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Observamos a Damien adquirir un tono más pálido mientras procesaba esta información y sus implicaciones.

– ¿Por qué no? -preguntó con voz débil.

– No podemos hablar de ello -afirmó Cassie, y cogió más pizza-. Lo siento.

La mirada de Damien rebotó de la mano de Cassie a su cara y a la mía.

– Lo que podemos decirte -anuncié, señalándole con una corteza- es que nos estamos tomando este caso muy, pero que muy en serio. He visto cosas muy feas a lo largo de mi carrera, Damien, pero esto… No hay peor crimen en el mundo que matar a un niño. Toda su vida echada a perder, la comunidad entera aterrada, sus amigos con un trauma que nunca superarán, la familia destrozada…

– Hecha añicos -dijo Cassie de forma ininteligible, con la boca llena de comida.

Damien tragó saliva, posó la vista en su 7-Up como si se hubiera olvidado de él y empezó a juguetear con la anilla.

– Quienquiera que lo hizo… -Sacudí la cabeza-. No sé cómo puede vivir con ello.

– Límpiate el tomate -me dijo Cassie, señalándose la comisura de la boca-. No se te puede sacar a ningún sitio.

Nos acabamos casi toda la pizza. Yo no quería -el mero olor, grasiento y penetrante, me superaba-, pero se trataba de poner a Damien cada vez más nervioso. Al final aceptó una porción y se quedó ahí sentado con aire de desdichado quitando los trocitos de piña y mordisqueándolos, mientras giraba la cabeza de Cassie hacia mí y viceversa como si intentara seguir un partido de tenis desde demasiado cerca. Pensé un instante en Sam. Era improbable que a Mark lo desmontaran a base de pepperoni y extra de queso.

Me vibró el móvil en el bolsillo. Comprobé la pantalla, era Sophie. Salí al pasillo; Cassie, detrás de mí, dijo:

– El detective Ryan abandona la sala de interrogatorios.

– Hola, Sophie -contesté.

– Qué hay. Te pongo al día: no hay signos de que forzaran la cerradura. Y la paleta es el arma de la violación, no hay duda. Por lo visto la lavaron, pero hay restos de sangre en las rendijas del mango. También hay una cantidad considerable de sangre en una de esas lonas. Aún estamos comprobando los guantes y las bolsas de plástico; de hecho, aún seguiremos con eso cuando cumplamos los ochenta. Debajo de las lonas también hemos encontrado una linterna. Está llena de huellas, pero todas son pequeñas y tiene dibujos de Hello Kitty, por lo que supongo que es de la víctima, igual que las huellas. ¿Cómo os va a vosotros?

– Nos estamos trabajando a Hanly y a Donnelly. Callaghan y Hunt están fuera.

– ¡No me digas! Por el amor de Dios, Rob, muchísimas gracias. Hemos revisado el puto coche de Hunt. Nada, obviamente. En el coche de Hanly tampoco hay sangre. Como un millón de pelos y fibras y blablablá. Si la tuvo ahí, no se preocupó lo bastante para limpiar luego y habríamos encontrado algo. En realidad, no creo que haya limpiado jamás esa cosa. Si alguna vez se queda sin yacimientos arqueológicos, puede ponerse a hurgar debajo del asiento delantero.

Cerré de un portazo detrás de mí, le dije a la cámara «El detective Ryan entra en la sala de interrogatorios» y empecé a recoger los restos de la pizza.

– Era el departamento técnico -dije, dirigiéndome a Cassie-. Han confirmado que la prueba era exactamente lo que pensábamos. Damien, ¿has acabado con eso?

Tiré la porción de pizza sin piña dentro de la caja antes de que pudiera responder.

– Me alegro de oírlo -afirmó Cassie, y cogió una servilleta y le dio a la mesa un repaso rápido-. Damien, ¿necesitas algo antes de que nos pongamos a trabajar?

Damien mantuvo la mirada fija, intentando captar algo; negó con la cabeza.

– Perfecto -dije yo, y aparté a un rincón la caja de la pizza y acerqué una silla-. Pues empezaremos poniéndote al día de lo que hemos encontrado hoy. ¿Por qué piensas que os hemos traído a los cuatro aquí?

– Por esa niña -dijo débilmente-. Katy Devlin.

