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Sacando fuerzas de flaqueza, alcanzo la abertura y pudo contemplar el esplendor de la noche radiante, el cielo enjoyado y el ancho mar en plena calma. Invadido de jubilo, continuo mirando aquellas maravillas como si nunca hubiese visto cosa semejante.

– ?Dios mio! -exclamo antes de caer desmayado.

Al cabo de tres horas volvio a abrir los ojos. Habia caido a la entrada de la cueva y desperto a causa de la luz de la Luna que le daba en el rostro. Lentamente abrio los ojos y miro el disco luminoso que iba surgiendo del agua. Vagamente recordo las horas pasadas en las horrendas tinieblas subterraneas y se puso en pie dando un grito. El movimiento le desperto por completo, y se encontro apoyado en la pared, latiendole el corazon con fuertes golpes y respirando fatigosamente. El descanso le habia sentado bien, la obtusa sensacion del cerebro habia desaparecido y las fuerzas iban volviendo poco a poco. Tenia los codos y las rodillas doloridos; los nudillos, en carne viva; la cabeza, llena de chichones; todo el cuerpo, transido de dolor; pero no en balde se habia entregado siempre a un duro entrenamiento; tan grande era su capacidad de recuperacion, que en seguida pudo empezar a ejercitar brazos y piernas para comprobar si podia seguir.

Oyo el debil ruido de una maquina, tal vez de un motor. Se puso a escuchar atentamente, preguntandose si sus oidos le enganaban. Pero de nuevo oyo el suave rodar de una maquina, muy distante y confuso pero inequivoco.

Se asomo a la abertura y pestaneo, incredulo.

El islote llamado "Casa Vieja" estaba al alcance de su vista. Un poco mas lejos se veia aun la esbelta silueta de un barco anclado en las quietas aguas, inundado por la luz de la Luna…, un cuadro encantador para un artista y un marino. Y de pronto, mientras el Santo escuchaba, el ruido del motor ceso de nuevo y luego, a la sombra de la isla, surgio una lancha que avanzaba lentamente en direccion al barco. El Santo vio que en la embarcacion habia algunas cajas y percibio el roce de los remos.

– ?Bendito sea Dios! -exclamo, sorprendido y gozoso.

Ahi estaba el, vivo y mas o menos bien, cuando logicamente deberia haberse ahogado o perdido en la intrincada red de cuevas subterraneas. El destino le habia llevado al sitio exacto en que le convenia estar y precisamente a la hora deseada, con la enorme ventaja de que el Tigre se mecia tranquilamente en la seguridad de haberse quitado por fin la espina que durante tanto tiempo llevara clavada.

A aquella avanzada hora de la noche, Horacio, Patricia y Carn habrian revuelto todo Baycombe en busca de el, encontrando tan solo el agujero de la antigua fonda por donde se precipito. Le habian tenido por muerto durante muchas horas, pero no quedaba mas remedio que retrasar el regreso durante algunas mas. De este modo, le cabia la seguridad de que Patricia no corria ningun peligro, porque sin el no podia intervenir en el asunto; solo lamentaba la falta de Horacio. De todos modos, la cosa quedaba bastante equilibrada, y si continuaba la milagrosa suerte, el asunto terminaria mucho antes, ahora que todo estaba dispuesto para coger al Tigre…

– El Santo contra el Tigre -murmuro Templar.

El Santo volvia a encontrarse en su elemento, animado por su desbordante optimismo. Desde luego, estaba cansado, pero se creia capaz de vencer todos los obstaculos que la banda del Tigre pudiese oponer a sus designios. Nunca como aquella vez habia deseado tanto que llegase el momento decisivo de la lucha, que por todas las circunstancias habia de ser la ultima de sus aventuras, y su sentido de histrion exigia que el espectaculo fuese digno fin de su carrera.

Busco sus armas y las encontro en su sitio. Los cigarrillos, que acaso hubiesen podido ser utiles, estaban estropeados por el agua; pero la pitillera, con la finisima hoja de acero de uno de sus bordes, representaba una valiosa ayuda en casos de apuro. La puso en el bolsillo posterior del pantalon. La americana la dejo en la cueva.

