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Rick le había preguntado por sus planes, y Kendall supuso que se refería a los planes a corto plazo. Observó las telas polvorientas que había alrededor y recordó todas las cosas que parecían viejas y decrépitas de la casa principal. Se frotó los ojos con gesto cansado.

– Creo que antes de pasar aquí la noche, limpiaré el dormitorio y tal vez la cocina. -Arrugó la nariz al imaginarse todo el polvo que se levantaría-. Mañana comenzaré a darle un buen repaso a la casa. Oh, y supongo que debería ponerme en contacto con un agente inmobiliario para ver qué posibilidades tengo, aunque sé que debo arreglar unas cuantas cosas antes de enseñar la casa.

Rick asintió, con las manos hundidas en los bolsillos, mientras miraba alrededor.

– Te ayudaré a limpiar.

La oferta la conmovió, pero no podía aceptarla.

– No hace falta. En serio, creo que seré capaz de adecentar una habitación yo sólita.

– ¿Con qué? Además necesitarás provisiones y, si la previsión del tiempo es correcta, un aparato de aire acondicionado. No podrás dormir aquí sin aire acondicionado.

Kendall fue a inhalar profundamente, pero se atragantó. Rick tenía razón. El aire estaba viciado y era sofocante. Se sintió deprimida.

– Oh, vaya, no contaba con esos gastos extras. -Calculó mentalmente el dinero que tenía en la cuenta bancaria. Por desgracia, necesitaría más de lo que tenía en el banco para pasar un mes allí.

– Supongo que pensabas que llegarías aquí, pondrías un anuncio de la casa, la venderías y te marcharías, ¿no?

– Demasiado optimista, o eso parece -asintió Kendall.

– Eso parece. -Rick sonrió-. Pero me gusta tu actitud. ¿No es mejor esperar a que surjan los problemas para lidiar con ellos?

– Eres demasiado bueno conmigo. No quieres llamar atolondrada ni idiota impulsiva a la recién llegada.

La atractiva sonrisa de Rick desapareció y la miró con el cejo fruncido.

– Oye, no te flageles. Ya has sufrido bastante. A ver, ¿tienes algún plan inmediato?

En lo que se refería al dinero, tenía las tarjetas de crédito, y Brian le enviaría las joyas y demás cosas por mensajería. Si encontrase una tienda que aceptara vender sus joyas en depósito, conseguiría algo de dinero extra. O sea que tenía un plan. Más o menos. Miró a Rick.

– Dime cómo llegar al pueblo y…

– ¿Irás volando en tu alfombra mágica?

Suspiró y añadió mentalmente la reparación del coche a la lista de gastos.

– Supongo que no podrás llevarme… -Se mordió el labio inferior al darse cuenta de que, para un hombre que estaba harto de que las mujeres lo persiguieran, Kendall era un posible problema más.

– Pensaba ir al pueblo de todos modos. Y antes de que me lo preguntes, sí, puedo traerte de vuelta a casa.

¿Acaso Kendall tenía casa? Como no le apetecía profundizar al respecto, le dedicó una sonrisa de agradecimiento.

– Eres un auténtico caballero de armadura reluciente, Rick Chandler.

Él sonrió.

– ¿Qué quieres que te diga? Nunca he podido resistirme ante una damisela en apuros. -Una mezcla de humor e inesperada tristeza tiñó su voz a pesar de la sonrisa. ¿Tendría la tristeza que ver con su matrimonio?, pensó Kendall.

Al pensar en ese hombre enigmático, Kendall se preguntó por qué. ¿Qué le había ocurrido en el pasado que le inducía a evitar otro matrimonio aunque, sin embargo, estuviera acostumbrado a ayudar a mujeres con problemas? Sabiendo lo mucho que le atraía, se alegraba de no quedarse el tiempo suficiente para averiguarlo.

Capítulo 3

Al cabo de una hora, Rick la había llevado al pequeño supermercado de Herb Cooper y la había ayudado a escoger lo que necesitaba para la casa. Mientras recorrían los pasillos, Rick tenía la impresión de que los observaban, pero no veía a nadie cuando miraba a su alrededor.

