lio en que se habia metido.

Lapping salio por fin de la casa llevando una mesa plegable, seguido de una criada con la bandeja del te. La joven sintio de pronto panico.?Y si Lapping pertenecia, en efecto, a la banda del Tigre, si era el mismo Tigre y, habiendo descubierto la finalidad de su visita, habia decidido quitarla de enmedio? El te podia estar envenenado, lo mismo que las pastas. Con gran dificultad pudo dominar el primer impulso de salir huyendo; despues penso en Simon Templar:?que haria el Santo en tales circunstancias? Seguramente no sentiria miedo; de modo que ella tampoco debia entregarse a tan inutil emocion. Razonando asi, vio la situacion de modo distinto. Fuese lo que fuese, Lapping no podia atreverse a hacer nada contra ella en aquel momento, porque habia de contar con la posibilidad de que el Santo estuviese vigilando. Patricia recobro la serenidad, saludo a Lapping con una amable sonrisa cuando llego junto a ella y en tono de excusa le dijo:

– ?Cuantas molestias le estoy dando!

– En absoluto, senorita Holm. Para mi es un placer. A pesar de ser soltero… soy hombre casero. Ofrecer un te a mis visitas es una de mis grandes aficiones.

Mostrabase cordial y sin reserva alguna. Ya no pudo observar la burla oculta que creyo advertir antes. O ya no veia el lado divertido del asunto, o le divertia tanto, que se veia obligado a ocultarlo mejor. Patricia volvio a sentirse subyugada por la encantadora amabilidad del ex juez, pero el recuerdo de aquella burla en su mirada continuaba obsesionandola. Un hombre que no tenia nada que ocultar habria mostrado francamente que le divertia que una joven le pidiese consejo en asuntos amorosos, si de verdad lo encontraba comico.?Que otra explicacion cabia, pues, sino que el juego de Lapping era muy sutil y profundo?

Tal vez el Santo se lo podria explicar. Era preciso consultarle pronto, contandole todo lo que habia pasado. Mientras llegaba ese momento, Patricia desecho su intranquilidad, continuo charlando con amable soltura e hizo todo lo posible por estar a la altura de su papel. Debio de hacerlo bien, porque Lapping se sorprendio cuando vio que ella se disponia a dar por terminada la entrevista.

– ?Tan pronto tiene que marcharse?

– Prometi a mi tia verla antes de las siete -contesto-. Quiere hablar conmigo sobre asuntos de negocios…, una inversion de fondos. Me aburren los asuntos financieros, pero es preciso escribir esta misma noche una carta para que salga manana a primera hora.

– Inutil decirle que me causa usted un grave disgusto -observo Lapping, estrechando cordialmente la mano de la joven-. Espero que volvere a verla. Le prometo que la escuchare con gran atencion. Comprendo muy bien sus dificultades y, con el debido respeto para la senorita Girton, creo que soy la persona mas indicada de Baycombe para aconsejarla.?No podria usted venir con el senor Templar? No hace falta que sepa que usted me ha dicbo nada.

– Procurare que le vea.

– Su visita me encantaria. No tengo nada que hacer; de modo que pueden venir cuando quieran sin temor a molestar. En cualquier momento me encontraran a sus ordenes.

Patricia le dio las gracias, y Lapping la acompano a la puerta de la verja. Ya iba a marcharse, cuando de pronto tuvo una idea.

– A proposito -dijo-:?como esta Harry-le-Duc?

La pregunta salio de su boca con tanta naturalidad, que cogio a Lapping por sorpresa. Ella le miro escrutadoramente, porque sabia cuanto importaba captar su reaccion a la imprevista pregunta. Pero el rostro de Lapping permanecio sereno; sus ojos no cambiaron en absoluto, a pesar de que ella se fijo especialmente en ellos, pues no ignoraba que hasta para el actor mas grande es dificil dominar la reaccion de la mirada. Se mostro sorprendido, reflexiono un momento y pregunto luego, reflejando solo asombro:

– ?Por que me lo pregunta usted?

– Simon…, el senor Templar, me dijo que sentencio ust hace anos a un criminal peligroso que se llamaba asi, y temia que pudiese atentar contra su vida.

Lapping asintio con un movimiento de cabeza.

– Si, ahora recuerdo. Ya me lo dijo Templar cuando le conoci. Harry-le-Duc, al oir la sentencia, juro que se las pagria. Pero he oido muchas veces la misma amenaza… Nunca me han quitado el sueno.

Patricia se marcho entonces todo lo aprisa que pudo. Tuvo que reconocer que estaba completamente a oscuras respecto de Lapping. A pesar de todo lo que creyera haber observado durante la conversacion, la respuesta a la inopinada pregunta fue franca y clara. El nombre de Harry-le-Duc no significaba para el mas que el de un criminal al que sentenciara un dia. Patricia lo habria jurado. Le habia cogido de improviso y, no obstante, no delato ni temor ni recelo alguno en la sorpresa que le causo la pregunta.

Patricia sintio mas que nunca la necesidad de recurrir al Santo para salir de dudas. Se consideraba derrotada. A no ser por la ligera burla que creyo ver en los ojos de Lapping, lo hubiera absuelto de toda sospecha.