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– Estaba fingiendo -dijo la senorita Girton, temblorsa-. Deje el arma en el suelo…, me cogio…, tenia una navaja…

– ?Que te ha hecho?

Su tia no contesto en seguida. Senalo a poco un grupo de arboles y arbustos en el otro extremo del campo.

– Cogio la pistola y corrio hacia aquella hondonada.

– Voy tras el -dijo Patricia sin reparar en las consecuencias.

Pero su tia la agarro por el brazo con enorme fuerza.

– No cometas disparates, nina -exclamo-. Seria tu muerte… Yo perdi la cabeza… Todo lo que me dijo fue: "No vuelva a hacer eso."

Las manos de la mujer chorreaban sangre, y Patricia tuvo que llevarla del brazo a casa.

Agata Girton se dirigio al tocador y se bano el rostro con abundante cantidad de agua, que se tenia de rojo. Luego se volvio para que la chica pudiese verla, y Patricia tuvo que hacer un gran esfuerzo y morderse los labios para no dar un grito de horror, porque en la frente de Agata Girton habia una profunda herida en forma de T.

14. Patricia, al mando

– Me ha senalado… el Tigre -exclamo Agata, proxima un ataque de histerismo.

Su rostro era una mueca horrible de odio y de furor. Duras y asperas habian sido sus facciones, pero ahora, con aquella herida, con la cara llena de sangre y el cabello desgrenado, parecia una verdadera bruja.

– Me las pagara… Hare que se arrastre a mis pies… Todos los tormentos me pareceran poco para el…

– ?Pero tia Agata!…

Patricia sentia gran curiosidad por saber los detalles del incidente y, ademas, el momento le parecia propicio para cumplir las instrucciones del Santo. Pero su tia se revolvia contra ella como una fiera, y la muchacha se echo atras al ver aquellos ojos llameantes.

– ?Vete!

– ?Fue ese el hombre que cometio el chantaje contigo?

– ?Vete!

– ?Era el Tigre?

Agata Girton avanzo un paso y senalo la puerta.

– ?Dejame, nina! -dijo con voz terrible-. Vete junto a tu Santo antes de que me olvide… Si no te marchas de aqui ahora mismo, te echare a la fuerza.

Hablaba en serio. Patricia nunca habia visto ni queria ver nunca mas el rostro de una mujer tan horriblemente contorcido por el furor. No podia hacer nada.

– Muy bien -dijo con voz firme-, me ire. Espero que no tengas que arrepentirte.

– ?Vete, pues!

La muchacha echo la cabeza atras y se dirigio a la puerta. ?Volver con Simon??Por que no? No era peligroso ir hasta el torreon, segun creia, y llevar un arma le dio el valor que necesitaba. El Santo no la esperaba aun a aquella hora, pero no le importaria recibirla, en vista de las noticias de que era portadora. Habia sido una tarde muy azarosa, mucho mas de lo que podian haber previsto, y, puesto que no le quedaba nada mas que hacer por su cuenta, era preciso informar a Templar.

El tiempo habia transcurrido rapidamente. A las siete menos veinte salio, y cuando llego al torreon ya eran las siete y cuarto, casi de noche.

Al entrar en la casa de Templar vio que Horacio se volvio rapidamente y, al verla, hizo un gesto que la dejo perpleja.

– ?Donde esta el senor Templar? -pregunto.

Horacio la miro con furia.

– Estara de regreso a las siete y media -dijo con voz grunona.

Recogiendo una bandeja, se metio despues en la cocina, y la muchacha se quedo mirando sorprendida. Horacio, aunque rudo con los enemigos de Templar, tenia en el fondo un corazon excelente. Cuando la acompano la ultima vez a su casa, se porto con ella de un modo paternal, porque los amigos de Templar eran tambien amigos suyos. Pero entonces estuvo con ella francamente brusco.

La muchacha le siguio hasta la cocina.

– ?Puedo ayudarle en algo? -pregunto en tono alegre.

– Me parece que no, senorita. Ya estoy acostumbrado a hacerlo todo solo… Gracias.

– Entonces…?puede decirme adonde ha ido el senor emplar? Me gustaria ir a su encuentro.

Horacio clavo el abrelatas con inusitada violencia en una lata de salmon.

