Bostezó justo cuando su brazo la rodeaba y la acercaba más a él, notó la presión insistente de su erección en el trasero, convencida de que Rick ni siquiera debía de ser consciente de que la tenía. Sonrió porque sabía que, cuando se despertara, ella se encargaría de ese asunto, así como de otras cosas que necesitaban alivio.
Una ola de calidez inundó el cuerpo de Kendall cuando una mano fuerte se deslizó entre sus piernas y se abrió paso bajo la ropa hasta sus pliegues más íntimos y femeninos. Estaba húmeda, preparada para que la penetrara y le hiciera el amor. Pero él parecía tener otros planes porque sus habilidosas manos y dedos alternaban entre un suave cosquilleo con un dedo y una rotación insistente de la palma contra su monte de Venus. Con esa sensación de maravilla, la llevó cada vez más cerca del orgasmo.
Respiraba de forma entrecortada mientras una sensación increíble asaltaba su cuerpo como si de un bombardeo se tratara. Sacudió las caderas hacia adelante en un intento fútil de conseguir que él se adentrara más en su cuerpo. Las olas eran cada vez más altas hasta que la cubrieron y ella gritó en el momento en que, felizmente, por fin cayó al otro lado del precipicio en el orgasmo más explosivo que jamás había tenido.
Kendall se despertó sudorosa. Los brazos de Rick le rodeaban la cintura y su mano, la fuente de aquel placer tan exquisito, reposaba en su cuerpo. Se retorció a su lado porque seguía teniendo convulsiones de cálido placer y al final se hundió entre sus brazos. Rick la acercó todavía más a él y le dio un tierno beso en el cuello que, de nuevo, la estremeció.
– No juegas limpio. -Kendall se acurrucó todavía más junto al hombre.
La risa profunda de Rick resonó en el cuerpo de ella.
– Pues no te has quejado.
– Estaba dormida.
– Entonces debes de haber tenido algún sueño, porque has gritado mi nombre.
Kendall se puso de costado para verle la cara.
– Menudo canalla. -Pero se rió-. Recuerdo haber leído en algún sitio que los orgasmos que se producen durante el sueño son más intensos y placenteros que los que se tienen despierto.
Rick se incorporó, apoyándose en un codo, y la miró.
– ¿Y eso es verdad? -preguntó esbozando una risita de satisfacción.
Había sido una experiencia increíble y él lo sabía, el muy arrogante. Kendall decidió que había llegado el momento de bajarle los humos.
– Totalmente cierto. -Más o menos, se corrigió ella en su interior. Todos los orgasmos que había tenido gracias a sus caricias o a la penetración habían sido increíbles. Kendall se desperezó lánguidamente, con el cuerpo todavía sensible por la excitación y el deseo.
Rick dejó de sonreír y frunció el cejo.
– ¿Qué pasa?
– Conque más intensos y placenteros cuando estás dormida, ¿eh? Me parece que voy a tener que superarme mientras estés despierta.
Kendall notó su mano sinuosa y le impidió que la moviera sujetándolo por la muñeca.
– Para empezar, ya te has superado y, para continuar, esta noche es para ti. ¿Por qué te cuesta tanto delegar?
Incluso mientras le formulaba la pregunta, se dio cuenta de que estaba profundizando en su psique y en lo que motivaba sus actos. Era obvio que su necesidad de proteger se remontaba al pasado y Kendall quería saber más.
– ¿Estás segura de que quieres saberlo? La respuesta es larga.
– Estoy segura.
Se encogió de hombros y se acomodó, colocándose la almohada detrás, aceptando claramente que iban a charlar un buen rato.
– Ya sabes que mi padre murió cuando yo tenía quince años. Vi que Chase se convertía en el cabeza de familia. Se aseguró de que el periódico siguiera adelante y le dio a mamá un asunto menos del que preocuparse en aquellos momentos tan duros.
– Lo siento. -Le apretó la mano y se acurrucó otra vez junto a él, más para consolarlo que por necesidad propia.
