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– ¿Cómo dices? -Arqueó una ceja.

– Ya sabes. No puedes… -Dio una patada a la tierra con la bota negra de cordones-. No podéis hacerlo si yo estoy por aquí.

– ¿Quién ha dicho que estemos haciendo algo? -Sonrió-. Y soy amable porque creo que, a pesar de este pequeño incidente, eres buena niña.

Advirtió su error al mismo tiempo que Hannah espetaba:

– No soy ninguna niña.

– Cierto. Ya no. Así que vayamos a casa y afronta las consecuencias como adulta que eres.

Hannah le puso mala cara.

– Además, te castañetean los dientes. -Y Kendall estaba enferma de preocupación-. Y resulta que sé que tu hermana ha comprado batido de cacao y a lo mejor te invita. Si le pides disculpas.

– Lo pensaré -musitó. Pero se puso en pie y se encaminó hacia el aparcamiento.

– ¿Hannah?

Se volvió.

– Las llaves. -Le tendió la mano.

Con un suspiro exagerado, se las dejó en la palma.

– Kendall ya recogerá el coche mañana. Mientras tanto, ¿te importa que te dé un consejo?

– ¿Acaso te lo puedo impedir?

Rick negó con la cabeza y rió.

– Kendall te quiere. Deberías darle una oportunidad antes de hacerle otra jugada como ésta o lanzar acusaciones infundadas.

– ¿Siempre tienes tantos consejos que dar? -preguntó ella.

– Pues sí. Y voy a decirte otra cosa para que la pienses. Mañana tengo fiesta. No te olvides de decirle a Kendall que os recogeré a las dos a las nueve. El programa DARE del instituto organiza una sesión de lavado de coches veraniega. Os llevaré para que conozcas a algunos jóvenes.

– ¡Oh, qué alegría! -Le dedicó una mirada feroz.

Pero debajo de esa fachada, Rick advirtió una sonrisa de agradecimiento y un destello de gratitud en la mirada. Sólo le cabía esperar que guardara un poco de esa buena voluntad para su hermana mayor. Porque Kendall lo iba a tener bastante crudo con ella.

Durante un instante de egoísmo, Rick se preguntó hasta qué punto eso iba a dejar que Kendall tuviera tiempo para él.

– Recuerda que mañana tenemos una cita -le dijo a Hannah.

– Sí, vale.

Rick supuso que para cuando llegaran a casa, Kendall estaría desesperada. Demostró estar en lo cierto cuando Hannah subió airosa por el camino de entrada y Kendall abrió la puerta de golpe y abrazó a su hermana, claramente aliviada.

Para frustración y consternación de Rick, Hannah no le devolvió el gesto, sino que mantuvo los brazos rígidos a los lados.

– Me tenías muy preocupada -dijo Kendall dando un paso atrás-. Podías haberte matado o matar a alguien. -Le temblaba la voz.

– Pues no ha sido así.

Rick permaneció detrás de Hannah, con los brazos cruzados, esperando. Cuando vio que la jovencita se mantenía tercamente en silencio, decidió intervenir.

– ¿Nada más? -preguntó a Hannah.

– Lo siento -dijo ella a regañadientes.

Kendall exhaló un suspiro.

– Quiero creerte. Y tendremos que establecer algunas normas básicas, pero si prometes no volver a hacer una cosa así, nuestra conversación puede esperar y puedes irte a dormir.

– ¿No estoy castigada? -preguntó Hannah con recelo.

– Esta vez no.

Rick advirtió en los ojos de Kendall que se esforzaba por mantenerse severa al tiempo que daba a entender a su hermana que la quería.

– ¿No vas a mandarme a algún sitio? -Hannah se mordió el labio inferior con un aspecto más parecido al de una niña perdida que desafiante.

Rick volvió a tener el presentimiento de que acababan de acceder al lugar donde Hannah albergaba sus temores más profundos, y Kendall debió de percibirlo también. Frunció el cejo y tensó la mandíbula.

– Pasaré aquí el verano y tú también -declaró Kendall.

Rick se llevó una decepción. Las palabras de Kendall quizá fueran lo mejor que se le ocurría en ese momento, pero a él le satisficieron tan poco como a Hannah.

