Durante los cuatro días que había pasado en el pueblo, había experimentado algo nuevo: amistad y familia. Por primera vez, le dolió su anterior ausencia.
– Otros veinte minutos y te lo aclararemos. -Pam accionó el temporizador y lo colocó en el mostrador-. Relájate un rato, ¿vale?
Kendall así lo hizo y cerró los ojos, sin hacer caso de las conversaciones que la rodeaban, pensando en cómo abordar a Pam sobre el asunto de las joyas. Finalmente, el ruido pareció desaparecer y se relajó por completo.
– Hola, cariño.
Sin previo aviso, una voz masculina conocida interrumpió aquellos momentos de descanso. El seductor aroma a colonia le excitó los sentidos. Abrió los ojos y vio a Rick, con las manos apoyadas a ambos lados de la silla, inclinándose sobre ella.
– Me gusta ese color. -Sonrió.
Sin hacer caso del rubor que notó en las mejillas, Kendall se encogió de hombros.
– Como suele decirse, las mujeres hacen de todo con tal de ponerse guapas.
– Tú eres guapa incluso con eso que te hiciste en el pelo. No todas las mujeres pueden decir lo mismo.
– Anda ya. -Kendall hizo un gesto con la mano ante aquella exageración-. Si las agencias de modelos me hubiesen visto así, nunca habría pagado las facturas de mi tía.
Rick frunció sus atractivos labios.
– Hay gente que no sabe lo mucho que vale.
Rick la miró de hito en hito con tal intensidad y convencimiento que Kendall casi se sintió guapa. El cumplido la emocionó, pero sabía que debía andarse con cuidado.
– Me siento halagada, pero estoy segura de que se te da muy bien -dijo tratando de distanciarse de las emociones cada vez más intensas que sentía hacia él.
– Soy bueno, y punto -repuso sonriendo y dándole a entender que bromeaba-. ¿A cuál de mis atributos en concreto te refieres?
Kendall puso los ojos en blanco.
– A la capacidad para halagar a las mujeres, agente Chandler.
– No me habías dicho que tuvieras problemas de memoria a corto plazo. Desde hace cuatro días, no existen otras mujeres, sólo tú. -Sus ojos color avellana se movían con evidente placer y destilaba un encanto al que no se resistiría ni la más experimentada de las mujeres.
– Lo recuerdo. -Kendall se humedeció los labios secos-. ¿Sueles pasar por la peluquería o qué? -preguntó cambiando de tema.
– Sólo cuando veo cierto coche rojo aparcado en el exterior.
– ¿Has venido a verme?
Rick le guiñó un ojo y luego le rozó los labios con los suyos, pillándola desprevenida.
– Claro que sí. Estás en la sede de los chismorreos. ¿Qué mejor manera de poner esas lenguas en marcha?
La boca se le estremeció por el contacto y el delicioso olor a menta de su aliento, pero el comentario la decepcionó.
– Claro, tiene sentido. -Hay que representar la farsa, pensó Kendall. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida y haberlo olvidado?
Kendall volvía a estar alerta y se percató de que la peluquería había enmudecido de nuevo, ya que las dientas trataban en vano de escuchar su conversación.
– Sonríe. -Rick alargó la mano y le empujó el labio hacia arriba con suavidad-. Tenemos público.
Kendall sonrió contra su voluntad y se recordó que no tenía motivos para estar disgustada o desilusionada. Tenían un trato. No quería nada serio con Rick Chandler, del mismo modo que él sólo quería que ella fingiera ser su amante. Pero la atracción sexual era innegable y el instinto le decía que las cosas se complicarían.
– ¿Ya las conoces? -Rick recorrió el local con un gesto de la mano.
Kendall meneó la cabeza.
– Como soy tu media naranja, al menos según los cotilleos, no me han brindado un gran recibimiento. Menos Pam, ella ha sido encantadora.
– Pam es un cielo. Pero ¿las demás no han sido simpáticas contigo? -Frunció el cejo-. No era mi intención que lo pasaras mal por culpa de nuestro acuerdo.
