Выбрать главу

Hasta ese momento.

A ella ya no le preocupaba utilizarle para dejar atrás un trago amargo de su vida, no cuando era obvio que él quería la misma clase de relación que ella. Corta y placentera, pero repleta de recuerdos y sensaciones agradables que siempre llevaría consigo. Eran como dos almas gemelas buscando lo mismo. Rick parecía estar leyéndole el pensamiento porque la tomó de la mano y la arrastró hasta el salón trasero.

A Rick le encantaban las mujeres y no sabía qué eran los celos. La posesión le resultaba más extraña aún. Pero al ver a Chase y a Kendall enfrascados en una conversación y la mano de ella en el brazo de su hermano, sintió una quemazón intensa en el estómago. Sin detenerse a pensar en ello, arrastró a Kendall hasta el salón trasero de Norman's.

– ¿Rick?

Él no le hizo caso. Quería decirle muchas cosas, pero no delante de los demás. Gimió, molesto, y abrió la puerta más cercana, que era la del baño de mujeres. Por suerte, estaba vacío.

– Rick, dime algo…

Rick la interrumpió, la abrazó con fuerza y selló los labios de ella con los suyos. La calidez de Kendall acabó con las horas de frustración que Rick había experimentado hasta asegurarse de que la aceptaban en el pueblo. Kendall le había despertado unos instintos carnales que había ignorado durante demasiado tiempo. O tal vez nunca se había sentido así, pero lo cierto era que ahora lo sentía en toda su plenitud. El corazón le palpitaba en el pecho y la entrepierna le vibraba con fuerza contra los vaqueros, mientras le hacía el amor con la lengua, imitando el acto que su cuerpo tanto ansiaba.

Ella le devolvió el beso y respondió a todos sus movimientos con pasión. La entrega carnal de Kendall le hizo olvidar el enfado y la frustración de antes, y la quemazón en el estómago se intensificó. La llama que aquella mujer había encendido ardía con tal furia que Rick apenas podía controlarla. Sin embargo, sí fue lo suficientemente sensato como para cerrar la puerta del baño con pestillo.

Rick necesitaba estar con ella a solas y consolidar la relación. Mientras Kendall estuviera en Yorkshire Falls, quería saber que era suya. En el pasado, ya había perdido a una mujer por no haber sido previsor. No pensaba repetir su error con Kendall.

Pero de momento las palabras podían esperar. Le introdujo la lengua en la boca y alargó el brazo hasta tocarle el trasero. Kendall gimió y se acercó más a él, cuerpo contra cuerpo, por lo que Rick sintió ganas de bajarle los pantalones de cuero y penetrarla.

De repente, Kendall levantó la cabeza, con los ojos brillantes y los labios húmedos por el beso.

– Tenemos que hablar.

Aunque Rick había pensado lo mismo minutos antes, en ese momento estaba excitado y sólo quería introducirse en su cálido interior y hacerla suya. Tampoco es que pensara satisfacer su pasión allí. Cuando le hiciera el amor, no habría teléfonos ni personas ni distracciones.

Pero en aquel momento, pese al deseo que transmitían los ojos de Kendall, tenía el cejo fruncido y parecía preocupada.

– ¿Qué pasa?

– Creo que deberíamos dejar las cosas claras. -Se relamió los labios húmedos-. Establecer los parámetros y eso.

– Vale. -Rick la había arrastrado hasta allí por los mismos motivos.

– Me marcharé cuando la casa esté lista para venderse.

– Lo sé. -Eso era lo que le provocaba un nudo en el estómago. Rick había mantenido una relación en que había sido abandonado por otro hombre, y eso lo había pillado desprevenido. Desde entonces, se había mostrado distante con las mujeres y se había dicho que no volvería a salir mal parado. Pero al ver la abrumadora reacción que Kendall le había provocado, se dio cuenta de que no tenía por qué haberse esforzado por guardar las distancias con las mujeres. Ninguna le había afectado con tal intensidad.