– Sí, ya. Pero ¿por qué piensas que sólo os queríamos a vosotros cuatro? ¿Por qué no al resto del equipo?

– Han dicho… -Damien hizo un gesto hacia Cassie con la lata de 7-Up; estaba aferrado a ella con ambas manos, como si temiera que también fuera a quitarle eso-. Han preguntado por las llaves. Quién tenía llaves de las casetas.

– Bingo -exclamó Cassie, y asintió con aprobación-. Has acertado.

– ¿Ya han…? -Tragó saliva-. ¿Han visto algo en alguna de las casetas?

– Así es -dije yo-. De hecho, hemos visto algo en dos de ellas, pero te has acercado. No podemos entrar en detalles, evidentemente, pero esto es lo fundamentaclass="underline" tenemos pruebas de que a Katy la mataron en la caseta de los hallazgos el lunes por la noche y de que la escondieron en la de las herramientas todo el martes. No forzaron ninguna puerta. ¿Qué crees que significa eso?

– No sé -dijo Damien al fin.

– Significa que estamos buscando a alguien que tenía la llave. Es decir, Mark, el doctor Hunt o tú. Y Hunt tiene coartada.

Damien llegó a medio levantar la mano, como si estuviera en el colegio.

– Eh… yo también. Una coartada, me refiero.

Nos miró lleno de esperanza, pero ambos estábamos negando con la cabeza.

– Lo lamento -le contestó Cassie-, pero tu madre estaba dormida en el intervalo de tiempo que estamos investigando; no puede responder por ti. Y en cualquier caso, las madres… -Se encogió de hombros, sonriendo-. Es decir, estoy segura de que tu madre es una mujer honrada, pero por norma dicen lo que haga falta para sacar a sus hijos de cualquier lío. Dios las bendiga por eso, pero significa que no podemos creer en su palabra para algo tan importante.

– Mark tiene un problema muy parecido -continué yo-. Mel dice que estuvo con él, pero es su novia, y las novias no son mucho más de fiar que las madres. Un poco, pero no demasiado. Así que aquí estamos.

– Y si tienes algo que decirnos, Damien -anunció Cassie-, ahora es el momento.

Silencio. Bebió un sorbo de su 7-Up y luego alzó la vista hacia nosotros, con sus ojos perplejos y de un azul transparente, antes de negar con la cabeza.

– De acuerdo -dije-, está bien. Hay algo que quiero que veas, Damien.

Abrí el archivo como si hiciera una gran cosa (Damien seguía mi mano con mirada aprensiva) y al fin saqué un puñado de fotos. Las desplegué una tras otra delante de él, echando un largo vistazo a cada una antes de colocarla; haciéndole esperar.

– Katy y sus hermanas las pasadas Navidades -anuncié.

Un árbol de plástico recargado de luces verdes y rojas; Rosalind en el centro, vestida de terciopelo azul, ofreciéndole a la cámara una sonrisita pícara y con los brazos alrededor de las gemelas; Katy muy erguida y riendo, con una chaqueta blanca de falso borreguillo, y Jessica sonriendo con aire vacilante y con la mirada baja hacia su chaqueta beis, como el reflejo de un espejo mágico. Sin darse cuenta, Damien le devolvió la sonrisa.

– Katy en una excursión familiar, hace dos meses.

Instantánea con el césped verde y el sándwich.

– Se la ve contenta, ¿verdad? -me comentó Cassie, como aparte-. Estaba a punto de entrar en la escuela de danza, todo empezaba para ella… Está bien saber que fue feliz antes de…

Una de las instantáneas de la escena del crimen: una imagen de cuerpo entero de ella acurrucada sobre el altar de piedra.

– Katy justo después de que tú la encontraras.

Damien se agitó en su silla, pero se contuvo y se quedó quieto.

Otra imagen de la escena del crimen, en este caso un primer plano: sangre seca encima de su nariz y su boca, y aquel ojo medio cerrado.

– Lo mismo, Katy en el lugar donde la arrojó su asesino. Una de las fotos post mórtem.

– Katy al día siguiente.

Damien se quedó sin respiración. Habíamos elegido la imagen más desagradable que teníamos, la de su rostro doblegado sobre sí mismo para mostrar el cráneo, una mano enguantada señalando con una regla de acero la fractura encima de la oreja, pelo con coágulos y esquirlas de hueso.