– Es posible que le hayan cogido -dijo la joven a Horacio-. Tengo una idea de lo que puede haber pasado. Vamos a bajar a verlo.
Sin esperar mas se dirigio al pueblo, y el criado se fue tras ella protestando.
– No vale la pena, senorita. De nada nos sirve ese hombre.
– No podemos prescindir de el -replico Patricia secamente-. De todos modos, nos coge de camino, porque necesitamos buscar cuerdas; de paso, veremos si Carn ha vuelto. Me gustaria poder contar con la ayuda de la policia, por si no logramos realizar nuestro proposito.
El muelle, nombre demasiado pomposo para los cincuenta metros de roca que constituia el embarcadero de pescadores, se hallaba siempre lleno de redes, cuerdas, remos y otros enseres de pesca. Habia, ademas, algunas chozas de madera, que los pescadores empleaban para guardar las herramientas y pinturas. Al final del muelle habia un saliente de unos veinte metros que hacia las veces de rompeolas.
Al detenerse en el muelle y escudrinar alrededor, oyeron de pronto una voz debil que llamaba a Patricia.
Horacio llevaba la linterna, pero Patricia impidio que la usara, por temor a que los del buque se diesen cuenta. No le fue dificil encontrar al que habia pronunciado su nombre. En la sombra de una de las chozas, apoyado contra la pared, habia un hombre, al parecer herido.
– ?Es usted, Algy?
– El mismo -repuso este-. Si no ha visto usted aun a ningun tonto, fijese bien, pues lo tiene delante.
La joven se arrodillo y apoyo la cabeza de Algy en su brazo. Horacio no sabia que hacer.
– ?Como se encuentra? Cuentenos lo que ha pasado.
– Creo que pronto estare mejor… No tema, no pienso morirme aun… Ya le contare.
Horacio, al ver que Algy no estaba malherido, aparto a la joven. Cogio a Algy en brazos y lo llevo detras de la choza, donde podia utilizar sin peligro la linterna. A su luz vieron que Algy tenia una profunda herida desde la ceja hasta la oreja y que la sangre le corria por la cara.
– Me pegaron un tiro y me dejaron por muerto. Pero solo ha sido un rasguno…, pronto estare bien.
Horacio busco un cubo y lo lleno de agua de mar. Algy se incorporo y metio la cabeza tres o cuatro veces dentro para banarse la herida. El agua le causo dolor, pero al mismo tiempo iba despejandosele la cabeza. Mientras le vendaban la herida, utilizando para ello un panuelo, Algy conto lo sucedido, que coincidia con lo que sospecho Patricia.
– Como un verdadero heroe de pelicula -termino Algy-, me acerque a ellos y les dije: "?Manos arriba!", como suele hacerse en esos casos. Y alli fue Troya para mi.
– ?Reconocio usted a alguien?
– Era demasiado oscuro para verles la cara…, ni siquiera vi el arma con que me dejaron fuera de combate. Pero uno de ellos era pequeno y gordo. Creo que era el mercachifle retirado, y que me maten si el otro no se parecia mucho a mitio Hans.
– ?Cuantos eran?
– Tres o cuatro…, pero, como formaban un grupo, no estoy seguro.
Haciendo un esfuerzo, se puso de pie y se apoyo contra la pared de la choza. La herida debia de ser mas grave de lo que quiso hacer creer, porque se tambaleaba y estaba blanco y desencajado.
– ?Como se encuentra ahora?
– Muy bien. Tengo una sensacion como si me hubiesen quitado la parte superior de la cabeza; pero, de todos modos, me voy encontrando mejor. Vamonos ya… La soga esta ahi…
Horacio se habia alejado a las primeras palabras de Algy y volvio en seguida con un gran rollo de soga sobre el hombro.
– ?No sera mejor que se retire usted y descanse? -Le pregunto-. Con esta herida, no esta para mas emociones.
La honrosa herida del senor Lomas-Coper acabo con la animosidad de Horacio. No tardaria mucho en llamarle senor.
– No, de ninguna manera -exclamo Algy-. Yo he de ir con ustedes hasta el final. Esos malvados han disparado sobre mi a mansalva, y es preciso que nos volvamos a ver las caras. El agua fria me sentara muy bien, y cuando estemos a bordo del barco me encontrare recuperado.
