Y después -después De Savary lo imaginó-, el terrible horror que debió de invadir a la víctima cuando fuera realmente consciente de lo que estaban haciendo. El primer intento de raspado de la carne del tobillo o del pie. Después el dolor agudo mientras le quitaban la piel dejando la musculatura expuesta al frío y al calor. Si había habido algo que tocara la carne abierta, debió de ser prácticamente insoportable. Tendría que haber gritado hasta la extenuación mientras la banda hacía su trabajo por todo el tembloroso y agonizante cuerpo, trabajando como expertos carniceros, convirtiendo la piel en cuero. Quizá hubo un momento en que gritó demasiado alto, de modo que le cortaron los genitales, doblaron el puñado de carne y lo metieron en la boca, que no paraba de gritar, para hacerle callar.
Después, la parte más importante del desuello: el pecho y los brazos. Técnicamente, bastante difícil. Suponía que tendrían que haber practicado antes con corderos, cabras o quizá gatos para hacerlo bien.
Se dio la vuelta, sintiendo escalofríos.
Forrester le colocó una mano sobre el hombro.
– Sí, lo siento.
– ¿Qué edad tenía? No es fácil saberlo cuando no tiene… piel en la cara.
– Unos cuarenta -respondió Forrester-. ¿Salimos?
– Por favor.
El policía fue primero. Cuando estuvieron fuera se acercaron a la valla del jardín. De Savary se mostró encantado de poder sentarse.
– Simplemente espantoso -comentó.
El sol seguía calentando. Forrester se quitó los plásticos con un gruñido. Se quedaron allí sentados sumidos en un profundo silencio. La fragancia del aire del comienzo del verano parecía ahora empalagosa.
– Creo que puedo ayudarle -afirmó De Savary al cabo de un rato.
– ¿Sí?
De Savary lo expresó de otro modo.
– Es decir, creo que entiendo cuál ha podido ser su psicología…
– ¿Y bien?
– Está claro que hay componentes aztecas. Los aztecas tenían… muchos métodos de sacrificio humano. El más famoso, por supuesto, es la extracción del corazón en vivo. El sacerdote clavaba el cuchillo de obsidiana en el pecho, abría la cavidad torácica y sacaba el corazón palpitante.
Los dos observaron cómo un coche de policía entraba por el camino de acceso y de él salían dos agentes con maletas de metal. Saludaron a Forrester con un enérgico movimiento de cabeza y él les devolvió el saludo.
– Los de patología -aclaró Forrester-. Continúe, Hugo. Los aztecas…
– Alimentaban a los jaguares con personas. Los desangraban hasta morir. Lanzaban pequeñas flechas a los guerreros hasta que morían. Pero uno de los métodos más elaborados era el del desuello. Incluso destinaban un día especial para ello, la Fiesta del Desuello de Hombres.
– ¿Un día especial para el desuello?
– Arrancaban la piel de los prisioneros enemigos y después bailaban por las calles de la ciudad llevando encima las pieles desolladas. Los nobles aztecas se ponían a menudo las pieles arrancadas de las víctimas. Lo consideraban un honor para la víctima. De hecho, hay una historia que dice que una vez capturaron a una princesa, hija de un rey enemigo, y unas semanas después invitaron a su padre a una fiesta para hacer las paces. El rey supuso que iban a devolverle a su hija, viva, como parte de esa celebración de la paz. Pero el emperador azteca dio una palmada con sus manos después de la cena y entró un sacerdote vestido con la piel de la princesa asesinada. Los aztecas pensaban que aquello era un gran honor para el rey enemigo. Creo que el intento de paz no tuvo mucho éxito.
Forrester se había quedado muy pálido.
– ¿Cree usted que se están vistiendo con esta piel? ¿Qué Clon curry está moviéndose por ahí vestido con la jodida piel de este tipo?
– Es muy posible. Eso es lo que los aztecas harían. Vestirse con la piel humana de sus víctimas, como un traje, hasta que literalmente se pudra. El hedor debe de ser horroroso.
– La verdad es que aún no hemos encontrado la piel. Hemos llamado a la unidad canina.
