Выбрать главу

– No hace falta -le susurró-. Me las apañaré sola.

Rick hizo un gesto para restarle importancia a aquella objeción y oyó el final de la pregunta de su madre.

– Llevaré una acompañante, mamá, que te sorprenderá gratamente. -Antes de que Raina comenzase el interrogatorio, Rick cortó la llamada, cerró el móvil y se lo guardó.

– Eso ha sido una tontería. -Kendall lo fulminó con la mirada.

Rick se le acercó, consciente de que Lisa estaba espiándolos.

– No eres muy agradecida que digamos teniendo en cuenta que acabo de salvarte de una cena a base de perritos calientes y polvo.

– Acabas de contarme que tu madre quiere casarte. Seguramente todo el pueblo piensa que ya nos hemos casado, ¿y pretendes llevarme a cenar con ella? ¿Te has vuelto loco?

– Probablemente. -Vio la mirada sorprendida de Kendall y le dedicó una sonrisa-. Tengo un plan. Una especie de quid pro quo y tienes que oírlo antes de negarte.

Kendall adoptó una expresión recelosa y Rick pensó que rechazaría la idea antes siquiera de que pudiera proponérsela.

Ella puso los brazos en jarras y le miró.

– ¿Qué te hace pensar que voy a negarme? -preguntó, y el tono desafiante le pilló desprevenido.

Rick supuso que ella quería demostrarle que era muy capaz de plantarle cara a cualquier propuesta y, después de aquel beso, a Rick tampoco le importaría demostrarle algo parecido.

– ¿En qué clase de intercambio has pensado? -preguntó en el mismo tono cauto.

Si quería convencerla para que participase en el plan, tendría que cambiar de actitud. Apoyó un brazo en la puerta de cristal que había detrás de Kendall, con lo que la dejó atrapada entre su cuerpo y el compartimiento de comida congelada. Era una inconfundible situación íntima para que ella bajase la guardia.

– Te propongo una especie de ayuda de limpieza mutua. -Bajó la voz al sentir su cercanía y la emoción desatada en sus venas-. Te ayudaré a limpiar tu casa si tú me ayudas a limpiar la mía.

Kendall negó con la cabeza y se rió.

– No lo dices en sentido literal.

– Lo de tu casa, sí. Lo de la mía, no. -Alargó la mano por puro impulso y le cogió un mechón de pelo, que frotó entre el pulgar y el índice, deleitándose con la sensación que le producían los cabellos en la piel-. Te ayudaré a dejar la casa de tu tía en condiciones para venderla y tú me ayudarás a poner orden en mi casa. Mi casa interior.

¿Hacía falta que añadiera algo? «¿Quieres ser mi amante, Kendall?» Sintió un hormigueo en la piel y se estremeció. Las palabras y el hecho parecían correctos. Ella parecía la persona correcta. ¿Cómo era posible que le propusiera algo que sonaba tan desalmado?

– Deja de andarte por las ramas y dime qué has pensado.

Rick respiró hondo y decidió decirle la verdad pura y dura.

– Quiero que finjas que eres mi amante, que todo el mundo chismorree y que las mujeres me dejen tranquilo. -La miró de hito en hito-. ¿Qué te parece?

Kendall se notó un tic nervioso en la boca.

– Lo que ya te he dicho. Estás loco -respondió sin apartar la mirada.

¿Era su imaginación o le parecía que había visto un destello de dolor en sus preciosos ojos verdes antes de que ella pudiera disimularlo?

– No estoy loco -repuso Rick-, lo que pasa es que estoy harto del acoso femenino. Por otra parte, estoy a gusto contigo y pienso que este plan nos beneficiaría a los dos. -¿Acaso no le decía su cuerpo lo que el de Rick ya sabía? ¿Que estaban hechos el uno para el otro y que sólo les faltaba consumar la unión?

Él tuvo que recordarse que lo que le había sugerido era una relación ficticia, pero su cuerpo opinaba distinto al ver cómo ella se mordía el labio.

– No lo sé.

– Has dicho que no te sobra el dinero. ¿Puedes pagar a un carpintero? -Rick buscó argumentos para convencerla de que él tenía lo que ella necesitaba, es decir, él-. ¿Un pintor? -prosiguió-. ¿Cualquier otra reparación que necesite la casa?