– Bien, me alegro de que la cosa no haya sido mas grave, senor -contesto Horacio-; pero si me permiLe que le coja del brazo mientras va recobrando animos…
– De todos modos, es necesario buscar a Carn -observo Patricia.
– Cuando sali de casa fui a buscar al sabueso, pero no ha regresado aun -repuso Algy-. De manera que tendremos que arreglarnoslas sin el.
Patricia lamento ver frustrada su esperanza en el apoyo oficial. Al parecer, ella se habia equivocado acerca de lo que sabia Carn sobre el asunto, porque si hubiese tenido la intencion de dar aquella noche el golpe, habria tenido que estar ya en el pueblo. Pero como no estaba, solo podia contar con Horacio y Algy.
Ya en el torreon, fue Algy quien decidio que la mejor manera de asegurar la cuerda era pasarla por dos huecos de las ventanas del edificio, aunque el trabajo lo realizo Horacio, que era ducho en tales menesteres por sus conocimientos nauticos. Algy habia cambiado por completo. No era ya el charlatan simple de antes; se mostraba ahora parco en palabras y energico en sus actos.
Poco a poco fueron bajando la cuerda por el risco, utilizando para ello una hendidura en la roca, a fin de descender sin que pudiesen verlos desde el mar, porque la luminosidad era cada vez mayor.
– Creo que hay bastante cuerda -observo Algy, quitandose al mismo tiempo la trinchera para quedar en traje de bano como los demas-.?Quien baja primero?
Antes de que los dos hombres pudiesen evitarlo, Patricia se habia asido a la cuerda, lanzandose por el borde del risco; bajaba rapidamente por entre las rocas, manteniendose separada de ellas apoyando los pies en la pared.
Se sentia fuerte y sin miedo alguno. Ademas, la cuerda era larga, mas de lo necesario. Asi llego felizmente abajo, sobre la playa inundada por la marea, con el agua hasta las rodillas. Al soltar la cuerda, se aparto un poco de la roca y movio los brazos para avisar a los de arriba. Algy llego a su lado en un minuto, y Horacio le siguio en el mismo intervalo. Sin hablar, se metieron mar adentro y empezaron a nadar. Los tres eran buenos nadadores, pero uno de ellos tenia una pierna lisiada y el otro una herida en la cabeza. Tenian que recorrer dos millas.
El agua estaba en calma y no demasiado fria. Patricia nadaba como un pez, avanzando con largas y silenciosas brazadas.
Mientras tanto, el inspector Carn caminaba con el carretero fatigosamente hacia Ilfracombe, porque el carro se habia estropeado cuando aun les faltaban bastantes kilometros, y era impensable que les recogiese otro vehiculo en la solitaria carretera a aquella hora de la noche.
16. El pozo
Solo se tardan cuatro segundos en caer desde cincuenta metros, pero parecen una eternidad. Simon Templar pudo darse exacta cuenta de ello, porque vivio siglos entre el instante fatal en que perdio pie para caer en las tinieblas de aquel pozo y el zambullirse en el agua.
Cayo a plomo, y aunque en seguida forcejeo para volver a ganar la superficie, tardo bastante en alcanzarla; debio de llegar muy hondo, porque su corazon le latia con tremenda fuerza y el pecho parecia estallarle cuando por fin pudo respirar. Sin advertirlo dejo de mover brazos y piernas y torno a hundirse. Entonces fue cuando noto la fuerte corriente del agua. Con todas sus fuerzas trato de resistirla m6viendo brazos y piernas desesperadamente, y cuando, jadeante, gano otra vez la superficie, toco piedra con las manos y se agarro a ella con desesperacion. Apenas se habia asido, la fuerza del agua le arrastro de tal modo que estuvo a punto de perder el precario apoyo. Reuniendo todas sus energias, afianzo las manos en el borde y subio a pulso, muy lentamente, hasta apoyar un brazo en el borde y poder descansar un poco. Alli se quedo sin aliento, moviendo freneticamente los pies para contrarrestar la corriente, mientras trataba de quitarse el agua de la cara con rapidas sacudidas de la cabeza.
A juzgar por la fuerza del agua, se hallaba bastante 1ejos del sitio en que cayo. La oscuridad, afortunadamente, no era completa; sus ojos iban acostumbrandose poco a poco a ella, y asi pudo apreciar la situacion. Al parecer, la vaga luz venia de la debil fosforescencia de la superficie del agua.