– No se nada -respondio-. Puede estar segura, senorita, de que estara en casa a la hora. Es un hombre muy puntual y entrara por la puerta cuando den las siete y media. De manera que no hay por que preocuparse.

Dijo la ultima parte en tono amable, pero se notaba claramente que algo le pasaba.

– ?Es que ha sucedido algo que le induzca a creerme preocupada? -pregunto Patricia, latiendole el corazon con fuerza-.?Iba a hacer algo especial esta tarde el senor Templar?

– ?No! -exclamo Horacio.

La exclamacion de Horacio sono poco convincente y ella volvio al salon y se dejo caer en una butaca. La caja de cigarrillos del Santo estaba a su alcance, y tomo uno y lo encendio, muy pensativa.

No cabia duda de que Horacio estaba preocupado. Eran ahora las siete y veintidos minutos, y Ja joven se pregunto si el Santo seria tan puntual como su criado afirmara y si, caso de no venir a esa hora, era preciso suponer que algo malo le habia sucedido.?Adonde podria haber ido? Nada podia hacer a aquella hora cerca del barco del Tigre.?Habria ido a efectuar algun reconocimiento preliminar de la isla??Se habria empenado en inspeccionar la "Casa Vieja"??O acaso se ha metido otra vez temerariamente en casa de Bittle o de Bloem?

Estuvo mirando atentamente el avance de la minutera de su reloj, preguntandose al mismo tiempo sin cesar si Simon seria puntual o no.

Horacio entro y puso la mesa. Luego saco un enorme reloj de plata del bolsillo.

– Dentro de un minuto o dos -dijo-. Es un hombre muy puntual… siempre…

Al mismo tiempo hizo un gesto como queriendo dar animos a la joven y salio. Ella le oyo pasearse fuera y adivino que habia ido alli por si podia ver al Santo subiendo la cuesta.

A las ocho menos veinte aun no habia senal de Templar.

Patricia empezo a pasearse intranquila por la estancia, sintiendose de pronto deprimida. El Santo se habia ido Dios sabia donde sin decir nada a nadie…, y pese a su reputacion de persona puntual… Ella no podia hacer otra cosa que esperar.

Horacio volvio a entrar. Se habia quitado el delantal y llevaba puestos la chaqueta y el gorro. Uno de sus bolsillos estaba muy abultado.

– Voy a ver si puedo encontrarle, senorita. Con su permiso, la acompanare antes a su casa.

Ella se levanto.

– ?Adonde va?

– A ver por ahi, senorita. Me indico algunos sitios donde tal vez podria encontrarle. Dare con el, no se preocupe.

– Ire con usted.

Horacio movio la cabeza

– No puedo permitirlo. Si le pasase algo a usted, el senor me mataria.

– ?Adonde vamos primero? -pregunto la muchacha sin hacerle caso.

– ?Que adonde voy yo primero? -corrigio el criado del Santo-. Pues es facil decirselo.

Extrajo del bolsillo la carta de Templar y se la entrego. Ella la leyo con creciente angustia. No se le habia ocurrido pensar que el Santo emplearia la tarde en investigar lo que podia haber en la segunda "Casa Vieja", la del mismo pueblo. Alli debio de ir. Tal vez le habian preparado una encerrona…

– Vamos -dijo con voz firme. Y echo a andar.

Tomo, resuelta, el camino que llevaba a la parte posterior de la aldea, en vez del que iba al pueblo mismo, que era el de su casa. Horacio corrio tras ella y la detuvo por un brazo.

– No es este el camino, senorita.

Ella le miro.

– Pues es el que yo voy a tomar.

– Lo siento, senorita -insistio Horacio-. No puedo permitirselo.

– ?Que no? -exclamo Patricia-. Pues veremos quien puede mas…

Y sin previo aviso se solto y avanzo corriendo. Percibio claramente los esfuerzos de Horacio para correr tras ella a pesar de su cojera, gritandole e implorandole al mismo tiempo para que se detuviese. Pero ella no le hizo caso.

Bajo la colina a gran velocidad, pero Horacio, aunque mas lentamente, no dejo de perseguiria con gran obstinacion. De pronto, la joven tropezo con una piedra y cayo. Antes de que pudiera levantarse, Horacio ya la tenia cogida.

– Lo siento de verdad, senorita, pero he de cumplir con mi deber y llevarla a su casa