Mirando abajo, vio que solo le separaban unos doce metros de la playa y que, a la luz de la Luna, no era tarea dificil descender aquel trozo. Resuelto, salio por el agujero de la cueva, encontrando suficiente apoyo en los salientes de la roca, y pocos minutos despues se hallaba abajo con el agua hasta las rodillas. La distancia que tenia que recorrer a nado era larga, pero ya entonces se creia capaz de salvarla. Entro en el agua hasta que esta le llego a la cintura y luego empezo a nadar con brazadas silenciosas, dando un gran rodeo, para alejarse de la zona peligrosa entre la "Casa Vieja" y el barco, desde donde seria facil que le viese alguien, porque la luz de la Luna era cada vez mas clara.

Sin embargo, a pesar del rodeo, no tardo en llegar a estribor del buque, despues de recorrer los ultimos cien metros debajo del agua, saliendo solo tres veces y con gran precaucion para respirar. Una vez alli, se detuvo un momento para descansar; luego se dirigio hacia la proa, sin apartarse del casco. Trepar por la cadena del ancla, expuesto a ser visto desde la isla o desde el puente, era muy peligroso. Pero no habia mas remedio, porque las portas estaban demasiado altas para alcanzarlas.

Una vez mas le favorecio la suerte. Mientras nadaba lentamente a lo largo del casco, reflexionando sobre el problema, tropezo con una escala de cabo que pendia desde la cubierta. El capitan debio de ponerla para que subiese el Tigre y sus complices, y desde entonces debio de quedar olvidada por haber hecho la marea girar el barco. Precisamente lo que le convenia a el.

El ruido de la maquina y el chirrido de las cabrias que subian el oro a bordo era ahora mas fuerte; ademas, percibia pasos a bordo y murmullo de voces. Por lo que podia juzgar al ir trepando por la escala, la gente trabajaba en la escotilla de popa, dado que directamente encima de el no percibio ruido alguno.

Al llegar arriba, se asomo con cuidado. La cubierta estaaba desierta en aquel sitio, lo mismo que la proa, pero a popa veia a dos hombres junto a la maquinilla. Afortunadamente, solo dedicaban su atencion al trabajo. Salto con rapidez por la borda sin hacer ruido alguno. Frente a el habia una puerta abierta y la escalera de camara, a la que se dirigio sin vacilar.

En el primer peldano se detuvo para escuchar. El trabajo de carga continuaba; al parecer, nadie habia visto la negra sombra que salto por la borda, cruzo el tramo de cubierta y entro en aquella puerta.

"Hasta aqui, todo va bien -se dijo el Santo sonriendo beatificamente-. Una vez a bordo, el oro es mio."

La escalera conducia a un pasillo pobremente alumbrado. Era un sitio muy peligroso para detenerse. Los camarotes tambien ofrecian peligro, porque, con dar vuelta a la llave, quedaban convertidos en prision. Pero el Santo queria unos momentos de descanso para pensar en lo que le convenia hacer, y era preciso correr el riesgo.

Frente a el habia una puerta que le intrigaba; de puntillas cruzo el pasillo y movio suavemente el tirador, pero la puerta no cedio; seguramente estaria cerrada con llave. Esto le intrigo aun mas; de pronto olvido todo instinto de precaucion y, con la temeridad que le caracterizaba, decidio ver sin perdida de tiempo lo que habia tras aquella dichosa puerta. Pego el oido a la hoja de la misma, escuchando con gran atencion. Al cabo de un rato, el silencio absoluto en el interior le convencio de que el camarote estaba vacio. Pero abrir una puerta cerrada requeria mas herramientas de las que el disponia en aquel momento.

Oyo pasos. Rapidamente descubrio su origen. Venian de otro pasillo que desembocaba en aquel. El Santo retrocedio subiendo unos peldanos de escalera, decision poco prudente, porque de aquel modo tendria dificultades para retirarse en caso de que la persona que se acercaba le viese y diera la alarma. Pero Templar, siempre alerta, quiso saber quien era el que podia malgastar el tiempo abajo cuando todo el mundo estaba arriba para cargar el buque con la mayor rapidez.