Sin embargo, antes siquiera de que la relación comenzase en serio, Kendall ya estaba pensando en marcharse. Al menos esta vez no podría decir que no le habían avisado. Debería agradecerle que fuera sincera con él ahora, antes de que se prendase de un sueño imposible. Pero sabiendo lo mucho que Kendall le atraía, se percató de que tendría que esforzarse, y mucho, para que no le robase el corazón.

Empezaría en ese preciso instante. Se encogió de hombros con naturalidad.

– Ya sabes que no me van las relaciones a largo plazo -le dijo. Se le agrandó el nudo del estómago. No era una buena señal.

Al oír las palabras de Rick, la expresión de Kendall reflejó sus emociones. Bien, pensó Rick. Tal vez estuviera más afectada de lo que quería demostrar. Al menos así estarían en igualdad de condiciones.

– Entonces tenemos un trato. Una aventura a corto plazo. -Ella se mordió el labio inferior.

Otro signo de vulnerabilidad, pensó Rick. Aquella conversación no le resultaba cómoda a Kendall y él se dio cuenta de que estaba forzando la situación.

Por el bien de ambos, decidió seguirle el juego.

– ¡Qué remedio! Soy el ligón del pueblo -dijo en tono alegre.

La mujer se estremeció al oír esas palabras y Rick experimentó un placer perverso al comprobar que aquella exageración le molestaba. De todos modos, no quería distanciarla, sino acercarla, para aprovechar al máximo la situación mientras durara.

Si Kendall pensaba marcharse tal como había prometido, quería pasar con ella el máximo tiempo posible, y así se lo diría. Le acarició la mejilla.

– Pero mientras estés aquí, soy todo tuyo.

Kendall se relajó y se acercó a él. Los dos eran conscientes de lo que se avecinaba. Kendall le tentó con los labios y Rick bajó la cabeza para darle otro beso arrebatador, pero antes de llegar a tocarle la boca, alguien llamó a la puerta.

Kendall se sobresaltó y se dio un golpe en la cabeza con el secador de la pared.

– ¡Ay!

Rick le pasó la mano por el pelo recién cortado.

– ¿Estás bien?

Kendall asintió.

– Un momento -le dijo a la persona que estaba al otro lado de la puerta. Luego se volvió hacia Rick con mirada interrogante-. ¿Y ahora qué?

– ¿Que qué quiero ahora? ¿O es una pregunta retórica? -El corazón le palpitaba con fuerza y el cuerpo no sólo le indicaba lo que deseaba sino también lo que necesitaba. Rick tenía mucha labia, pero en ese instante lo único que servía era la verdad pura y dura-. Quiero llevarte a casa. -La casa de ella o la de él, le daba igual, siempre y cuando hubiera una cama. Le tendió la mano.

Kendall puso la palma sobre la suya.

– Espero que sea una invitación -dijo ella, sonriendo con lascivia.

– Una invitación muy, pero que muy personal -contestó él arrastrando las palabras con deliberación.

Kendall se sonrojó. Rick sujetó el pomo de la puerta. En cuanto salieran, pensaba dar las gracias a todos, despedirse rápidamente y marcharse. No llegaron más allá del vestíbulo. Nada más salir del baño, saltaron sobre ellos.

– ¡Rick! -Su cuñada Charlotte la abrazó.

– Vaya sorpresa -dijo él en medio de su melena, ya que no podía zafarse de su abrazo-. Creía que estabais en Washington.

– Estábamos -oyó decir a Roman desde detrás de Charlotte.

Roman y Charlotte viajaban constantemente entre Yorkshire Falls, donde Charlotte tenía su negocio, y Washington, donde Roman trabajaba para The Washington Post como columnista de opinión.

Charlotte soltó a Rick, sobre todo porque Roman le apartó los brazos, y luego fulminó a su mujer con la mirada. Rick se habría reído de aquel gesto posesivo, como había hecho otras veces en el pasado, pero recordó cómo había reaccionado él mismo al ver a Chase y Kendall juntos, y comprendió un poco más a su hermano pequeño.

– Nos enteramos de que había muchas novedades en el pueblo y hemos venido en cuanto hemos podido. -Charlotte sonrió.