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– Así me gusta -dijo entre dientes, aunque acto seguido se dio cuenta de que ella nunca lo sabría.

– En cuanto te marches, Rick se olvidará de ti por completo -apostilló Lisa para acabar.

Rick dio un paso adelante, movido por el instinto de corregir a Lisa y proteger a Kendall, pero ésta respondió antes, demostrándole que no necesitaba que se preocupara de ella. Siempre había sabido apañárselas sola.

– Dejemos claras unas cuantas cosas -le dijo Kendall-. Una: soy inolvidable; dos: no me voy a ningún sitio, y tres: aléjate de Rick. Es mío.

Rick se rió al oír las palabras de Kendall y finalmente un tenue rayo de esperanza se abrió camino en su interior. El hecho de que Kendall dijera «no me voy a ningún sitio» y «es mío» le provocaron una subida de adrenalina a la vez que lo asaltaron las dudas. No debía tomarse esas palabras al pie de la letra.

Dobló la esquina y entró en el salón para hablar cara a cara con Kendall. Lisa pasó por su lado a toda prisa y Rick no le dijo nada. Kendall ya había dicho todo lo que había que decir, y más. Pero la duda era si volvería a decirlo, esta vez a él directamente o si se marcharía corriendo.

Echó un vistazo. Kendall se había apoyado en la pared del fondo y había cerrado los ojos. Rick sabía que las confrontaciones no eran propias de su carácter, pero lo había hecho bien. Estaba orgulloso de ella. No sabía si Lisa tenía más ases en la manga, pero por lo menos Kendall la había puesto en evidencia. La próxima vez tendría que asumir las consecuencias de sus actos.

Kendall inspiró hondo y luego exhaló. El pecho le subía y bajaba debajo de la camiseta sin mangas color limón que llevaba. Uno de los tirantes se le deslizó por el hombro y dejó al descubierto su suave piel, lo cual hizo que Rick sintiera el deseo acuciante de besar cada milímetro de su ser.

– Tranquilo -dijo Rick entre dientes. Tenían mucho por solucionar antes de besar a la mujer que tenía la llave de su corazón. Era mejor que empezara por lo más simple-. Felicidades.

Kendall abrió los ojos de repente.

– Rick. -Parpadeó, claramente sorprendida pero no descontenta de verle, si es que la sonrisa vacilante de su rostro podía tomarse como indicación-. ¿Felicidades por qué?

– Has amansado a la fiera -respondió, refiriéndose a Lisa. Esbozó una sonrisa-. Eso merece una ronda de aplausos. -Aplaudió para reafirmar sus palabras así como para romper el hielo entre ellos.

– No sé si la he amansado. -Kendall se echó a reír. Le brillaban los ojos. Sólo habían sido unos pocos días, pero cuánto había añorado su mirada luminosa y su risa fácil-. Pero sí le he dejado las cosas claras.

Rick asintió.

– Eso he oído.

– ¿Estabas escuchando a escondidas? -preguntó, claramente sorprendida.

– Escuchando en un lugar público.

Kendall puso los ojos en blanco.

– Lo mismo da. Entonces… ¿qué has oído? -preguntó mordiéndose el labio inferior.

Rick también tenía ganas de mordisquearse.

– ¿Cuánto quieres que sepa? -preguntó él a su vez.

Kendall suspiró, cambiando el peso de un pie a otro, incómoda.

– Rick, no quiero entrar en un juego de veinte preguntas.

– Yo tampoco. -Tampoco quería poner sus esperanzas en una mujer que podía volver a rechazarlo-. ¿Qué te parece si contestas a mi pregunta y me dices qué quieres que sepa? -Se acercó a ella, asumiendo el mayor riesgo de su vida. Pero si había oído bien, ella por fin también había asumido un riesgo. Si no, en todo caso, era la última oportunidad de Rick Chandler-. Dímelo.

Kendall lo miró de hito en hito, captando su querido rostro, su expresión seria y su preciosa boca. Ahora que lo tenía delante, no sabía qué decir y optó por la verdad.

– Tengo miedo -reconoció.

