Kendall hizo un gesto con la mano.
– No seas ridícula. Era un comentario de lo más natural y una suposición de lo más acertada sobre el motivo por el que Hannah me lo hace pasar mal. -Apoyo la mano en el brazo de Charlotte para reconfortarla-. Gracias por intentar ayudarme a analizar la situación. Toda ayuda es bien recibida.
Charlotte inclinó la cabeza.
– El placer es mío, entonces.
– Pero deberías saber que creo que contigo se porta bien porque eres la cuñada de Rick.
Charlotte abrió unos ojos como platos.
– ¿Hannah está colada por Rick?
– No es eso, no. Lo tiene idealizado. -Kendall exhaló un suspiro-. Da la impresión de que Rick la entiende mejor que yo. La verdad es que me alegro de que alguien lo consiga.
– Yo diría que Rick tiene buena mano con las mujeres pero, dada la situación, eso sería exagerar. Lo que Rick tiene es facilidad con los niños. Sobre todo con los adolescentes. El gran éxito del programa DARE en nuestra comunidad se debe a él. Prolonga las actividades durante el verano, cuando tiene un día libre, porque así los chicos están ocupados cuando no van a la escuela. Le admiran.
Kendall asintió. Ella también se había dado cuenta. Era obvio que Jillian le había privado de la oportunidad de ser padre al marcharse. Y, oh, qué padre tan maravilloso sería. Para un bebé, para un niño pequeño, para uno más mayor, para un adolescente. Se llevó las manos al pecho y entonces se dio cuenta del rumbo que habían tomado sus pensamientos. Otra vez esa dirección nueva que la asustaba. Pero era verdad. Rick sería un padre excepcional para un hijo de cualquier edad.
De todos modos, no le resultaba fácil pensar en un compromiso del tipo que fuera. Nunca había imaginado una vida en la que existiera el «para siempre». Pero tampoco nadie le había hecho una invitación al respecto.
– Da la impresión de que Hannah ha reaccionado ante Rick como la típica adolescente -declaró Charlotte.
Kendall asintió.
– Es verdad. Hannah y Rick congeniaron desde el primer día. -Igual que ella y Rick habían congeniado en cuanto se conocieron.
– Hannah no es la única Sutton que ha caído rendida a los encantos de Rick, ¿verdad? -susurró Charlotte para que no la oyera el resto de los clientes de la cola-. No me tomes por una impertinente, pero cuando me enamoré de Roman tenía a Beth por confidente, y me imagino que como tú eres nueva en el pueblo no tienes a mucha gente con quien hablar. Alguien que os conozca a ti y a Rick. Y, bueno, quería decirte que puedes contar conmigo si necesitas hablar con alguien. -Charlotte se sonrojó-. Si es que quieres.
Kendall abrió la boca pero fue incapaz de articular palabra. El gesto de Charlotte, tan cariñoso, comprensivo y considerado la había pillado desprevenida.
– No estoy enamorada de Rick. -Pronunció esas palabras como una autómata, pero el corazón en seguida se le rebeló.
Charlotte arqueó una ceja porque estaba claro que no la creía, y esbozó una media sonrisa.
– Lo siento, Kendall, pero no me lo trago. Quizá alguien que no hubiera estado en tu lugar se lo creería, pero yo no. El mismo lugar pero con el hermano. -Charlotte repiqueteó en el suelo con los pies y no paró hasta dar unos pasos hacia adelante en la cola-. Puedes negarlo el tiempo que quieras. Segundos, minutos, días o años. Da igual. Algún día saldrá a relucir lo que sientes por Rick. Igual que salió a relucir lo que yo sentía por Roman.
Kendall no estaba segura de si debía ofenderla el hecho de que Charlotte le hubiera leído el pensamiento y violado su intimidad o estarle agradecida por la advertencia que le acababa de lanzar. Kendall siempre se había guardado sus sentimientos para ella sola.
La necesidad la había empujado a la soledad desde joven. La fuerza de la costumbre y las mudanzas continuas le impidieron compartir sus emociones con otras personas a medida que maduraba. Ahora Charlotte le ofrecía la oportunidad de confiar en otra mujer. Mejor dicho, Charlotte le ofrecía la oportunidad de disfrutar de la amistad verdadera que nunca había conocido. Ni se imaginaba la trascendencia de su ofrecimiento.