– Supongo que así es la vida. Pero no te sientas mal por Chase porque nunca se ha arrepentido de sus decisiones. Y no me compadezcas a mí tampoco. Hasta el momento, no me puedo quejar de la vida. Unos cuantos baches en el camino, pero nada que no haya podido superar.
Kendall no se creía esa valoración tan despreocupada de su pasado pero no pensaba ponerla en entredicho, no mientras se sinceraba con ella.
– Mamá era quien nos preocupaba -continuó-. Y nuestra misión pasó a ser cuidar de ella.
– A mí me parece que Raina es muy independiente.
– Ahora sí. -Rick miró el techo-. Quizá lo haya sido siempre, pero como entonces éramos los tres hombres de la casa, siempre pensamos que nuestra obligación era cuidarla.
Kendall asintió. Los tres hermanos Chandler eran unos hombres increíbles. Cualquier mujer se sentiría afortunada de conquistar a uno de ellos. Se estremeció al pensarlo y se concentró en la conversación.
– ¿Y luego? ¿Cómo pasaste de cuidar de tu madre a hacerte policía?
Rick la miró por el rabillo del ojo.
– Esta noche estás muy curiosa.
– Sígueme la corriente. -No quería reconocer que anhelaba la intimidad que habían empezado a compartir-. ¿Por qué entraste en el cuerpo de policía?
– ¿No quieren todos los chicos ser policías?
– Puede ser, pero no todos cumplen su sueño al hacerse mayores.
Rick sonrió.
– Buena forma de mirarlo. Chase se aseguró de que Roman y yo tuviéramos la oportunidad de materializar nuestros sueños. Los de Roman eran más sencillos. Siempre había querido seguir los pasos de papá, sólo que quería hacerlo sobre el terreno. Yo no estaba tan convencido, pero Chase se encargó de que los dos fuéramos a la universidad antes de tomar una decisión de por vida.
Kendall suspiró.
– Qué suerte tienes de tener una familia que se preocupa tanto por ti.
Rick la estrechó más contra su cuerpo como si advirtiera la naturaleza sensible y dolorosa del tema.
– Ya has conocido a mi madre. Una familia tan unida tiene ventajas e inconvenientes -dijo irónicamente-. A mí no me iba el periodismo, pero de todos modos todos trabajábamos en el periódico después de clase. Yo lo odiaba, y después de ver que me escaqueaba tanto como podía, Chase me colocó con el jefe Ellis. Se imaginó que si tenía que informar sobre los delincuentes juveniles que iban a la cárcel, me enmendaría. Como de costumbre, porque es un sabihondillo, mi hermano mayor tenía razón. Descubrí mi vocación.
Kendall se echó a reír.
– Parece más un padre que un hermano mayor.
– Sólo cuando estábamos mirando. Chase tenía vida social propia cuando podía. No puedo demostrarlo, pero estoy seguro de ello. Sin embargo, se aseguró de que nosotros dos fuéramos por buen camino, lo cual, aparte de la incursión de Roman en la ropa interior femenina, no le costó demasiado.
– ¿¡Qué!?
Rick sonrió.
– Roman hizo una buena trastada. A los dieciséis años le robó las bragas a una chica. Me parece que conoces a la víctima: Terri Whitehall.
– ¿Esa repipi? -Al recordar a la remilgada mujer de cuello almidonado, Kendall se rió todavía más-. O sea que eso explica por qué le culparon del robo de bragas la pasada primavera.
Las andanzas del hermano Chandler parecían ser una especie de leyenda en el pueblo y Kendall había oído muchas anécdotas al respecto durante sus incursiones al supermercado para comprar comida o productos de limpieza.
Rick asintió.
– Era imposible que fuera Roman. Mamá ya le hizo pagar por su trastada en aquel entonces. Tenía que lavar a mano sus calzoncillos y tenderlos en el jardín delantero. Las chicas venían a verlo y a reírse. Se le pasó la tontería para siempre.
Kendall entornó los ojos.
– Los Chandler erais unos buenas piezas, ¿verdad?