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– Gracias.

Kendall sentía un cosquilleo en los labios, y una calidez inesperada le envolvió el corazón. Se asustó. Pero aunque turbada, se lo tomó a la ligera.

– Ya veremos si te lo mereces o no.

De repente, en la tienda se oyó un chillido. Kendall se dio la vuelta y vio a una mujer que salía corriendo tan rápido hacia el otro lado del pasillo que no llegó a verle la cara. Ni siquiera sabía si era esa mujer la que había gritado. Se volvió hacia Rick.

– ¿Qué ha sido eso?

Rick se encogió de hombros.

– Ni idea. -Los ojos le brillaron de emoción, pero se le pasó en seguida-. Creo que este trato nos beneficiará a los dos.

Kendall se encogió de hombros, insegura.

– Sigo pensando que estás loco.

– No, qué va. Sólo me gusta causar revuelo. -Se le iluminó la mirada-. Venga, acabemos la compra y pongámonos en marcha.

– Si tú lo dices, pero no pienso responsabilizarme de lo que pase a continuación.

– Has llegado al pueblo con un vestido de novia, querida. No pienso asumir yo la responsabilidad de nada. -Algo que Rick demostró al cabo de unos minutos, cuando el propietario de la tienda comenzó a cobrar la compra.

– Recién casados, ¿eh? -El hombre, mayor y medio calvo, marcaba los precios a mano. Era obvio que la lectura por escáner todavía no había llegado al pueblo-. ¿Te vas a mudar a la casa de invitados de Crystal? -le preguntó a Rick, pero no esperó a que respondiese-. Siento lo de su tía, señorita Sutton, es decir, señora Chandler.

Kendall comenzó a atragantarse.

– Kendall, llámeme Kendall -repuso-. Kendall Sutton.

Herb alzó la vista y frunció el cejo.

– ¿Te has casado con una feminista, Rick? No dejes que conserve su apellido porque dentro de nada comenzará a exigirte más y más cosas, como el mando a distancia de la tele. Al final, al hombre no le queda nada, ni siquiera el orgullo.

Rick respiró hondo y contuvo la risa, pero no corrigió a Herb.

– ¿No piensas decir nada? -le susurró Kendall.

– No serviría de nada y, además, tampoco es grave dejar que siga especulando, ¿no?

– El trato era para una relación, no para un matrimonio.

– Pronto conocerás el pueblo, pero por esta vez te haré caso. -Rick le dio una palmadita en la mano-. No estamos casados, Herb. Y te agradecería que aclarases el malentendido cuando se lo oigas decir a alguien. Aunque no creo que sirva de nada -añadió en un susurro para que sólo Kendall lo oyese.

Herb se pasó la mano por la calva.

– Pues Pearl dijo que te vio llevar en brazos a esta guapa señorita con un vestido de novia.

– Bueno, eso es verdad…

– Es una larga historia, señor… -Kendall se dio cuenta de que no sabía su nombre-. Es una larga historia, Herb.

– Y te la contaríamos, pero llegamos tarde a la cena en casa de mi madre. -Rick le apretó la mano a Kendall.

Ésta trató de asimilar rápidamente esas palabras y se dio cuenta de que Rick ya estaba interpretando su papeclass="underline" decía en público que ella iría a cenar a casa de su madre, le cogía la mano delante de la gente. Sintió el calor que emanaba de esa mano y tragó saliva.

Herb se rió.

– A Raina le gustará tener una nuera que viva en Yorkshire Falls.

– No…

Rick le dio un codazo suave para recordarle que debía seguir el juego. Tal vez no fuera su novia, pero a partir de aquel momento, sería su amante a ojos de los demás.

Que comience la farsa, pensó Kendall y le entregó a Herb la tarjeta de crédito para que le cobrase. Herb leyó el nombre que figuraba en la misma, miró a Rick y luego a Kendall, y farfulló algo sobre las mujeres y sus malditas ganas de independencia, pero al cabo de unos minutos le había cobrado y guardado los productos en bolsas.

– ¿Has visto a Lisa Burton salir corriendo? -preguntó Herb.

– ¿La mujer que ha chillado antes? -inquirió Kendall.

– Sí. Ha dejado caer la cesta y se ha marchado a toda prisa; he tenido que limpiar los huevos rotos y todo.