La intuición le decía a Kendall que Charlotte era cariñosa de por sí, mientras que a ella le costaba más aceptar las muestras de cariño. Aunque la chica solitaria de su interior se moría de ganas por aceptar ese gesto amistoso, el miedo se lo impedía.
Recobró la compostura y miró a la paciente Charlotte.
– Das por supuesto que tú y yo somos iguales, y no lo somos.
No podían serlo, porque siempre que Kendall se había sentido unida a alguien -su tía, sus padres, otra chica en una nueva ciudad- en cuanto había aceptado esa sensación de seguridad, le habían arrancado el velo de los ojos y Kendall se había quedado sola. Por primera vez se dio cuenta de que aquél era el motivo de su temor. La base de su necesidad de huir. Las personas que amaba, la gente que le importaba, la dejaban.
Sus padres la habían abandonado. Tía Crystal había hecho lo mismo a su manera, primero cuando tuvo que mandar a Kendall a otro sitio y luego al morirse. La experiencia de Kendall más arraigada desde su infancia era que siempre perdía a sus seres queridos. La vida de ella y sus protagonistas eran una serie de desapariciones. Su mayor temor era intimar con la gente de Yorkshire Falls, con Rick y su cariñosa familia, y luego perderlos.
Charlotte se encogió de hombros.
– Vale, no somos iguales. Si tú lo dices…
– Lo digo. Por lo que tengo entendido, tú querías quedarte en Yorkshire Falls. Yo pienso marcharme. -Pero ¿y si no se marchaba? ¿Y si se quedaba allí?, le preguntó una vocecita en su interior. Kendall se estremeció y descartó la idea. Nunca había deseado echar raíces en un sitio. Nunca había tenido la sensación de pertenecer a un lugar. Estaba claro que no podía pertenecer a Yorkshire Falls.
– ¿Qué más nos diferencia? -preguntó Charlotte con una sonrisa, claramente divertida por la afirmación de Kendall.
Kendall tenía el presentimiento de que no necesitaba que su yo interno manifestara sus deseos más profundos, Charlotte lo hacía por ella.
– Bueno, tú no tenías inconveniente en casarte y yo no tengo ni la más mínima intención de hacerlo.
«Si eso es cierto, ¿por qué valoras el potencial de Rick como padre?», le preguntó la vocecita de su interior. Maldito pueblo y maldita la cariñosa familia de Rick. Malditos fueran por mostrarle todo lo que se había perdido en la vida. Todo lo que podía conseguir si no temía aprovechar lo que la existencia le brindaba.
Charlotte la miraba de hito en hito, como si supiera la batalla que se estaba librando en su interior y le estuviera dando tiempo para ganarla antes de interrumpirla. Entonces carraspeó.
– Supongo que me he equivocado. Teniendo en cuenta lo que acabas de decir, tú y Rick sois justo lo contrario de Roman y yo. Para empezar, Roman era el trotamundos, no yo.
– Supongo -musitó Kendall, sin saber muy bien de qué lado estaba. ¿Por qué tenía la sensación de que Charlotte había querido desasosegarla desde el comienzo?
La otra mujer negó con la cabeza y se rió.
– Bueno, si doy por supuesto algo sobre ti ahora mismo es que eres humana. Y los humanos son complicados. No siempre saben lo que quieren aunque crean que sí.
– ¿Eres psicóloga? -preguntó Kendall con una sonrisa.
– No, observadora. Un buen ejemplo: yo pensaba que quería quedarme en Yorkshire Falls porque eso me daba seguridad. Resulta que en mi caso la seguridad puede definirse de muchas maneras. Y cualquier manera que incluya a Roman me sirve. -Charlotte se encogió de hombros-. Quizá pienses que quieres seguir yendo de un lugar a otro. O quizá no. -Sacudió la melena morena-. Pensándolo bien, tienes razón. No debería dar por supuesto que sé algo de ti. Pero si alguna vez necesitas una amiga o a alguien que te escuche, prometo desempeñar mi papel sin sermonearte. ¿Trato hecho?