Efectivamente, la muchacha se volvió y corrió a su habitación. A continuación se oyó un portazo. Kendall dio un respingo por el ruido antes de dirigirse a Rick.

– Gracias.

A la mierda la distancia. Él le tendió los brazos y ella fue a su encuentro.

– No sirvo como madre -dijo con los hombros temblorosos.

Y no tenía por qué. En justicia, ese rol les correspondía a la madre y al padre de Kendall. Pero la vida pocas veces era justa.

– No te infravalores. Creo que lo que pasa es que ahora mismo no confía en nadie.

– Y mucho menos en mí. Está enfadada y yo me siento tan mal que la decepciono.

Rick le acarició el pelo.

– Tendrás que ganarte su confianza.

– ¿Cómo?

Acogiéndola y dándole un hogar, pensó Rick. Permaneciendo en un lugar y proporcionándole la estabilidad de la que ambas habían carecido. Pero no estaba en situación de decirle lo que pensaba que debía hacer. Lo que él quería que hiciera. Tendría que llegar a esas conclusiones ella sola.

– Que sepa que puede contar contigo. -Le dio el mejor consejo que se le ocurrió.

Kendall inclinó la cabeza hacia atrás.

– ¿Y yo podré contar contigo? -Negó con la cabeza-. Olvídalo. No tengo derecho a pedir una cosa así.

Rick le inclinó el mentón hacia arriba con la mano.

– Sí puedes. Estás reconociendo que me necesitas. -Y él sentía debilidad por las féminas en apuros. Rick había aprendido de sus errores del pasado pero obviamente no lo suficiente, porque en esos momentos no se batía en retirada. Quizá Kendall se marchara, pero le importaba demasiado como para fallarle-. ¿Qué tipo de hombre sería si rechazara tu petición?

– ¿Un tipo listo? -Kendall le dedicó una amplia sonrisa.

– Menuda forma de alimentar mi ego, cariño. -Rick rió y ella hizo otro tanto, por lo que derritió el hielo con el que quería rodearse el corazón. Se imponía un poco de autoprotección-. De hecho tengo una sugerencia. Una forma de mantener intacto nuestro trato y de dar a Hannah un poco de estabilidad. -De nuevo recurrió a su acuerdo. Un pacto claro y desapasionado, aunque en ese momento se sentía de muchas maneras menos desapegado.

Kendall lo miró a los ojos con el cejo fruncido.

– ¿Qué tienes en mente?

– Que mantengamos la farsa delante del pueblo. Interpretemos el papel de una gran familia feliz, tú, yo y Hannah. Definitivamente, así consolidaré la impresión de que estoy comprometido. -Lo cual deseaba, pensó Rick. Pero sólo con Kendall-. Y al mismo tiempo le daremos a Hannah lo que necesita, una familia y dos personas que se preocupan por ella. Estoy seguro de que eso te ayudará a estar más cerca de ella.

Kendall asintió con los ojos muy abiertos y la expresión esperanzada.

– Suena perfecto.

– Estoy de acuerdo. -Le acarició la mejilla con la yema de un dedo.

¿Cómo era posible que no se diera cuenta de que aquel trato no era más que un medio para conseguir un fin? Rick deseaba con todas sus fuerzas que, interpretando el papel de una familia, Kendall viera que la realidad no era algo que temer sino algo que apreciar. Que juntos podían crear algo fuerte y duradero.

– Gracias por hacer esto por mí -susurró ella.

– No me des las gracias -respondió él con una voz demasiado áspera para su gusto. Era capaz de cualquier cosa por ella, pero no estaba preparada para oírlo. Además, aceptando su sugerencia, ella también le ofrecía algo. Ahora pasaría el resto del verano en compañía de Kendall y de su hermana.

Aunque eso suponía un riesgo. Si resultaba que había sobreestimado a Kendall y su capacidad para entregarse, estaba predestinado a sufrir. Y tenía la impresión de que ese dolor sería mucho peor que el que le había infligido Julian. Un hombre inteligente desistiría, tal como ella había sugerido. Una persona dispuesta a asumir riesgos seguiría adelante.

A Rick Chandler nunca le habían asustado los retos, pero esta vez se aseguraría por todos los medios de no velar sólo por los intereses de la mujer de su vida sino también por los de él.