Kendall exhaló de forma sonora.

– Seguramente no. -Sin lugar a dudas, no podría hacer frente a todos esos gastos, pensó Kendall. Aunque recurriese a las joyas para mantenerse mientras arreglaba la casa, no sabía si dispondría de ingresos suficientes para cubrir las reparaciones. Rick se estaba ofreciendo a hacerlas él… por un precio especial. Un precio que Kendall le había pagado con anterioridad a Brian… y había acabado vestida de novia.

La recorrió un escalofrío que nada tenía que ver con el compartimiento de alimentos congelados que tenía detrás. No quería depender de nadie para satisfacer sus necesidades o lograr sus sueños. Sobre todo, no quería que nadie se interpusiese en sus propósitos. Y Rick, con aquellos ojos dorados, aquella atractiva sonrisa y su personalidad encantadora, era un peligro mucho mayor del que había supuesto Brian.

Sin embargo, sabía que su trato tenía sentido. La frente de Rick todavía tocaba la suya, y con aquel contacto íntimo le era mucho más difícil sopesar las alternativas. Que era justamente lo que él quería, de eso no le cabía duda.

– Como incentivo añadido, resulta que soy un manitas.

Quiso preguntarle hasta qué punto lo era, pero se contuvo. Aunque su cuerpo ya había reaccionado a su deliberado equívoco y sintió una calidez deliciosa en el estómago mientras un intenso hormigueo sensual se apoderaba de su entrepierna. La voz de Rick destilaba seducción y Kendall se dejó seducir.

Se lamió los labios y trató en vano de concentrarse en cosas más triviales.

– No me dejes con la intriga. Dime qué saben hacer esas manos. -Por desgracia, las frases sonaron como las de una persona necesitada, que era como ella se sentía en esos momentos.

Rick sonrió.

– En mis días libres, en casa de mi madre he hecho de todo -repuso-. Puedo ocuparme de casi todo lo que necesites, y si hay algo que no sepa hacer, puedo pedir un favor; por suerte, tengo turnos bastante flexibles. Cuatro de diez.

– Que yo lo entienda, por favor.

Rick puso los ojos en blanco con un gesto divertido que a Kendall le pareció sumamente atractivo.

– ¡Muy fácil! Tengo cuatro turnos de diez horas a la semana con tres días libres. Tiempo de sobra para ayudarte en la casa y dar así la impresión correcta a los ojos de los demás.

Kendall abrió y cerró los puños humedecidos.

– ¿Y cuál sería esa impresión?

Rick le acarició la mejilla.

– Que no puedo estar sin ti, que finalmente he encontrado a la mujer que buscaba. Y que ya no me interesa nadie más.

Hablaba con tal convicción que podría haber sido sincero… pero no lo era, se dijo Kendall. Era sólo un trato. Rick quería evitar las relaciones y el matrimonio. Lo único que hacía era demostrar que, de cara a los demás, podía fingir ser su amante.

Ella tendría que hacer otro tanto si aceptaba. Puesto que acababa de finalizar con un trato similar hecho con Brian, sabía lo muy unidos que Rick y ella podrían acabar estando. Pero Rick no le pedía nada duradero, tan sólo necesitaba una solución temporal para su problema. Lo mismo que ella precisaba una solución rápida para el suyo. Quid pro quo, en efecto. Ella apenas tenía dinero en el banco y Rick le ofrecía la solución que necesitaba desesperadamente.

– ¿Kendall? -Rick rompió el largo silencio y la devolvió al presente.

Podría hacerlo. Si se ponía una coraza y se recordaba a menudo que se marcharía en cuanto pudiera, no acabaría encariñándose con Rick ni con el pueblo.

Se las arreglaría. Lo miró a los ojos.

– Sí -le dijo.

– «Sí» me estás prestando atención ahora o «sí»…

– Seré tu amante -dijo rápido, antes de cambiar de idea-. Fingiré serlo…

Sin dejarla acabar, y sin que ella lo esperase, Rick la besó rozándole apenas los labios. Permanecieron unidos unos instantes, lo bastante para que el infierno entrase en erupción y las brasas se avivasen. Entonces, de repente, Rick se apartó, levantó la cabeza y la miró.