Cualquiera con un poco de experiencia en tales asuntos hubiese advertido, al entrar en la habitacion, que ambos eran maestros en el arte de fingir. Nada podia dar la impresion de mas calma que el aspecto de los dos, nada tan cortes como las frases que de vez en cuando cambiaban.
El Santo iba lentamente dando la vuelta a la habitacion. Ora se detenia para examinar una copa de Benares, ora un grabado, despues algun mueble antiguo. La patina del jarron griego atrajo su atencion durante un instante; luego contemplo la admirable escultura de un busto. En efecto, un observador imparcial hubiese dicho que el Santo no tenia mas interes que estudiar los distintos objetos antiguos y que estaba disfrutando de verdad el permiso de su anfitrion para examinarlos a su gusto. Pero el Santo no perdia detalle de las particularidades de la habitacion, escudrinando las paredes centimetro a centimetro para descubrir los agujeros por donde los de fuera observaban la escena.
El millonario seguia impasible, y el Santo volvio a sonreir levemente a Patricia para animarla un poco, porque la muchacha le miraba con ojos sombrios. La sonrisa fue apenas perceptible, pero Patricia capto en seguida el mensaje y demostro con un pequeno gesto que seguia confiando en el.
El Santo confiaba en la impasibilidad e indiferencia que Bittle se veia obligado a mantener, y no se equivoco. Bittle sabia que, a pesar de todos los defensores que desde fuera vigilaban por el, su seguridad personal dependia tan solo del finisimo hilo de su absoluta despreocupacion. Se daba cuenta de que mostrar la menor ansiedad; la mas debil incertidumbre, era dar mas armas a aquel terrible adversario con quien tenia que haberselas, y Bittle no se atrevio a hacer nada de esto por miedo a que tuviese consecuencias desastrosas para el. Por lo tanto, el millonario fingio no advertir los movimientos de Templar y no cambio de postura ni una sola vez ni cayo en el error de seguirle con la mirada. Estaba reclinado en la comoda butaca y miraba de un modo vago a una acuarela que habia en la pared de enfrente u observaba el dibujo de la alfombra. A veces miraba tambien vagamente a Patricia, o se examinaba las unas, o media la longitud de la ceniza de su cigarro. El Santo se hallaba detras de el, pero como Bittle no volvia la cabeza, Templar se sentia confiado y receloso al mismo tiempo. Pudo encontrar uno de los agujeros, astutamente oculto detras de un par de pistolas antiguas que colgaban de la pared, pero no asi el segundo. Mas el tiempo apremiaba y no era posible prolongar mucho mas la situacion. Era preciso arriesgarse a que le viera el segundo observador.
Empezo la segunda vuelta a la habitacion, pasando esta vez por delante del millonario, quien le miro desenfadadamente.
– No vaya a creer que tengo prisa -le dijo-, pero se esta haciendo tarde y acaso manana necesite estar lo mas descansado posible.
– Gracias -repuso el Santo-; no me canso facilmente. De todos modos, he decidido pasar la noche aqui. Puede decir a ese proboscidio lesionado que llene la botella de agua caliente y que saque unos camisones de noche.
Bittle asintio.
– Solo puedo alabar su discrecion tan sinceramente como aprecio sus gustos sencillos -dijo.
– No vale la pena -contesto el Santo con la misma suavidad-.?Seria demasiada molestia que le pidiese un par de peucos?
El Santo se hallaba de nuevo detras del millonario, a un paso de el; tenia una mano levemente apoyada en el respaldo de una silla pequena; con la otra sostenia levantada una estatuilla de bronce ante la luz. La pose era tan natural, que los que observaban desde fuera no pudieron darse cuenta de la amenaza que implicaba hasta que fue demasiado tarde.
Bittle se percato de ello mas rapidamente. Templar miro a Patricia, haciendo un leve gesto hacia la ventana, y por un momento el millonario perdio la sangre fria. Empezo a volver la cabeza, pero el Santo le dio rapidamente un golpe en la nuca, dejandolo fuera de combate. Con la misma rapidez lanzo una silla contra la lampara, y la habitacion quedo a oscuras.
De un salto se situo junto a la vidriera.
La muchacha le tendio la mano, y los dos abrieron la puerta.
En el jardin se oian gritos, lo mismo que en el pasillo; de pronto se abrio la puerta de la habitacion y un haz de luz la invadio, revelando el cuerpo de Bittle que yacia sin sentido en la butaca. Dos hombres forzudos estaban fuera del alcance del haz de luz.