Rick extendió la mano y le acarició la mejilla. Su piel endurecida la hizo estremecer y le recordó no sólo su conexión física sino también la emocional. Era obvio que su unión perduraba a pesar de sus intentos por distanciarlo de ella, y el alivio que la embargó le proporcionó una mayor tranquilidad de espíritu. Era Rick y podía decirle todo lo que quisiera.

Mientras lo miraba a los ojos, se dio cuenta de lo mucho que se jugaba con su respuesta. Aunque temía que él la rechazara, una parte de ella también tenía miedo de que la aceptara. La vida que siempre había querido y temido al mismo tiempo estaba a su alcance y no sería humana si no reconocía que estaba aterrorizada.

Respiró hondo y se lanzó al vacío esperando que Rick estuviera dispuesto a sujetarla en su caída.

– No me voy a marchar de Yorkshire Falls.

– ¿Ah, no? -Arqueó una ceja-. Cuéntame.

Una sonrisa adorable asomó a sus labios y Kendall se dio cuenta de que había oído toda la conversación con Lisa. De todos modos, se merecía que se lo dijera a la cara y con un tono y actitud muy distintos a los que había empleado con la fiera, como Rick había tenido el acierto de llamarla.

– Yo… -Kendall hizo una pausa para aclararse la garganta, a punto de quedarse paralizada por los nervios. ¿Y si él le daba la espalda? ¿Y si no se la daba?

Como si notara su angustia, Rick la cogió de la mano y se la apretó con fuerza. Para infundirle valor. Y consuelo.

– Continúa.

Kendall esbozó una sonrisa forzada que se volvió más fácil y real mientras hablaba.

– He decidido dejar de huir.

– ¿Por qué?

Le apretó la mano un poco más y ella agradeció esa muestra de apoyo, que le hizo ganar esperanza.

– No sé por qué. De repente vi esa foto y me convencí de que había llegado el momento de marcharme. Pensé que tú y tu familia os merecíais algo mejor.

– ¿Alguno de nosotros te dijo que queríamos algo mejor? -masculló. Dejó de sonreír y frunció el cejo. Resultaba claro que no estaba contento.

– Pues no. -Nadie le había dicho nunca algo así.

– Sin embargo, tú, de todos modos, pensaste tomar esa decisión por nosotros. Muchas gracias. -Negó con la cabeza.

– Era una excusa para huir.

– Era una excusa para huir -dijo él casi simultáneamente.

Kendall se rió y notó que el nudo que tenía en la garganta le desaparecía.

– Qué bien me conoces.

– Eso es lo que hace tiempo que intento decirte. -Adoptó un tono de voz sombrío, serio e incluso más sexy si es que tal cosa era posible.

– Ojalá pudiera prometerte que esto será fácil. -Kendall hizo un gesto que los abarcaba a los dos-. Que no tendré problemas para adaptarme.

– Si me gustaran las relaciones fáciles estaría con Lisa. -Rick sonrió ampliamente, se dio una palmada en el muslo y soltó una carcajada ante su propia broma.

– Muy gracioso -comentó ella.

– Eso me ha parecido -reconoció él antes de encogerse de hombros-. En serio, cariño, sólo te quiero a ti y en un sitio. Conmigo. Lo demás ya vendrá de forma natural, te lo prometo. Quizá encontremos unos cuantos baches en el camino, pero todos los matrimonios se enfrentan a ellos tarde o temprano.

– ¿Matrimonios? -Retrocedió sorprendida y se dio contra la pared que tenía detrás.

Él la siguió sin dejarle espacio para la retirada.

– Tenemos dos maneras de hacer esto. Lento y fácil o rápido y difícil. -Apoyó una mano en la pared por encima del hombro de ella-. No quiero obligarte a nada para lo que no estés preparada, pero tengo que dejar claras mis intenciones para evitar malentendidos.

Kendall asintió. Era lo que ella quería. Sinceridad, las cosas claras, sin errores ni sorpresas. Sin marcha atrás.

– Quiero casarme contigo. -Le acarició la mejilla con la otra mano-. Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Quiero ayudarte a cuidar de tu hermana rebelde junto con un par de hijos que tengamos. Y quiero hacerlo aquí, en Yorkshire Falls. -Inclinó la cabeza hacia ella, hasta que la tocó con la frente y Kendall notó la calidez de su aliento en su mejilla.