– Es una buena idea. Considero que es muy posible que lleven puesta la piel, puesto que están siguiendo muy de cerca el método azteca.
Los dos se volvieron a quedar en silencio. De Savary miró hacia el ondulado jardín, los majestuosos árboles inclinándose sobre el río, la hermosa escena tan tranquila, bucólica y típicamente inglesa. Era difícil conciliar aquello… esa cosa colgada de un marco de madera, a sólo unos cuantos metros de allí. El cadáver rosado e invertido, con su espantosa expresión de dolor.
El detective se puso de pie.
– ¿Y qué estaban buscando? La banda. He estado investigando. No existe conexión alguna con el Club del Fuego del Infierno.
– No -contestó De Savary-. Pero sí existe una curiosa conexión entre este colegio y Oriente Medio.
– ¿Y qué conexión es ésa?
De Savary sonrió muy vacilante.
– Si no recuerdo mal lo que he leído en el tren, la tienda de golosinas debe de estar por aquí. -Fue dando zancadas alrededor del edificio y Forrester le siguió. En el otro extremo del ala sur había un curioso edificio de techo inclinado pegado al cuerpo principal. Parecía una capilla. De Savary se detuvo.
Forrester miró el diseño en rojo y negro de las impresionantes puertas: un motivo de leones de metal alados.
– ¿Qué es eso?
– Es el Pórtico de Nínive. Tiene una fuerte relación con Iraq y Su meria. ¿Vemos si nuestros chicos bajaron por aquí?
Forrester asintió.
De Savary empujó la puerta metálica y ésta se abrió con facilidad. El interior, aparte de algunas curiosas vidrieras de colores, parecía la típica tienda de golosinas de un colegio caro. Había una máquina de Pepsi, una caja registradora y cajas de tentempiés y patatas fritas desperdigadas de manera caótica por el suelo. Pero estaban esparcidas demasiado al azar. La escasamente iluminada habitación había sido saqueada. Una inspección más profunda dejaba ver que el revestimiento de madera de una de las paredes había sido arrancado; una de las ventanas estaba rota. Allí había estado alguien que buscaba algo con ahínco. Si se habían llevado alguna cosa o no era otro asunto. De Savary se imaginaba que no. La dispersión de los objetos por la tienda dejaba ver que estaban enfadados, frustrados y contrariados.
Salieron a la tranquilidad del sol y caminaron por el sendero. El polen vagaba por el suave aire soleado mientras De Savary contaba la historia de la Pórtico de Nínive.
– El Pórtico fue ordenado hacer por lady Charlotte Guest y su marido, sir John, alrededor de 1850. Fue construido según el diseño del arquitecto Charles Barry, más conocido por ser el creador de…
– Las Casas del Parlamento -interrumpió Forrester sonriendo tímidamente-. La arquitectura es mi afición privada.
– ¡Así es! Las Casas del Parlamento. En fin, el Pórtico de Nínive era una logia privada construida expresamente con el fin de albergar algunos famosos relieves asirios recopilados en exploraciones victo rianas en Mesopotamia. De ahí las puertas tan poco usuales con sus leones asirios.
– De acuerdo.
– Estos relieves que se guardaron en el Pórtico fueron excavados por Austen Henry Layard, primo de lady Charlotte Guest. Eran piezas de considerable valor. Cada uno pesaba varias toneladas. Originalmente habían adornado importantes puertas de Nimrud.
– ¿Y Layard y Barry los trajeron aquí?
– Sí. Y permanecieron aquí, en el Pórtico de Nínive, junto a otros relieves hasta poco después de la Primera Guerra Mundial. Luego, toda la colección fue puesta a la venta.
– Entonces, ¿no queda nada?
– ¡Espere! Lasantigüedades del Pórtico fueron sustituidas por humildes moldes. En 1923 el mismo Canford Hall fue vendido por la familia Guest y se convirtió en un colegio para chicos. En aquel momento, el Pórtico de Nínive, ahora despojado de sus antiguos tesoros, fue conver tido en tienda de golosinas para vender sándwiches y chocolatinas.