Antes de que la muchacha se diera cuenta se vio en los poderosos brazos del Santo y, en menos de diez segundos desde que cayo Bittle, Templar atravesaba la vidriera y cruzaba el jardin corriendo, con Patricia en brazos como si llevara una nina.
La maniobra fue tan precisa, que Simon Templar, a pesar de la carga, paso entre los dos criados que esperaban junto a la puerta, y la emboscada se torno en furiosa persecucion. Simon se detuvo un momento para dejar a la muchacha en el suelo; luego la cogio de la mano y se dirigio corriendo hacia los arbustos al final del cesped.
Como llevaban bastante delantera, llegaron a los arbustos sin ser vistos. Sin vacilar, el Santo se metio entre la espesura, descubriendo por instinto el camino mas seguro, aunque no el mas facil, porque arrastraba a Patricia, desgarrandose ambos los vestidos e hiriendose con frecuencia con las ramas espinosas. Se detuvieron, y Patricia, pegada a el, esforzabase por recobrar el aliento sin hacer ruido. Oian a los perseguidores buscandolos entre la espesura, maldiciendo y blasfemando, pero sin dar con ellos. Cuando advirtieron que los fugitivos ya no corrian, todo quedo en silencio.
Patricia oyo que el Santo le decia al oido:
– Estamos junto al muro. Voy a pasarla al otro lado. Vayase a casa y no diga nada a su tia. Si no vuelvo dentro de una hora, digaselo al doctor Carn.?Entendido? Haga lo que haga, no se alarme hasta dentro de una hora.
– ?Es que no viene tambien?
– No, aun no he visto bastante por el dinero que he pagado.?Vamos!
Patricia toco la pared y se subio sobre las rodillas del Santo y luego sobre sus hombros, apoyandose contra el muro. De pronto se rompio una rama bajo el pie de Templar, y los perseguidores corrieron en direccion a ellos.
– ?Pronto! -ordeno el Santo. Y la hizo subir ayudandola-. Cuidado con los trozos de vidrio arriba. Ahi esta mi chaqueta…?La tiene?… Muy bien.?Adios! Prepareme una cerveza…, me hara falta.
– ?Cuanto siento dejarle!
– Repitamelo cuando tenga tiempo de darle una respuesta adecuada -dijo el Santo sonriendo-. Adios.
Patricia desaparecio al otro lado, salvada al fin, y Templar centro de nuevo la atencion en los matones. Con el grito de "?Aqui, imbeciles!", se separo rapidamente de la pared, porque en aquel momento su objetivo era desviar la atencion de los perseguidores de la muchacha hasta que esta se hubiese alejado. Tambien tenia la intencion de examinar otras habitaciones de la casa, pero sin un plan concreto acerca de lo que habia que hacer. Le gustaba la improvisacion.
Aumento la distancia entre el y sus perseguidores, alejandose aun mas de la pared, para no verse arrinconado. Al mismo tiempo, trato de hacer suficiente ruido para que creyesen que la joven aun estaba con el. Al detenerse para ver donde estaban los que le perseguian, oyo un choque no muy lejos de el, que acabo en reniegos y mutuas recriminaciones. El Santo rio de buena gana. No teniendo necesidad de distinguir entre el amigo y el enemigo, como sus perseguidores, tenia sobre estos una ventaja incalculable, aunque se preguntaba cuanto tiempo transcurriria aun hasta que la busqueda se hiciese mas sistematica con el empleo de linternas.?Es que pensaban esperar hasta que amaneciese? El Santo comprobo las muchas ventajas que tenia aquel alto muro que circundaba la casa, porque desde fuera nadie podia ver lo que pasaba.
Sin embargo, Templar no permitio que aquel muro le desalentase.
Despues del choque entre los perseguidores, parecia que estos habian adoptado una busqueda mas sistematica. Apenas el Santo lo advirtio, avanzo a gatas hacia la puerta principal del jardin, donde esperaba encontrar un hombre apostado, pero tropezo antes con uno junto a un arbol y estuvo a punto de caer. Templar lo agarro por el cuello antes de que pudiese gritar, luego solto una mano y le retorcio la nariz. Antes de que el centinela pudiera reponerse de la sorpresa, se vio de cabeza en un arbusto espinoso. Templar, de un salto, se puso al resguardo de otro arbusto aun antes de que los desesperados gritos de la victima rompieran el silencio de la noche. El Santo rio para sus adentros.