Lo achacó a haber pasado demasiadas horas de guardia, pero entonces oyó un ruido a sus espaldas y, al volverse, vio a Lisa Burton. Estaba al final del pasillo de los quesos y las galletas saladas y los observaba cuando creía que él no miraba. Rick gimió y apartó la mirada antes de que ella se diera cuenta. No le apetecía enfrentarse de nuevo a aquella obsesa sexual.

– Te has callado de repente -le dijo Kendall-. Ya casi he acabado y te agradezco que me hayas acompañado a hacer la compra.

– Ha sido un placer -repuso Rick, y lo era. Le gustaba Kendall, su perspicacia y sentido del humor. La prefería a cualquiera de las otras mujeres con las que había estado, incluida Lisa, desde luego.

Una mirada rápida por encima del hombro le bastó para ver que esta última había desaparecido. Seguramente habría ido al otro pasillo para hacerse la encontradiza con él. En ese momento, Rick se trazó un plan. Sabiendo que iba a toparse con la mujer, si actuaba antes de que ella lo hiciera, entonces Lisa y sus sueños de matrimonio pasarían a ser un recuerdo lejano… dejándolo con una candidata menos… y todo un pueblo por delante, pero algo era algo.

– La cena. -Kendall sonrió y arrojó un paquete de perritos calientes al carrito como si fuera una pelota de baloncesto.

La cena.

– ¡Joder! -exclamó. Su madre y Chase estaban esperándolo -consultó la hora- desde hacía más de una hora. Era normal que no le hubieran llamado. Cuando Rick estaba de servicio, su familia se había acostumbrado a que llegase tarde, pero quizá estaban preocupados.

– Admito que no son una exquisitez, pero se preparan rápido y son baratos. La comida perfecta para un soltero, así que ¿a qué viene la palabrota? -Kendall estaba mirándolo sorprendida.

– Había olvidado que tenía que ir a cenar a casa de mi madre.

– Y aquí estás, perdiendo el tiempo conmigo. -Alargó la mano y le tocó el brazo.

Entre ellos saltaron chispas que se burlaron de las palabras de Kendall y cimentaron la idea de que el plan para intimidar a Lisa funcionaría.

– Siento haberte entretenido -dijo Kendall.

– Yo no. -A Rick le gustaba estar con aquella mujer que lo divertía, le excitaba y que no quería nada a cambio, salvo lo que él estuviese dispuesto a darle.

Extrajo el móvil de entre el equipamiento que le colgaba de la cintura, marcó el número de memoria y esperó a oír la voz de Raina al otro lado de la línea.

– Hola, mamá. Siento el retraso. Me he distraído.

– ¿Tu nueva novia? -Se rió; parecía mucho más animada de lo normal.

Desde que a su madre le diagnosticaran meses atrás que tenía problemas de corazón, estaba preocupado por su salud. Chase y él se turnaban para controlarla, asegurarse de que comía con regularidad y no se fatigaba en exceso. Tras la muerte de su padre, los tres hermanos Chandler se ocupaban de ella.

– Habrás cenado, ¿no? -le preguntó.

– Chase y yo hemos cenado -le aseguró-. Lo han llamado del periódico y se ha marchado, pero te he guardado la cena caliente. Y no he tomado postre para luego comérmelo contigo. Quiero que me lo cuentes todo sobre la boda.

Rick puso los ojos en blanco. Sabía que su madre no creía en los rumores, pero era obvio que aquél había corrido como la pólvora. Echó un vistazo y vio a Lisa donde se había imaginado, esperándole al final del pasillo y, sin duda, tratando de adivinar quién era Kendall. Rick necesitaba darle un motivo de peso para que se convenciera de una vez de que ella no le interesaba. Al mismo tiempo, necesitaba que su madre pensase que estaba con una mujer, para que acabase de una vez por todas con su infernal campaña.

– Te agradezco que me esperes, mamá. Llegaré dentro… -consultó la hora mientras calculaba el tiempo que necesitaría para acabar allí-… de una media hora. Oh, iré acompañado.

Kendall meneó la cabeza a su lado.