Para consternación de Kendall, el semblante serio de Rick no le restaba atractivo alguno.
– Eh, atención todas -gritó Rick, volviéndose hacia las otras mujeres.
– Rick… -Kendall trató de agarrarle del brazo, pero no lo logró.
– Quiero presentaros a Kendall Sutton. Sé que todas queríais a Crystal y que querréis de igual modo a su sobrina.
Kendall se dio cuenta de que no les había pedido un favor, pero ése era el significado subyacente. Lo malo era que Kendall no quería amistades basadas en el hecho de que Rick les hubiera pedido que fueran amables con ella. Luego se recordó que, de todos modos, daba igual, porque no pensaba quedarse mucho tiempo en el pueblo.
Rick se volvió hacia Kendall.
– Misión cumplida. -Le guiñó el ojo-. Hasta luego. -Otro beso, esta vez apasionado e intenso, y se marchó.
Pero mucho después de que se hubiera ido, a Kendall la cabeza seguía dándole vueltas y el corazón palpitándole con fuerza. Dejó escapar un largo suspiro para recobrar la compostura.
– Eso sí que es un hombre. -El suspiro de Pam fue idéntico al de Kendall.
Kendall se mordió la cara interna de la mejilla.
– Y que lo digas.
– ¿Lista para el aclarado?
Kendall asintió. En cuanto Pam le hubo colocado la cabeza ligeramente hacia atrás y notó el agua tibia en el cuero cabelludo, Kendall se dio cuenta de que tenía una oportunidad de oro para hacer negocios, y le daba igual quién estuviese escuchando.
– Quiero proponerte algo, Pam.
– Hum, estoy intrigada.
– ¿Has pensado en poner un exhibidor de joyas o accesorios en el local? Por ejemplo, cerca de la entrada o de la pared posterior.
– No, pero parece una buena idea. ¿En qué habías pensado?
– En mis diseños. Piezas con piedras y metal. Podría dejar algunas muestras aquí para ver si despiertan interés. Si se vendiesen, te daría un porcentaje sobre las ventas. Las dos saldríamos ganando. -Kendall necesitaba el dinero desesperadamente. Lo necesario para adecentar la casa le había vaciado la cartera y trastocado el presupuesto.
– Hum. -Pam le puso suavizante en el cabello-. Me encantan las joyas y detesto rechazar una oferta así, pero creo que tendrías más suerte si se lo planteases a Charlotte. -Tras aclararle el pelo con agua fría, Pam le envolvió la cabeza con una toalla y se la frotó un poco mientras la ayudaba a levantarse.
Sintió un momentáneo mareo al sentarse, pero se le pasó en seguida. Lástima que la agitación que le había causado la visita de Rick todavía no hubiera desaparecido.
– ¿Quién es Charlotte?
Pam se colocó frente a ella para mirarla a los ojos y luego puso los brazos en jarra.
– ¿Cuánto conoces a tu novio?
– Bastante. ¿Por qué?
Pam entornó los ojos.
– Porque Charlotte es la cuñada de Rick. Es la primera mujer en el pueblo que ha pillado a un Chandler. Me imaginaba que ya lo sabrías.
Kendall tragó saliva con dificultad. El coche de Rick había estado aparcado frente a la casa de invitados casi en todos sus ratos libres. Los días que libraba, llegaba a las seis de la mañana y solía quedarse hasta las diez de la noche o más tarde. Habían fregado, limpiado y creado la impresión de que eran amantes, tan enamorados el uno del otro, que todavía no podían renunciar a su tiempo personal. Y los amantes en seguida se cuentan los detalles más íntimos, incluidos los familiares. Rick y ella no habían pensado en ese particular antes de que Kendall comenzase a representar su papel en solitario.
– Habéis pasado días enteros en esa casa, pero está claro que no habéis hablado mucho. -Pam le sonrió, ofreciéndole a Kendall la solución que necesitaba.