– Nunca se sabe qué es lo que provoca a una mujer, Herb. -Rick tomó a Kendall del codo en un gesto caballeroso-. Me alegro de verte. -Rick le estrechó la mano.

– Igualmente.

– Encantado de conocerte -le dijo Kendall mientras recogía las bolsas con Rick.

– Estoy seguro de que volveremos a vernos. Una casa vieja necesita muchas cosas para dos personas y…

– Desde luego, por eso tenemos que marcharnos ya. -Rick interrumpió a Herb y empujó a Kendall hacia la puerta antes de que el hombre iniciase otra conversación sobre el matrimonio.

Kendall se alegró de ello porque suponía que la madre de Rick ya los interrogaría largo y tendido.

Rick parecía otra persona, pensó Raina encantada. No había visto esa mirada enamorada y vidriosa en ninguno de sus hijos desde… desde que Roman viera a Charlotte en el baile del día de San Patricio. Seguramente tenía que ver con el hecho de lo mucho que enseñaban el cuerpo las mujeres. O tal vez fuera el ombligo. Raina se dio cuenta de que Rick no dejaba de mirarle a Kendall el ombligo y el vientre.

Al ver a aquellos dos jóvenes juntos, Raina se sintió más tranquila y feliz. La sobrina de Crystal le devolvía la presencia de su amiga. Se preguntó si Crystal habría enviado a Kendall para trastocar la vida de todos. Si así era, Raina pensaba ayudarla.

– Entonces, ¿qué piensas hacer con la casa? -le preguntó a Kendall-. Pearl y Eldin estarían encantados de quedársela.

Kendall soltó el tenedor.

– ¿En serio? Excelente:

Raina asintió.

– Me alegro de que te parezca bien, sobre todo teniendo en cuenta que viven de unos ingresos fijos. El alquiler que acordaron con tu tía era el único que podían permitirse.

– Hablando de alquileres, tendría que averiguar los detalles sobre el contrato de alquiler -dijo Kendall.

– Oh, no existe. -Raina agitó la mano en el aire.

– ¿Qué quiere decir?

– En el pueblo, la gente que se conoce desde hace mucho tiempo todavía cierra los tratos con un apretón de manos. Lo sé, es una tontería, pero es lo que hay. Cuando tu tía enfermó, Pearl y Eldin dejaron su apartamento, que les costaba dinero, y se fueron a vivir a casa de tu tía para ocuparse de la misma durante su ausencia.

Kendall se atragantó con el agua.

– Oh, vaya, lo siento. No sabía que no pagaran alquiler. -Tosió de nuevo y se secó los labios con una servilleta.

Raina se percató de que Rick escuchaba la conversación con semblante serio.

– ¿Dice que se han ocupado del mantenimiento de la casa? -le preguntó Kendall cuando se hubo recompuesto.

– Eldin pinta en sus ratos libres, y tiene muchos, porque está de baja por discapacidad -explicó Rick-. Si te fijas bien, verás manchurrones en las paredes de la casa principal.

– Retoques -corrigió Raina.

– Sigo sin creer que no le pagaran alquiler a tía Crystal.

– Bueno, Crystal no veía motivo para ello, La casa era propiedad suya desde hacía años. Sabía que a Eldin y a Pearl no les sobraba el dinero y les pidió que se ocuparan de la casa mientras ella estaba en la residencia. -Raina alargó la mano y le dio una palmadita a Kendall-. Tu tía era una buena mujer.

– Una de las mejores -repuso Kendall bajando la voz, afligida por el dolor. Sin embargo, se armó de valor y sonrió, algo que a Raina le pareció admirable-. Pero tendré que arreglar la casa de todos modos -añadió-. Y luego decidiré qué hacer con ella… -Se calló. Las miradas de Rick y ella se encontraron y se comunicaron sin palabras.

Raina recordaba a la perfección esa época. Esas miraditas que sólo comprendían las parejas al comienzo de la relación.

– Es decir, no…

– No sabe qué hacer con la casa -intervino Rick para acabar la frase de Kendall.

– Bueno, no querrás venderla, ¡es tu patrimonio! -Raina no estaba al corriente de los detalles, pero le parecía increíble que la sobrina de Crystal renunciase a su herencia.